musica

viernes, 5 de diciembre de 2014

aviso

ya agrege en la de sorprendeme ... pasense ... ya saben que aunque esta porqueria no les actualize revisen, ya que no vaya a ser que yo ya agrege y ustedes se queden sin leer ... bueno adios y qe esten bien :))

lunes, 24 de noviembre de 2014

aviso

entren a la pagina de sorprendeme ... no se volvio a publicar el anuncio ... comenten y hoy agrego en ella sino no :)) Adios

domingo, 26 de octubre de 2014

AQUI ESTA EL CAPITULO

AQUI ESTA EL CAPITULO, NO APARECE EN SU ACUALIZACION COMO EN EL MIO ASI QUE AQUI LES DEJO EL LINK PARA QUE ENTREN ...

http://tomredencion.blogspot.mx/

QUE ESTEN BIEN :))

sábado, 6 de septiembre de 2014

NUEVA NOVELA DESPUES DE REDENCION DE TOM

http://sorprendeme-tom.blogspot.mx/

CHICAS, ESPERO Y ME CONTESTEN ... TODAVIA NO LO TENGO LISTO, LES AGREGO EL PRIMER CAPS PARA QUE USTEDES ME DIGAN SI LA QUIEREN LEER Y QUIEREN QUE LA PUBLIQUE ... ESPERO QUE SI ... BUENO SIN MAS QUE DECIR ... ME DESPIDO, COMENTEN EN EL NUEVO BLOG PARA SABER SI LA QUIEREN O NO ... HASTA PRONTO :))

martes, 6 de mayo de 2014

NO SE DIERON CUENTA

OIGAN!!! AL LADO ESTABA EL LINK DEL SEGUNDO LIBRO!!

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PERO OK... AQI SE LOS DEJO ...

http://elextasisdetom.blogspot.mx/2014/05/el-extasis-de-tom-prologo.html

LEAN!!

ADIOS ... AGREGO MAÑANA

lunes, 5 de mayo de 2014

.- EL INFIERNO DE TOM .- 34 (PARTE 1, 2 y 3)

CAP 34 (PARTE 1)
__________ se reclinó en el futón de la terraza, con la mirada fija en los brillantes ojos de Tom. Él se había quitado la americana y se había aflojado la corbata sin llegar a quitársela, porque le había gustado que _________ le tirara de ella en el Ponte Santa Trinità.
Ella estaba embelesada. Todo él le gustaba: la nariz, las mejillas, la mandíbula angulosa, sus magníficos ojos cafés bajo las cejas oscuras... Hasta el vello que le asomaba por la camisa.
Tom estaba reclinado de costado, con una rodilla doblada y apoyándose en un codo mientras servía champán. Brindaron por su amor con un Dom Pérignon de la cosecha favorita de Tom antes de que éste se inclinara y le atrapara los labios con los suyos.
—Me gustaría darte de comer.
—Sí, por favor.
—Cierra los ojos —le pidió—. Prueba.
__________ confiaba en él, así que cerró los ojos y sintió que algo trataba de abrirse paso contra su labio inferior. Pronto estuvo en su boca, una explosión de chocolate y jugosa fresa y el pulgar de Tom acariciándole el labio enfebrecido. Ella abrió los ojos, le agarró la muñeca y se metió su pulgar lentamente en la boca.
Tom abrió mucho los ojos y gimió. __________ le recorrió el pulgar con la lengua; ligeramente al principio y succionando con fuerza luego, en busca de algún resto de chocolate. Tom volvió a gemir al ver que ella lo miraba con los ojos entrecerrados y una expresión entre sorprendida y apasionada.
—No te hagas ilusiones. Los pulgares son una cosa, pero soy un desastre con... —dijo ella, soltándole el pulgar y apartando la vista.
Él la interrumpió con un beso brusco. Mientras le exploraba la boca con la lengua, le acariciaba el cuello con un dedo, arriba y abajo.
Cuando se apartó, tenía fuego en la mirada.
—No quiero que vuelvas a hablar así de ti nunca más. No lo voy a consentir. Lo que hay entre los dos es sólo nuestro. No me prejuzgues, ni te prejuzgues, ni a nosotros ni a lo que podemos hacer juntos. —Le dio un beso en la mejilla, como si quisiera suavizar la dureza de su tono y le acarició la oreja con los labios—. Además —susurró—, no me cabe la menor duda de que eres excelente también en eso. Es imposible que una boca tan hábil como la tuya decepcione.
Le guiñó un ojo con descaro.
Ella se puso del mismo color que la fresa, pero no dijo nada. Tom siguió dándole frutas bañadas en chocolate, alternándolas con sorbos de champán, hasta que ella le pidió que se detuviera.
__________ cogió un poco de tiramisú con un tenedor y, alzando una ceja, le dijo:
—Cierra los ojos.
Cuando Tom obedeció, le deslizó el tenedor entre los labios. Él hizo un sonido de placer, ya que el postre estaba delicioso. Aunque más delicioso aún era ser alimentado por la persona amada. _________ se estaba preparando para darle otro poco cuando Tom la interrumpió.
—¿No se olvida de nada, señorita Mitchell? —le preguntó, pasándose la lengua por el labio inferior.
Luego le agarró la muñeca, le sumergió dos dedos en el tiramisú y se los llevó a la boca. Como de costumbre, él se lo tomó con calma, pasando la lengua por cada dedo de arriba abajo, antes de succionárselos profundamente.
Mientras le adoraba los dedos con la boca, el cuerpo de ___________ clamaba por conseguir su atención. No podía evitar imaginarse su hábil lengua hundiéndose en su ombligo y más abajo, allí donde ningún hombre había llegado.
—¿Eres feliz, amor mío? 
Ella parpadeó.
—Sí —respondió, con voz temblorosa.
—Pues entonces, bésame.
__________ le tiró de la corbata, tal como él había esperado, e hizo lo que le pedía gustosamente. Rodó hasta quedar tumbada de espaldas y Tom le separó las piernas con la rodilla. Mientras le daba besos cálidos y húmedos, con sus largos dedos le acarició las costillas y descendió hasta el trasero, que sujetó firmemente. _________ sintió el calor de su pecho presionándole los senos a través de la camisa y la firmeza de su erección contra el muslo, pero quería más, mucho más... Lo quería encima, entre sus piernas, lo quería dentro...
Apartándose de ella, Tom le cogió la mano, besándole el dorso.
—Ven a la cama.
—Puedes tomarme aquí.
Él frunció él cejo un instante, pero en seguida recuperó la sonrisa y le besó la punta de la nariz.
—Oh, no. Te quiero en mi cama. Hace frío y no me gustaría que pillases una pulmonía.
__________ pareció algo desencantada. Tom se apresuró a consolarla.
—Si quieres, podemos quedarnos aquí mañana, pero creo que esta noche deberíamos ir dentro. Me reuniré contigo en la habitación. Tómate el tiempo que necesites.
La besó con comedimiento y le miró el trasero mientras cruzaba la terraza y entraba en el dormitorio. Reclinándose en el futón, Tom se cubrió los ojos con un brazo y se recolocó el miembro más de una vez por dentro de los pantalones de lana azul marino. Tanta espera lo estaba matando. Nunca había estado tan excitado. Nunca había tenido tantas ganas de tumbar a una mujer en la cama, separarle las piernas y tomarla con desenfreno. Pero eso era precisamente lo que no pensaba hacer esa noche.
¿Cómo había podido pensar alguna vez que follarse a una desconocida en los lavabos de Lobby era excitante? ¿Cómo había podido convencerse de que esos orgasmos sin nombre, sin cara, podrían satisfacerlo? Había malgastado su vida rezando ante el altar de un dios silencioso y ausente que se lo prometía todo pero sólo le daba algo pasajero que lo dejaba con más hambre que al principio.
Había traficado con lujuria disfrazada de eros, pero nada había estado más lejos de la realidad.
«Vanidad de vanidades. Todo es vanidad.»
Todo había cambiado desde que se había reencontrado con
___________, especialmente desde que se había enamorado de ella. __________ había derribado sus barreras y lo había desvirgado emocionalmente, con toda la delicadeza y paciencia del mundo. Y ella no se merecía menos.
Mientras Tom pensaba en maneras de adorarla, ____________ estaba apoyada en el lavabo, tratando de recobrar el aliento. El concepto de preliminares de Tom se parecía mucho a una táctica de tierra quemada. No había vuelta atrás. No había fuerza posible capaz de contener la irresistible atracción que existía entre ellos.
«Oh, Dios, le deseo tanto.»
Se miró en el espejo mientras se lavaba los dientes y se arreglaba luego el maquillaje y el peinado. Cuando se dio por satisfecha con su aspecto, fue a ponerse el camisón nuevo, pero se dio cuenta de que lo había dejado en el otro cuarto de baño.
Mierda.
Podría desnudarse y ponerse uno de los albornoces del hotel, pero no se había molestado tanto en elegir la lencería para eso. O podría ir al otro baño a buscarla, pero para eso tendría que pasar por el dormitorio y seguro que Tom ya la esperaba allí. Sin duda estaría tumbado en la cama, como el rey Salomón en toda su gloria.
____________ tembló de excitación al imaginárselo.
«¿Me ducho y salgo envuelta en la toalla? ¿O salgo sólo con las bragas?»
Mientras ella daba vueltas a cómo hacer su entrada triunfal, Tom recogía la terraza y lo llevaba todo dentro. Distribuyó las velas por la habitación, agrupando varias a los pies de la cama. Cambió la música por una nueva lista de reproducción que había preparado para la ocasión. La lista se llamaba «Amando a ________» y se sentía muy orgulloso de ella. Tras dejar algunos objetos personales en la mesilla de noche, apagó todas las luces.
Y esperó.
Y esperó. Pero ella no aparecía. Tom empezó a preocuparse. Se acercó a la puerta del baño y apoyó la oreja en la puerta. No se oía nada, ni siquiera el sonido de agua corriendo o de la seda deslizándose. El corazón se le encogió. ¿Y si se había sentido mal? ¿O estaba asustada? «¿Se habrá encerrado?»
Respiró hondo y llamó a la puerta.
—Adelante.
A Tom lo sorprendió su invitación. Abrió la puerta con cuidado y asomó la cabeza. ________ estaba delante del espejo, mirándolo con timidez.
—¿Estás bien?
—Sí.
Él frunció el cejo.
—¿Qué pasa?
—Nada. Sólo que... Tom, ¿puedes abrazarme, por favor? Lo tenía todo previsto, pero luego he entrado aquí, me he quedado bloqueada y... —Se lanzó en sus brazos.
Él la miró preocupado.
—No pasa nada. Sólo soy yo, cariño. ¿Tal vez te he presionado demasiado?
Ella negó con la cabeza contra su pecho.
—No, no. Es que le doy demasiadas vueltas a las cosas. Siempre me pasa lo mismo.
—Entonces, piensa en lo mucho que te amo, dulce criatura. Esta noche voy a demostrártelo.
La besó con ternura y, cuando ella levantó la cara y sonrió, él la cogió en brazos y la llevó a la cama.
__________ no tenía miedo. Pensaba que estaría asustada, pero Tom se detuvo a cada paso para besarla hasta que se relajó. Lo amaba, lo deseaba y sabía que él sentía lo mismo por ella.
La depositó sobre la cama, mirándola con amabilidad y ella se quedó sin aliento. Era la misma mirada que le había dirigido en el huerto. En su huerto de manzanos. Ahora lo deseaba aún más.
—Has apagado las luces.
—Tienes una piel preciosa. Será irresistible a la luz de las velas.—Tom le besó la frente—. Un cuerpo como el tuyo habría inspirado a los hombres de las cavernas a pintar las paredes.
Arrodillándose delante de ella, empezó a quitarle los zapatos.
—¿Estás seguro? —susurró ________.
Él se sentó en los talones y la miró, apartándole un mechón de pelo de la cara.
—Sólo si tú lo estás, amor.
Ella sonrió.
—Me refería a los zapatos. Puedo dejármelos puestos.
La idea era excitante, no lo iba a negar, pero lo más importante en ese momento era su comodidad. Ya habría tiempo para juegos más adelante.
—No debería haberte dejado caminar tanto con estos tacones. Te deben de doler los pies. Nada de zapatos esta noche.
Le masajeó los pies lentamente, recorriéndole el arco plantar con el pulgar, un movimiento destinado a relajarla, pero también a excitarla al mismo tiempo.
_________ hizo un sonido de placer. Era muy agradable. Se preguntó si su pulgar la haría sentir el mismo placer en otras partes de su cuerpo y un escalofrío le recorrió la espalda.
Tom se detuvo.
—Estás temblando. No tenemos que continuar si no quieres.
—Son temblores agradables —murmuró ella.
Él siguió masajeándole los pies durante un rato antes de pasar a las pantorrillas y de detenerse en la parte posterior de las rodillas. Cuando sus dedos mágicos le acariciaron esa zona erógena oculta, __________ estuvo a punto de gritar. La respiración se le aceleró y no pudo mantener los ojos abiertos.
«Conoce el cuerpo de las mujeres como... como alguien conoce algo... ¿Qué estoy diciendo?»
En realidad, Tom conocía su cuerpo bastante mejor que ella, lo que era lamentable. Pero no era momento para lamentaciones. Se estremeció una vez más al imaginarse el placer que iba a sentir cuando desplazara las manos un poco más arriba.
Como si pudiera leerle la mente, Tom ascendió hasta sus muslos, apretándoselos y separándolos un poco para poder recorrerlos con los pulgares arriba y abajo, deteniéndose al llegar al final de las medias. Se lo estaba tomando con calma, asegurándose de no saltarse ningún paso, de que ella disfrutaba de cada movimiento.
—Tom, por favor, levántate del suelo. —_________ le ofreció la mano y él la besó.
—Esta noche es un regalo. Acéptalo —replicó él, con una sonrisa en sus labios perfectos—. San Francisco de Asís lo aprobaría.
—Pero es que yo también quiero hacerte feliz.
—Ya me has hecho feliz, _________. Más de lo que te imaginas. ¿Te sentirías mejor si te confieso que yo también estoy nervioso?
—¿Por qué ibas a estarlo?
—Quiero complacerte. No he estado con una virgen desde que yo mismo perdí la virginidad y de eso hace mucho. Quiero que nos lo tomemos con calma. Quiero que estés relajada y tan cómoda como sea posible. Si en algún momento estás a disgusto, quiero que me lo digas inmediatamente. ¿Lo harás?
—Por supuesto.
—Eres muy importante para mí. Y una de las cosas que más me gustan de ti es tu voz. Por favor, dime lo que quieres, lo que necesitas, lo que deseas... —Dijo las últimas palabras con la voz más ronca y _________ no pudo evitar estremecerse.
—Lo que deseo es que dejes de arrodillarte ante mí, Tom. —Se inclinó para darle un beso en los labios—. Así que, levántate.
«Hola, tigresa, bienvenida», pensó él.
—Dame un minuto. En seguida vuelvo —dijo él y desapareció en el cuarto de baño.
_________ oyó el ruido del agua corriendo.
Al volver a la cama, Tom se la encontró de pie, tratando de desabrocharse el vestido.
—Permíteme —le pidió, con voz ronca.
Le bajó la cremallera lentamente, sin apartar los ojos de ella. Luego le deslizó el vestido de seda por los hombros hasta que cayó al suelo. Al hacerlo, produjo un sonido que a ____________ le recordó un suspiro, como si el vestido también hubiera sido seducido por Tom.
Se quedó vestida con una mini combinación de raso color marfil, que dejaba al descubierto las ligas que le sujetaban las medias negras. Tom ahogó una exclamación al verla. Parecía un ángel. Un ángel de ojos castaños, con el cabello recogido. Su pelo oscuro contrastaba con su piel blanca del mismo modo que el marfil de la combinación lo hacía con el negro de las medias. Era una yuxtaposición de virtud y eros.
Tom alargó la mano para tocarle una de las ligas con un dedo.
—Esto sí que no me lo esperaba. 
________ se ruborizó.
—Ya sé que no te gusta el negro, pero es que no esperaba que me vieras así. Pensaba cambiarme.
—Eh —Tom le levantó la barbilla y le acarició la mejilla ruborizada—, estás impresionante. Y nunca he dicho que no me guste el negro. Pero si prefieres cambiarte, te esperaré.
Él la estaba mirando expectante. _________ negó con la cabeza. Ya había esperado bastante. Le recorrió el pecho con las manos antes de tirarle de la corbata. Mientras lo besaba apasionadamente, le deshizo el nudo y le deslizó la seda sensualmente por la nuca antes de dejarla caer al suelo. Luego le desabrochó los botones de la camisa y se la quitó sin muchas ceremonias, igual que la camiseta, que fue a parar al montón de ropa que crecía en el suelo. Logan permaneció quieto ante ella, medio desnudo, mientras _________ le besaba el torso y le rodeaba la espalda con los brazos.
—Siento tu corazón latir.
—Por ti —replicó él, con los ojos ardientes.
CAP 34 (PARTE 2)
Ella sonrió mientras le acariciaba los abdominales y la cintura. Tenía la piel cálida, mucho más cálida que la suya, y muy tentadora.
Se puso un poco nerviosa mientras le desabrochaba el cinturón y lo pantalones. Al notarlo, Tom le cubrió las manos con las suyas y la ayudó. Cuando, después de librarse de los zapatos y los calcetines, se quedó de pie frente a ella, vestido sólo con los bóxers, _________ contuvo el aliento. Cuando él asintió, le deslizó los calzoncillos hacia abajo y dio un paso atrás para admirarlo.
Pasándose la lengua por los labios, sonrió. Una amplia sonrisa. Tom era espléndido.
Probablemente fuese una cuestión genética, o un don de los dioses, o una combinación de ambas cosas ayudada por una buena dieta y por el ejercicio. Pero mientras sus ojos vagaban sobre su cuerpo musculoso y sus abdominales bien definidos, algo en su interior se calentó hasta fundirse. Sintió una oleada de calor en el vientre y más abajo, especialmente al fijarse en el músculo en forma de uve que le comenzaba en las caderas. Era una versión moderna del David de Miguel Ángel, pero mucho más proporcionado. Y con unas manos enormemente atractivas. Tal vez no fuese muy elegante hacer comparaciones, pero sonrió satisfecha al darse cuenta de que era mucho más grande que Simon.
«El karma, seguro», la animó su conciencia. __________ se mordió el labio inferior para no echarse a reír como una colegiala ante el memorable descubrimiento.
Tom se dio cuenta de su extraña reacción, pero no dijo nada. Reprimió una sonrisa de suficiencia, diciéndose que probablemente no era el mejor momento para bromear sobre su tamaño. No quería abrumarla. Sabía qué aspecto tenía su pene, sobre todo en momentos como ése, cuando saludaba en posición de firmes.
«Un saludo en su honor.»
—¿Puedo? —le preguntó, señalando su pelo recogido.
Cuando ella asintió, Tom le fue quitando las horquillas una a una, dejándole caer los rizos sobre los hombros. _________ cerró los ojos, disfrutando de la sensación de sus dedos en su pelo. Le recordó a aquel día en casa de Richard, cuando había sido su peluquero.
Tom le deshizo el recogido muy suavemente, hasta que los mechones le rodearon la cara como una oscura cortina. Luego le acarició el cuello antes de que sus dedos se encontraran con los tirantes de la combinación. Cuando los retiró a lado y lado y dejó caer la fina prenda, __________ quedó ante él vestida sólo con un sujetador de encaje negro, a juego con las braguitas.
«La perfección erótica unida al rubor de la inocencia.»
Era deliciosa, pero que él la observara la estaba poniendo nerviosa. Tom sabía que a ella no le gustaba que la miraran fijamente, ni ser el centro de atención demasiado tiempo. Así que la atrajo hacia él y la besó hasta que notó que se le relajaban los hombros.
—_________, me gustaría verte, por entero, sin obstáculos —susurró. Cuando ella asintió, él se tomó su tiempo quitándole las medias y enrollándolas para bajárselas, aprovechando para hacer una breve pausa en la parte de atrás de las rodillas. Su respiración entrecortada le dijo que lo estaba haciendo bien. Luego se colocó a su espalda y le besó los hombros antes de desabrocharle el sujetador delicadamente. ___________ lo dejó caer a sus pies. Sus ropas mezcladas en el suelo le parecieron una imagen muy erótica.
Tom la abrazó desde la espalda, sosteniéndole los pechos en las manos. La acarició con delicadeza, rozándole los pezones con los pulgares mientras la besaba detrás de la oreja. Luego le acarició las costillas antes de meter los pulgares por dentro de las braguitas de encaje. Sin dejar de excitarla lamiéndole la piel de detrás de la oreja, se las bajó.
Por fin __________ estaba desnuda, en toda su gloria.
Agarrándola por la cintura, la volvió hasta que estuvieron frente a frente. Ella tenía los ojos clavados en el suelo y se estaba mordiendo el labio inferior. Cuando empezó a mover las manos, nerviosa, Tom supo que estaba a punto de cubrirse.
—Eres una diosa —le dijo, liberándole el labio con el pulgar, antes de alzarle la barbilla.
La miró abiertamente de la cabeza a los pies y otra vez hasta la cabeza para que no le quedara duda de su admiración.
—Cuando sea un anciano y ya no recuerde nada más, seguiré recordando este momento. La primera vez que mis ojos vieron a un ángel de carne y hueso. Recordaré tu cuerpo y tus ojos, tu preciosa cara y tus pechos, tus curvas y esto.
Le rodeó el ombligo con los dedos, antes de bajarlos hasta la línea donde empezaban sus rizos.
—Recordaré tu aroma, el tacto de tu piel y las sensaciones que tuve al hacerte el amor. Pero, sobre todo, recordaré la sensación de contemplar la auténtica belleza, por dentro y por fuera. Porque eres hermosa, amada mía, en cuerpo y alma. Generosa en espíritu y de corazón. Nunca volveré a ver nada a este lado del cielo más hermoso que tú.
La abrazó y la besó repetidamente, con besos suaves que trataban de comunicarle sin palabras lo mucho que la amaba. Le acarició los diamantes que seguía llevando en las orejas y le susurró al oído:
—Tras verte desnuda, debería exigirte que lo único que lleves puesto en mi presencia sean estos pendientes. Todo lo demás sobra.
___________ le dio un beso rápido en los labios antes de tumbarse en la cama y mirarlo con timidez. Tom inspiró hondo y soltó el aire lentamente. La visión de ella, desnuda, invitándolo a acostarse a su lado, casi lo hizo perder el control.
—¿Por qué no te das la vuelta, cariño? Me encantaría admirar tu preciosa espalda.
___________ sonrió y lo hizo, apoyando la barbilla en los brazos doblados y dejando que disfrutara del espectáculo. Tom la miró desde arriba, con una sonrisa satisfecha y le dio un beso en cada hombro.
«Como en mi fotografía favorita», pensó ella.
—Quitas el aliento, __________. Eres arrebatadora desde todos los ángulos. Una auténtica obra de arte.
Le recorrió la columna con un dedo, deteniéndose al ver que se estremecía, antes de acariciarle una nalga con la mano.
—Has cambiado la música —musitó ella, al reconocer And You Give, el tema romántico de Matthew Barber.
—Me inspiras.
Cogió una botellita de aceite de masaje con aroma a sándalo y mandarina satsuma, se echó un poco en la palma de la mano, dejó que se calentara y empezó a masajearle los hombros. __________ cerró los ojos y suspiró.
—Sólo siente.
Tom le besó la mejilla y siguió masajeándola delicadamente, descendiendo por su espalda sin prisas hasta llegar a los dos hoyuelos de la curva de su trasero incomparable.
—Son preciosos —susurró, besando cada hoyuelo.
___________ se tensó un poco, así que Tom se apartó. Cuando siguió con el masaje, ella se volvió a relajar. Al cabo de un rato, Tom le dijo al oído que se volviera. Ella se sentía flotando en una nube. Lo miró con los ojos entrecerrados y sonrió satisfecha.
Él se apoyó en los codos y colocó una rodilla entre sus piernas mientras le acariciaba la nariz con la suya.
—Eres preciosa —murmuró, descendiendo lentamente hasta que sus cuerpos se rozaron.
Mientras le acariciaba el cuerpo con una mano, le daba besos suaves por el cuello y las clavículas.
A __________ le encantaba sentir cómo sus pechos rozaban el torso de Tom y su suave abdomen los duros abdominales de él.
Deslizando una mano bajo el trasero de ________, la atrajo hacia sus caderas.
—No sabes cuánto te deseo... —murmuró contra su cuello—. No sabes lo increíblemente sexy que eres.
Le acarició la base del cuello con la nariz y luego con la lengua. Sin previo aviso, _________ se arqueó contra él y gimió de placer. Le recorrió la espalda con las manos, descendiendo hasta alcanzar las caderas y se las apretó con fuerza, pegándolo a ella.
—Aún no, cariño.
Tom la adoró con la boca, recorriéndole el cuerpo con los labios, dándole suaves mordisquitos de vez en cuando. __________ se tensó cuando él le besó la cadera, probándola con la lengua.
—¿Qué pasa? —preguntó Tom, mientras le hacía cosquillas en el vientre con la nariz, pasando de una cadera a la otra.
—Es que nadie... nunca... —titubeó, avergonzada.
Él sonrió encantado, sin dejar de besarle la cadera y reseguirla con la lengua.
«Claro que nunca lo hizo. Aparte de cabrón, era un idiota.»
—Cariño, separa las piernas.
___________ lo miró con desconfianza, pero también con deseo, e hizo lo que le pedía. Tom sonrió, como si le gustara mucho lo que estaba viendo, antes de acariciarla con los dedos. Ella gimió.
Al principio, la acarició con mucha suavidad, penetrándola con un solo dedo, cautelosamente. Luego añadió un segundo y los dobló hacia arriba mientras la acariciaba con el pulgar, trazando pequeños círculos. No dejó de mirarla a los ojos en ningún momento, alerta ante cualquier señal de incomodidad, escuchando cómo su respiración se alteraba al encontrar un punto muy sensible en su interior. Inclinando la cabeza, le besó la parte interior del muslo antes de devorarla con entusiasmo, lamiendo y succionando esa zona íntima sin detener en ningún momento los movimientos de su mano. Era una combinación extraordinaria.
El cuerpo de ___________ se arqueó y se levantó de la cama cuando llegó al orgasmo con un grito desgarrado. Él siguió acariciándola, pero aflojó la succión hasta que ella se movió, tratando de cerrar las piernas. Tom se acercó a su boca y la besó con ternura.
—Gracias —susurró, sintiéndose ligera como una pluma.
«Debería ser delito tener unos dedos tan hábiles... Por no hablar de su boca.»
—¿Te ha gustado?
Ella asintió, con la mirada perdida y la respiración entrecortada. Tom dudaba que el hijo del senador hubiera encontrado su punto secreto y la idea lo hizo henchirse de orgullo. Estaba deseando mostrarle muchos más puntos de su cuerpo con los que podía darle placer, sin dejarse ninguno. Partiendo desde su cuello, le trazó una línea con el dedo que, tras rodearle un pecho, descendió hasta el lugar del muslo donde le había dejado una ligera marca. —¿Te duele?
—No, pero ¿cómo has podido...?
—Esta zona del muslo es muy sensible. Un amante apresurado o egoísta la habría ignorado y te habría tocado directamente aquí.
La acarició ligeramente entre las piernas.
Aún sensibilizada por el reciente orgasmo, _________ dio un brinco. Él apartó la mano y le acarició el muslo una vez más.
—Lo único que me redime de mis experiencias anteriores es poder ponerlas a tu disposición. Tú eres la única mujer a la que quiero dar placer a partir de ahora.
Cuando ella le acarició la cara, él apoyó la mejilla en su mano. __________ le tocó el labio inferior con el pulgar y, tirando de él, lo besó apasionadamente. Tom respondió colocándose encima y su corazón se aceleró, pensando que el momento de su unión era inminente.
Una vez más, lo agarró por el culo, animándolo a acercarse aún más. Él sonrió, apoyándose en un brazo.
—Esta postura no es buena. Necesito que te muevas.
—¿Por qué? ¿Qué problema hay?
—Es la peor postura para perder la virginidad —le explicó él, dándole ligeros besos en el hombro.
—Creo que me gustará. 
Tom se apartó.
—No, la primera vez, no. Podría hacerte daño sin darme cuenta.
«¿Daño?», pensó ella, alarmada.
A él se le encogió el corazón al ver la preocupación en sus ojos. Apoyando las manos a lado y lado de su cara, le dijo:
—No voy a hacerte daño, __________. No soy un adolescente. No soy él. Voy a ser muy, muy delicado. Precisamente por eso no vamos a hacerlo así.
—¿Por qué?
—Por el ángulo. Y por el peso. Aunque me apoye en los brazos, la gravedad no ayudaría. Pero si tú estás encima, puedes controlar los movimientos, la profundidad de la penetración..., todo. Te cederé el mando. Confía en mí —susurró, besándole la oreja.
Luego siguió acariciándola, murmurando palabras de adoración contra su piel casi translúcida. Rodeándole la espalda con los brazos, le dio la vuelta, colocándola sobre él.
Mientras ella reposaba sobre su pecho, Tom le susurró en italiano las palabras de Dante:

Color di perle ha quasi in forma, quale convene a donna aver, non for misura;
ella è quanto de ben pò far natura;
per esemplo di lei bieltà si prova.
De li occhi suoi, come ch’ella li mova,
escono spirti d’amore inflammati,
che fèron li occhi a qual che allor la guati,
e passan sì che ‘l cor ciascun retrova:
voi le vedete Amor pinto nel viso,
là ‘ve non pote alcun mirarla fiso

Tom estaba alabando su belleza y su bondad, comparándola con una perla y declarando que el Amor, en mayúsculas, se reflejaba en su rostro. _________ le susurró las gracias por sus preciosas palabras y permaneció quieta, escuchando los latidos del corazón de él. Se sentía abrumada pensando que tenía a esa persona, ese hombre al que había amado durante tanto tiempo, entre sus brazos. No podía dejar de tocarlo, de reseguir cada músculo, cada tendón firme y perfecto. Le recorrió las cejas, la hendidura central de su labio superior, las patillas, las orejas...
Tom alzó la cara para besarla. Le dibujó los labios con la lengua antes de succionarle el labio inferior y metérselo en la boca.
Durante unos minutos no existió nada más que dos cuerpos desnudos, tumbados juntos, piel contra piel. __________ siguió explorándolo: la cara, el pecho, las caderas. Empezó a acariciarle la erección suavemente, cautelosa, besándole el cuello mientras lo acariciaba arriba y abajo.
Tom gruñó de placer. Mucho más segura, lo acarició con más firmeza y rapidez mientras le besaba los pectorales y el tatuaje. Tom empezó a respirar con dificultad.
—Deja que te adore con mi cuerpo, _________ —le rogó con la voz ronca, no queriendo derramarse en su mano.
Cuando ella lo soltó, él le sujetó las piernas y le separó los muslos hasta hacerla apoyar las rodillas por la parte exterior de sus caderas. __________ sintió la erección de Tom entre sus piernas, levantándose como si tuviera voluntad propia. Se movió un poco, mientras una sombra le cruzaba la cara.
Él le apoyó la mano en el corazón y notó que le latía frenéticamente.
—¿Estás bien?
Ella se echó hacia adelante hasta que el cabello le cubrió el rostro.
Tom se lo apartó detrás de los hombros para verle la cara.
—Por favor, no te escondas. Quiero verte.
__________ se mordió el labio inferior y apartó la vista.
—¿Qué pasa?
Ella negó con la cabeza.
—Cariño, no es un buen momento para timideces. Dime qué te pasa.
___________ se quedó mirando su pecho, tratando sin éxito de no mirar al dragón, que parecía burlarse de ella.
—No es así como me lo había imaginado —susurró, en voz tan baja que a Tom le costó oírla.
—Entonces, dime cómo.
—Siempre me imaginé que estarías... tú encima. 
«Su bandera sobre mí es amor.»
—Me gusta estar encima, no lo niego, pero eres muy menuda y delicada, cariño. Me da miedo que...
—Sé que te he hecho esperar mucho, Tom —murmuró ella—. No pasa nada si no puedes ser cuidadoso. Entiendo que puedas necesitar ser... agresivo.
Su comentario lo disgustó mucho, porque reconoció las palabras de Simon en su voz.
CAP 34 (PARTE 3)
«Es normal que piense eso. Es lo único que ha conocido. Cree que los hombres somos como perros, sin ningún tipo de autocontrol, y que ella no es más que un juguete sexual.»
La idea le revolvió el estómago, pero se esforzó porque no se le notara mientras le acariciaba la mejilla.
—________, te quiero. Si yo fuera del tipo de hombres que se vuelven agresivos con una mujer porque los ha hecho esperar, no deberías acostarte conmigo. Eres una persona, no un juguete. No quiero usarte. Quiero darte placer. —Mirándola fijamente a los ojos, añadió en un susurro—: Te quiero para siempre, no sólo para esta noche. Por favor, déjame hacer las cosas a mi manera.
Con la mirada le rogaba que confiara en él. No quería tener que explicarle por qué estaba preocupado y qué clase de problemas estaba tratando de evitar. Ya habría tiempo para eso a la mañana siguiente.
—Lo único que quería era que alguien me amara —confesó ella en voz baja.
—Pues ya lo has encontrado.
Tom le capturó un pecho con la boca mientras le acariciaba el otro con la mano. Eran perfectos. Perfectos en peso y tamaño, naturales y bonitos. «Nata y capullos de rosa.» Recordó la noche en que le había visto uno por primera vez, asomando por el albornoz lila, en la habitación de hotel de Filadelfia. Recordó cómo había deseado llevárselo a la boca. Después de darle un suave lametón, le succionó el pezón, sintiendo cómo se endurecía en su boca.
__________ echó la cabeza hacia atrás, haciendo sonidos inarticulados.
Él calculó su reacción cuidadosamente. Quería que estuviera muy excitada. Si llegaba al orgasmo sólo con esto, bienvenido fuera. Lo que vendría a continuación sería entonces mucho más fácil.
—Suéltate, amor mío, no te resistas —la animó, ocupándose del otro pecho.
_________ se estremeció al oírlo y empezó a frotarse contra él con los ojos cerrados. Tom no tardó mucho en notar que se contraía y luego se relajaba, desplomándose contra su pecho. Ella abrió los ojos, parpadeó, y levantó la cabeza para sonreírle.
«Muchas gracias por el orgasmo número dos.»
Luego fue ella la que tomó la iniciativa y volvió a besarlo con sus labios hinchados. Cuando se apartó, Tom cogió algo de la mesilla de noche. __________ vio que se echaba una sustancia clara en la mano y se la extendía por el miembro sin demasiada delicadeza.
Al ver la expresión de desconcierto en su cara él se apresuró a explicarle:
—Te hará las cosas más fáciles.
___________ se ruborizó. Sabía que existían los lubricantes y ese tipo de cosas pero nunca había tenido ocasión de probarlos. Se sintió avergonzada por no haber pensado en comprarlo ella. Había ido a Florencia muy poco preparada.
—Eres muy considerado. 
Tom sonrió con suficiencia.
—Ya te dije que me encargaría de todas tus necesidades. —Besándola, la reclinó sobre la almohada—. Puedo usar condón, si has cambiado de idea.
—Con todas las pruebas que te has hecho, no creo que tengamos nada de lo que preocuparnos.
—Sigue siendo decisión tuya.
—Confío en ti.
—Me alegro mucho de ser el primero. 
_________sonrió al oírlo.
—Quiero que seas el último, Tom. —Lo besó apasionadamente, con el corazón lleno de sus palabras y sus actos—. Pero hay otra cosa que quiero ahora mismo.
—Lo que sea.
—Quiero que estés encima.
Cuando él empezó a fruncir el cejo, ella lo miró muy seria.
—Ya me has demostrado que eres un amante generoso. No me parece buena idea que me cedas el mando de algo que no domino. Me pone nerviosa. No podré relajarme. —Al cabo de unos segundos, añadió—: Por favor.
No quería suplicarle. Él le había dicho que expresara sus deseos y eso era lo que estaba haciendo.
En ese momento, Tom se dio cuenta de que para ella debía de ser estresante estar sentada sobre él, desnuda y expuesta, tomando la iniciativa de lo que iba a ocurrir. Tal vez más adelante, pero no la primera vez. A pesar de sus miedos, no podía negárselo.
Asintió, apretando la mandíbula y, con un fluido movimiento, tumbó a
__________ de espaldas y se arrodilló entre sus piernas.
Ella le dedicó una sonrisa radiante como el amanecer. Porque así era como se lo había imaginado siempre.
—Gracias —murmuró, contra la boca de Tom, cuando éste se inclinó para besarla dulcemente.
—Hace falta tan poca cosa para hacerte feliz.
—Yo no llamaría a esto «poca cosa» —replicó ella con una risita nerviosa, mientras se frotaba contra él.
Tom sonrió, agradeciendo el momento de frivolidad.
La música volvió a cambiar y _________ volvió la cabeza con curiosidad.
—¿Cómo se llama esta canción?
—Lying in the Hands of God, de la Dave Matthews Band.
—Me gusta.
—A mí también.
—¿Por qué la elegiste? —preguntó ella, con curiosidad.
—Por la letra, por la música... —Con los ojos brillantes, añadió—: Por el ritmo.
—¿Ah, sí?
—Siéntelo. Céntrate en él. Es perfecto para hacer el amor. —Sujetándola por las caderas, se apretó contra ella, deslizándose arriba y abajo al ritmo de la música, sabiendo que le gustaba tanto como a él.
__________ gimió, olvidándose de las risas y las bromas y empezó a empujar hacia Tom.
—Respira hondo, amor —susurró él.
Mientras ella lo hacía, Tom la penetró un poco. _________ cerró los ojos, disfrutando de la sensación.
Ahora que había tenido una pequeña muestra de lo que sería sentirla, la tentación de hundirse en su interior era mucho mayor. Pero si se apresuraba, podía desgarrarla. La deseaba y quería estar dentro de ella, pero olvidándose de sus deseos, permaneció quieto, apoyándose en los codos, lamiendo y succionándole los pechos.
Ahora que había tenido una pequeña muestra de lo que sería estar conectada a él, _________ quería más; mucho más. Lo quería todo.
—Con cuidado —le advirtió él, cuando ella levantó las caderas para atraerlo más—. La próxima parte será incómoda.
Al ver que no abría los ojos, Tom le acarició la mejilla con el pulgar.
—Mírame a los ojos. —Cuando ella parpadeó y lo hizo, Tom la miró solemne—. Te lo doy todo. Mi cuerpo. Mi alma. Tómalos. Tómalo todo.
Siguieron mirándose fijamente mientras él la penetraba un poco más, empujando lentamente.
__________ abrió mucho los ojos y ahogó un grito cuando él se abrió camino en su interior.
Tom se detuvo inmediatamente, sujetándole la cadera con una mano para impedir que ninguno de los dos se moviera.
—Lo siento, cariño —la consoló, acariciándole la cara—. Esto ha sido lo peor, te lo prometo. ¿Estás bien? —Le miró la cara, buscando lágrimas.
Pero no estaba llorando. No había sido tan doloroso como había temido. No es que fuera... cómodo, pero la sensación de tenerlo en su interior, las emociones que veía reflejadas en su rostro, la distraían de lo demás. Era todo muy intenso.
Y quería más. Más de él, más de aquello, de los dos juntos... Quería verlo cuando alcanzara el éxtasis y saber que lo habían conseguido juntos. Quería que encontraran su propio ritmo. La música los envolvía, marcando un ritmo tentador que __________ quería reproducir con Tom.
Sonrió y él sintió que la sonrisa de ella le llegaba directa al corazón, acallando sus preocupaciones. Sin dejar de mirarla, empezó a entrar y salir de su cuerpo con lentitud.
__________ parpadeó rápidamente al notarlo dentro una vez más.
Deslizó las manos por los músculos en tensión de su espalda y le acarició las nalgas, sintiendo sus curvas y el ritmo de sus embestidas. Tom se apoyó en un brazo y le trazó dibujos con un dedo desde las costillas hasta los hombros. Era preciosa. Tenía el cabello, largo y oscuro, suelto sobre la almohada y los ojos castaños clavados en él. La boca, roja y abierta, porque gemía con cada embestida.
Le deslizó una mano debajo del culo, guiándola y moviéndola, manteniendo aún un ritmo suave. Llevaba tanto tiempo esperando...
___________ vio que fruncía un poco el cejo y que se mordía el labio inferior.
Se movían sin cesar, no muy de prisa, pero con determinación, con la sincronización de dos amantes que no apartaban los ojos el uno del otro.
___________ leyó tantas emociones en los de él: amor, preocupación, pasión, adoración, afecto, deseo erótico... La miraba como si fuera la única mujer sobre la Tierra, como si no existiera nada más en su universo privado que ellos dos, la música sensual que flotaba en el aire y los sonidos que escapaban de su boca.
Ella se oyó gemir y jadear, pero estaba demasiado excitada como para sentirse avergonzada al oír los sonidos que escapaban sin control de su garganta.
A Tom le encantaba oírlos y lo excitaban aún más, si era posible. Aumentó la velocidad de sus embestidas y, al mismo tiempo, metió una mano entre los dos y la acarició íntimamente. __________ le demostró su placer apretándole el trasero con más fuerza, luchando por mantener los ojos abiertos.
—Mírame. Quiero verte los ojos cuando te corras. —La intensidad de la voz de Tom se correspondía con la de su mirada.
___________ abrió más los ojos cuando él aceleró la velocidad de sus dedos. Se sintió tensarse como un nudo demasiado apretado para luego, súbitamente, estallar y relajarse.
Murmullos eróticos y murmullos de adoración le llenaron los oídos. Tom no había soltado insultos ni maldiciones, aunque estaba demasiado distraída para fijarse en ese hecho asombroso. No sabía que, habitualmente, él era un amante ruidoso, que gritaba, gruñía y soltaba palabrotas para expresar sus necesidades. Pero esa noche, en aquel espacio semisagrado, sus exclamaciones habían sido limpias y puras.
—Te quiero, te quiero, te quiero —entonó sobre ella, al ritmo con sus movimientos.
___________ estaba experimentando una sensación de plenitud intensa y sin precedentes. Antes de recuperarse del orgasmo, sintió que Tom la penetraba profundamente, gritando su nombre.
Aunque tuvo cuidado de apoyarse en los brazos, se derrumbó sobre ella mientras las emociones y sensaciones del poderoso orgasmo lo sacudían de arriba abajo. La abrazó, manteniéndola pegada a su cuerpo, mientras le susurraba palabras de amor al oído en italiano, esperando a que abriera los ojos.
«Amo a esta mujer más que a mi propia vida.»
Su preciosa Beatriz ya no era virgen. Él había tomado —y entregado— lo que Dante nunca pudo. En silencio, rezó para que ella no se arrepintiera de haberlo elegido como su primer amante.
Se volvió de lado y le acarició la barbilla con un dedo. Sólo entonces se dio cuenta del rubor que le cubría el cuello, el pecho y más abajo, hasta los muslos. Tom se sintió culpable.
«Dios mío, le he hecho daño.»
—¿_______?
Al abrir los ojos, tenía la mirada perdida, pero al ver a Tom le dirigió una bonita sonrisa que dejó al descubierto sus dientes blancos. Se sentía como una pluma llevada por la brisa del verano. Había sido mucho mejor que cualquier otra cosa. Verlo y oírlo, tocarlo, saborearlo y, finalmente, compartir el clímax, sincero, crudo, excepcional.
Él soltó el aire y la besó apasionadamente.
—¿Estás bien?
—Sí —ronroneó ella.
—Te amo. Sólo quiero hacerte feliz y verte sonreír. Para siempre.
—Me vas a hacer llorar.
___________ no pudo decir nada más. No le salían las palabras. Lo besó con los ojos cerrados, disfrutando de la sensación de estar entre los brazos de su amante. El primero. Y el último.
—No llores, mi dulce niña. —Tom le besó los párpados y le acarició las mejillas.
Pero de repente, se levantó y _________ se encontró sola en la gran cama, que parecía aún más grande y fría por su ausencia. La sensación de pérdida fue muy intensa, pero tenía la mente nublada por el éxtasis y, antes de poder reaccionar, Tom ya había vuelto a la cama.
—Deja que mire un momento, cariño —le pidió él, inseguro.
__________ no tenía ni idea de qué le estaba pidiendo, así que se limitó a hacer un sonido de asentimiento. Al notar que unos dedos le separaban las rodillas y le levantaban una pierna, los ojos se le abrieron de golpe como platos.
Cuando sus miradas se cruzaron, Tom se detuvo en seco.
—Sólo quiero asegurarme de que todo está bien.
Cuando se había lavado en el baño, no había encontrado ningún rastro de sangre, lo que lo había aliviado mucho. Examinó a _________ y lo que vio acabó de tranquilizarlo. Le presionó algo húmedo y suave entre las piernas.
Ella se encogió.
—Lo siento —se excusó, volviendo a aplicarle la toalla húmeda. Al retirarla, vio un par de manchas rosadas, pero nada preocupante. Tom habría preferido que no hubiera habido ningún tipo de mancha, pero mejor rosa que rojo.
—No pasa nada, es que me has sorprendido.
La voz de _________ temblaba, pero no de dolor. Seguía muy sensibilizada y cuando Tom la había tocado allí, las sensaciones se habían intensificado.
Él le alargó un vaso de agua de la mesita de noche y le dio una pastilla.
—Ibuprofeno —le explicó—. Para el dolor.
—Tom, no es tan grave. Yo ni siquiera lo llamaría dolor.
—Por favor —le rogó él.
A _________ la sorprendió su exagerada reacción, pero por no discutir, se tomó la pastilla y se bebió el vaso entero de agua. Tenía mucha sed.
Cuando hubo acabado, Tom la cogió en brazos y, besándole la frente una y otra vez, la llevó al baño.
________ oyó el ruido del agua antes de entrar.
—¿Qué pasa? —preguntó, sin levantar la cabeza.
—Nada. Deja que cuide de ti —respondió él, metiéndola con cuidado en la acogedora bañera.
El agua caliente y la espuma con aroma a rosas fue reconfortante. ________ seguía como flotando, pero poco a poco la realidad se iba imponiendo. Al abrir los ojos, vio a Tom de pie sobre ella, aún desnudo, glorioso, comprobando la temperatura del agua con los dedos y ajustando los grifos.
—¿Tienes más sed? 
Ella asintió.
Él desapareció, pero regresó en seguida con una copa llena de un líquido color granate.
—Zumo de arándanos con soda —le explicó—. Te sentará bien. 
_________ levantó una ceja, preguntándose cuándo se habría convertido en un experto en males femeninos, pero una vez más, decidió no discutir con él. Bebió con ganas y le devolvió la copa vacía.
—Has cambiado la música. ¿Qué es?
—Sogno, de Andrea Bocelli.
—Es bonita.
—No tanto como tú.
Cerrando los grifos, Tom se sentó en la bañera detrás de ella, estirando las piernas a lado y lado y acercándola a su pecho. Los dos suspiraron de satisfacción. _________ le apoyó la cabeza en el hombro y él le acarició el cabello con delicadeza.
—¿Y a ti... te ha gustado?
«"Gustar" no es la palabra que emplearía», pensó él.
—Nunca había sentido nada parecido. Has estado perfecta. Eres perfecta. —Le besó la coronilla y ella se acurrucó entre sus brazos—. Y muy, muy sexy. ¿Y a ti?
—Ha sido incluso mejor que en mis sueños. Gracias. 
Él le acarició la piel húmeda de las costillas.
—¿Y a qué ha venido el baño? —preguntó ella, revolviéndose ligeramente y notando una nueva erección clavársele en la espalda.
—Quería cuidar de ti —le susurró él al oído.
—Gracias, Tom, por ser tan amable conmigo. Sé que las cosas no habrían sido ni la mitad de buenas con cualquier otra persona.
Él le besó el cabello.
—Te mereces mucho más. Te mereces a alguien mejor que yo, Beatriz —murmuró él—. La gloriosa donna della mia mente. La gloriosa dama de mi mente.
—Mi Dante. —_________ se volvió y le besó el pecho húmedo—. ¿Cuándo podremos volver a hacerlo?
Él sonrió.
—Mañana. Tienes que recuperarte.
Ella se revolvió impaciente.
—No ha sido tan grave. Has sido muy cuidadoso.
—Después de todo lo que hemos compartido, lo único que quiero es abrazarte y sentirte cerca. Descansa entre mis brazos sabiendo que te amo. Haremos el amor muy, muy pronto.
_________ se relajó contra su pecho y, en silencio, dio gracias a los dioses de las enormes bañeras, de los amantes atractivos y muy sexies y de los baños de espuma con aroma a rosas. (No necesariamente en ese orden.) Luego dio gracias a los dioses de las vírgenes que estaban a punto de hacer el amor con sus novios, que eran unos auténticos dioses del sexo (sin ánimo de ofender a los demás dioses) y que le habían regalado la madre de todos los orgasmos. Tres veces.
De madrugada, los amantes del Edén seguían abrazados, piel contra piel, adormilados y saciados en una cama grande y blanca. La luz y la oscuridad, la inocencia y la experiencia; se besaban y acariciaban al calor de la aceptación que su amor había creado. El ángel oscuro le susurró a su musa palabras en italiano hasta que ésta se durmió entre sus brazos, más feliz de lo que lo había sido nunca, sintiéndose amada.




FIN!!! (CONTINUACION – EL EXTASIS DE TOM ---- )





BUENO, HOLA ... AQUI ESTA EL FINAL DEL PRIMER LIBRO, ESPERO Y LES GUSTE, YA CHICAS ... AQUI ESTA LO QUE TANTO ESPERABAN LEER ^^ JAJAJA ... ESA RAYA ES LA GOLOSA ... ME CAGO DE RISA CUANDO LE PREGUNTA A TOM ... ¿Y CUANDO LO VOLVEREMOS A HACER? JAJAJJA ... BUENO ESPERO SUS COMENTARIOS, DISCULPEN LA DEMORA NO HABIA TENIDO TIEMPO, BUENO YA LES DEJO EL LINK DE LA PAGINA DEL SEGUNDO LIBRO, ADIOS :)) 

viernes, 2 de mayo de 2014

.- EL INFIERNO DE TOM .- 33 (PARTE 1 y 2)

CAP 33 (PARTE 1)
Esa tarde, a las ocho, la señorita Mitchell acababa de retocarse el peinado mientras su novio la miraba con deseo desde la puerta del cuarto de baño. La adoraba. Era evidente en cada mirada, cada caricia, en el modo en que se quedaba embobado observándola hacer las cosas más sencillas.
Se había rizado el pelo y se había hecho un recogido, dejándose algunos mechones enmarcándole el rostro, mechones que Tom deseaba enrollarse en el dedo. La esteticista de Toronto le había dado un tubo de maquillaje corrector, capaz de ocultar hasta las marcas más rebeldes. Era tan eficaz que _________ no tuvo que ponerse el pañuelo para cubrir la marca del mordisco de Simon. Poder olvidarse de eso durante unas horas le causó una gran alegría, entre otras cosas porque el bonito pañuelo de Grace no habría quedado bien con su atuendo.
Era un sedoso vestido nuevo, verde esmeralda, de manga larga y escote de pico, largo hasta la rodilla. Llevaba medias negras con ligas y estaba a punto de ponerse los zapatos de tacón negro de Prada.
Mientras Tom la observaba agacharse para ponérselos, se juró que le compraría muchos más pares. Los zapatos de tacón no sólo hacían maravillas con sus piernas, sino también con su escote al agacharse.
—Permíteme —dijo, acuclillándose delante de ella con su traje azul marino recién planchado.
Le cogió la mano y la apoyó en su hombro para ayudarla a mantener el equilibrio, mientras le levantaba un pie y después el otro para ponerle los zapatos.
—Gracias —murmuró _______.
Él sonrió y le besó la mano.
—Por ti cualquier cosa, Cenicienta.
Ella sacó su gabardina tres cuartos negra del armario y se disponía a ponérsela cuando Tom se la arrebató de las manos.
—Déjame hacerlo —le pidió—. Quiero mimarte.
—Es una gabardina, Tom. Puedo ponérmela sola.
—Ya lo sé. Pero también es una oportunidad para comportarme como un caballero y honrarte. No me prives de ella.
Ella se ruborizó, pero asintió. No estaba acostumbrada a recibir tanta atención, aunque con él estaba empezando a acostumbrarse. Quería aceptar sus atenciones con naturalidad, pero no siempre le resultaba fácil creer que merecía ser tratada así. Levantó la cara para darle un beso y susurrarle las gracias contra los labios.
Con ella cogida de su brazo, Tom la guió hasta el restaurante. _______ y Tom pasearon tranquilamente por las calles adoquinadas. Desde el Palazzo Vecchio fueron al Palazzo dell’Arte dei Giudici, riendo y recordando anteriores visitas a la ciudad. Iban despacio, porque recorrer Florencia con zapatos de tacón no era tarea fácil. Por suerte, Tom la llevaba bien sujeta del brazo y eso le permitía caminar con seguridad, aparte de evitarse los silbidos y piropos de los jóvenes florentinos. La ciudad no había cambiado mucho desde los tiempos de Dante.
El restaurante que Tom había elegido se llamaba Alle Murate. Estaba situado cerca del Duomo, en un edificio del siglo XIV que había albergado un gremio y tenía unos impresionantes frescos de la época en las paredes y el techo. Incluso había un retrato de Dante. __________ se quedó abrumada por la belleza de las pinturas y se distrajo mirándolas mientras el maître los conducía a su mesa.
Tom había reservado un rincón tranquilo en el altillo que dominaba la sala principal, justo debajo del techo abovedado. Era la mejor mesa, ya que permitía contemplar de cerca las imágenes medievales. Cuatro ángeles petrificados en las pinturas al fresco flotaban sobre sus cabezas. _________ cogió la mano de Tom y la apretó. Estaba exultante de felicidad.
—Es precioso. Gracias. No tenía ni idea de que existían estos frescos.
Él sonrió ante su entusiasmo.
—Y mañana será aún mejor. Massimo me ha dicho que la conferencia tendrá lugar cuando el museo ya esté cerrado. Tras la recepción con autoridades locales y gente del mundo académico, habrá un banquete en la propia galería. Será un acto formal pero no de etiqueta y nosotros seremos los invitados de honor.
__________ sonrió, tensa.
—No he traído ropa para un acto formal.
—Estoy seguro de que estarás preciosa con cualquier cosa que te pongas, pero entiendo que no quieras repetir vestido, así que me temo que mañana tendré que llevarte de compras.
—¿Estás seguro de que no prefieres ir solo a la conferencia? El banquete es en tu honor y estarás muy solicitado. Tal vez te sientas más cómodo si puedes relacionarte libremente, sin estar pendiente de mí.
Él le apartó un rizo de la cara.
—_________, tu presencia no sólo es deseada, sino obligatoria. Odio ir a actos sociales solo. Desde siempre. Tenerte a mi lado será la única satisfacción de la noche, te lo aseguro. ¿No quieres acompañarme? —preguntó preocupado.
—Claro, me encanta estar contigo, pero la gente me preguntará quién soy y a qué me dedico. ¿No será un poco incómodo?
El rostro de Tom se ensombreció.
—¡Por supuesto que no! He estado esperando a que acabara el semestre para poder disfrutar de tu compañía en público y poder presentarte como mi novia. Y no hay nada vergonzoso en estar preparando el doctorado. La mitad de los presentes lo hicieron en algún momento. Eres una mujer adulta, inteligente y preciosa...
Sonrió con malicia y, tras mirarla, añadió:
—Voy a tener que mantenerte pegada a mí para ahuyentar a los rivales. Van a rodearte como lobos etruscos, luchando entre sí por conseguir la atención de la dama más bella de la fiesta.
_________ sonrió, agradecida, y se inclinó hacia él para darle un beso.
—En ese caso, me encantará acompañarte.
Como respuesta, Tom le besó el dorso de la mano, la palma y la muñeca antes de mover los labios lentamente hasta la manga del vestido. Levantándosela un poco, dejó al descubierto su pálida piel y la besó sin prisas. Arrastró los labios hasta la zona sensible del interior del codo y succionó ligeramente. Aunque __________ no lo sabía, Tom era muy consciente de que el interior del codo es una zona particularmente erógena.
El carraspeo del camarero a su espalda sólo logró que Tom detuviera un momento sus atenciones. Pero ver a _________ ruborizarse lo convenció de que debía soltarle el brazo, aunque lo hizo a regañadientes.
Mientras bebían vino de la Toscana y tomaban unos antipasti, Tom le preguntó por su anterior estancia en Italia, dónde se había alojado y a qué se dedicaba. Cuando ella le contó que había visitado los Uffizi casi a diario para contemplar las obras de Botticelli, se preguntó muy seriamente si existiría el destino. Y se maravilló de haber sido tan afortunado como para haberla encontrado no una vez, sino dos.
Cuando ya habían acabado el segundo plato y estaban mirándose a los ojos e intercambiando castos besos, Tom le soltó la mano y rebuscó en el bolsillo de la americana.
—Tengo algo para ti.
—Tom, el viaje es un regalo maravilloso y ahora además quieres comprarme un vestido. No puedo aceptar nada más.
Él negó con la cabeza.
—Esto es distinto. Antes de que te lo dé, quiero que me prometas que lo aceptarás.
__________ lo miró a los ojos. No estaba bromeando. De hecho, estaba muy serio. Se preguntó qué escondería en la mano.
—No puedo prometerte eso sin saber qué es. 
Él hizo una mueca.
—Prométeme al menos que no te cerrarás en banda.
—Por supuesto.
—Extiende la mano.
_________ hizo lo que le pedía y Tom le colocó una cajita de terciopelo negro sobre la palma. Ella contuvo el aliento.
—No es un anillo, así que puedes volver a respirar —dijo sonriendo, aunque se notaba que estaba tenso.
Al abrir la caja, __________ no reaccionó. Sobre el terciopelo negro había dos pendientes de diamantes, grandes, redondos y perfectos, de aproximadamente un quilate cada uno.
—Tom, yo... —________ no encontró palabras.
—Antes de que los rechaces, me gustaría contarte su historia. ¿Me escucharás, por favor?
Ella asintió, fascinada por el brillo de los diamantes.
—Eran de Grace. Richard se los regaló cuando le dijo que la amaba. No tardó mucho tiempo en enamorarse perdidamente de ella. Cuenta la leyenda que vendió su coche para comprarle estos pendientes.
__________ se quedó con la boca abierta. Por supuesto, se los había visto puestos a Grace muchas veces. Casi nunca se los quitaba.
—Quiero que sean para ti.
Ella negó con la cabeza y, con mucho respeto, casi con reverencia, cerró la caja y se la devolvió.
—No puedo. Eran de tu madre. Debes tenerlos tú.
—No.
—Tom, por favor. Deberías dárselos a Rachel o a Scott.
—Rachel y Scott tienen otras cosas. Richard me dio los pendientes a mí. —Tom empezó a sentir pánico. Entornó los ojos y se concentró en la pequeña superficie de terciopelo rodeada por su piel de porcelana—. Si los rechazas, me harás mucho daño.
Aunque lo dijo susurrando, sus palabras la golpearon con la fuerza de un grito.
__________ tragó saliva y reflexionó unos instantes antes de decir:
—Lo siento. Son preciosos y no puedo expresar con palabras lo honrada que me siento, pero no me parece correcto.
Vio que el estado de ánimo de él pasaba de herido a disgustado y bajó la vista hacia el mantel.
—No me has entendido, _________. No te los doy para que tengas algo de Grace. No son como el pañuelo o el collar de perlas.
Ella se mordió el labio inferior mientras esperaba a que siguiera hablando.
Él se inclinó y le puso una mano en la mejilla.
—Te los regalo para conmemorar que ya te he entregado mi corazón. —Tragó saliva—. Es mi manera de decirte que eres el amor de mi vida y que quiero que siempre lleves algo mío contigo. ¿No lo ves? Estos diamantes representan mi corazón. No puedes rechazarlos.
__________ vio que hablaba completamente en serio. Si le hubiera regalado un anillo de compromiso se habría sorprendido mucho, pero lo habría aceptado. Sabía que no había en el mundo otra persona para ella, sólo él. Entonces, ¿por qué dudaba?
Por un lado, era una cuestión de orgullo, pero por otro, la idea de hacerle daño al rechazar su regalo le resultaba intolerable. No quería herirlo. Lo amaba. Y suponía que eso respondía a su dilema.
—Son preciosos. Son el regalo más bonito que he recibido nunca, sólo comparable al de tu amor. Gracias.
CAP 33 (PARTE 2)

Él le besó los dedos, agradecido.
—Grace se sentirá muy feliz si sabe que nos hemos encontrado. Creo que nos está viendo desde arriba y nos está bendiciendo. Y creo que está muy contenta al ver que le he regalado los pendientes a la mujer que amo.
Sonriendo, la abrazó apasionadamente.
—Gracias —susurró.
Después de besarla, le quitó la cajita de la mano y la ayudó a ponerse los pendientes, dándole un beso en cada lóbulo al acabar.
—Meravigliosa.
__________ se rió, nerviosa.
—Todo el mundo nos está mirando.
—No todo el mundo. El camarero está en la cocina —bromeó él, lo que provocó la risa de __________ una vez más.
Mirándola fijamente, se inclinó hacia ella y le susurró al oído:
—«Qué hermosa eres, amada mía».
_________ se ruborizó al reconocer las palabras del famoso poema hebreo, el Cantar de los Cantares. Inclinándose hacia él, murmuró:
—«En mi lecho, por la noche, busqué al amado de mi alma. Lo busqué, pero no lo encontré. Me levantaré y recorreré la ciudad; lo buscaré por las callejuelas y las avenidas».
Tom sonrió, mirándola con sorpresa y admiración y la besó hasta que el camarero regresó.
___________ no quiso postre y, como ya se habían acabado el vino, se dirigieron hacia el hotel como flotando.
—¿Qué tal van tus pies? —preguntó él, mirando con deseo sus preciosos zapatos.
Ella le apretó la mano.
—No los siento. En estos momentos, lo único que siento es una gran felicidad.
Tom le sonrió con ternura.
—Qué dulce eres. —Le enredó un dedo en un rizo del cabello—. ¿Podrás soportar que demos un rodeo? El Duomo es precioso de noche y nunca te he besado delante de él.
Cuando ella asintió, Tom la condujo hasta la catedral para admirar la cúpula de Brunelleschi. Era uno de los grandes hitos de la arquitectura renacentista: una enorme cúpula cubierta de tejas, que se elevaba sobre la preciosa iglesia. Se acercaron a la puerta principal, que no quedaba lejos del baptisterio y levantaron la vista. Incluso de noche era impresionante.
Acercando a ________ a su pecho, Tom la besó con dulzura, enredando los dedos en los mechones sueltos de su cabello.
Ella gimió débilmente cuando él le besó el lóbulo de la oreja y se lo succionó con delicadeza.
—No te puedes imaginar cómo me siento al saber que he sido yo quien te ha regalado estos pendientes —susurró Tom, acariciándole la oreja con la nariz—. Sabiendo que llevas puesto mi amor y que todo el mundo puede verlo.
________ respondió con un beso apasionado.
Cogidos de la mano, fueron hasta el Ponte Santa Trinità, el lugar donde Dante vio a Beatriz. Desde allí contemplaron el Arno, iluminado por las luces de los edificios que se alzaban a lado y lado.
—_________ —murmuró él, abrazándola mientras miraban el río.
—Tom. —________ levantó la cara, preparándose su beso.
Él la besó, suavemente al principio, pero luego cada vez con más intensidad. Al final, se apartó de ella, consciente de que se estaban convirtiendo en un espectáculo para los transeúntes.
—Me siento tan feliz por haberte reencontrado. Nunca lo había sido tanto.
Le acarició la mejilla con un dedo y la besó en la frente. Impulsivamente, ella lo agarró por la corbata de seda y tiró hasta que sus caras quedaron casi tocándose.
—Te deseo —susurró, acercándolo aún más para besarlo.
No fue un beso cualquiera. La tigresa estaba emergiendo bajo la piel de la gatita. La pasión de ________, alimentada por el afecto de Tom, pasó de su boca a la de él mientras se esforzaba por demostrarle la intensidad de sus sentimientos. Sus manos, que generalmente ella mantenía quietas sobre sus hombros o en su pelo mientras lo besaba, le exploraron el pecho y se desplazaron hasta su espalda, acariciando sus músculos y pegándolo más a ella.
Su ataque era delicioso. Tom contraatacó dentro de unos límites, muy consciente del puente que tenía a la espalda y de los grupos de jovenzuelos impertinentes que no paraban de pasar por su lado.
Cuando ambos estuvieron jadeando, ________ le susurró al oído:
—Hazme tuya. Ahora.
—¿Estás segura? —preguntó él con voz ronca, acariciándole las caderas y el trasero.
—De todo corazón.
Tom le pasó un dedo sobre el labio inferior, hinchado por sus besos.
—Sólo si estás preparada.
—Te deseo desde siempre, Tom. Por favor, no me hagas esperar más.
Él se echó a reír suavemente.
—En ese caso, será mejor que nos vayamos de este puente —dijo, dándole un beso.
Se apartó unos pasos para hacer una rápida llamada telefónica. A ________ le pareció que le daba alguna instrucción al conserje en italiano, pero no lo entendió todo, porque él se dio la vuelta y bajó el tono de voz.
Cuando se lo preguntó, se echó a reír.
—Ya lo verás.
Tardaron un poco más de la cuenta en llegar al hotel, ya que cada pocos pasos uno de los dos agarraba al otro para darle un beso apasionado. Hubo risas y caricias suaves; hubo abrazos tiernos y murmullos seductores y uno o dos tangos contra la pared de algún callejón oscuro.
Aunque no habría hecho falta ningún tipo de seducción, ya que toda ésta había tenido lugar en un huerto de manzanos años atrás.
Cuando entraron en la suite, Tom llevó a _________ directamente a la terraza. Ambos vibraban de electricidad compartida y de deseo. Fue ese deseo, que la cegaba, lo que hizo que ella tardara un poco en darse cuenta de la transformación que había sufrido la terraza. Habían colocado grandes velas por los rincones. Su cálida luminosidad se unía a la luz de las estrellas. El aire olía a jazmín. Los cojines y la manta de cachemira sobre el futón eran muy tentadores.
Había una botella de champán en una cubitera y, cerca, un plato de fresas bañadas con chocolate y otro con lo que parecía tiramisú. Por último, _________ se dio cuenta de que sonaba música de Diana Krall.
Tom se acercó por detrás y le rodeó la cintura con los brazos, acariciándole la oreja con la nariz.
—¿Te gusta?
—Es precioso.
—Tengo planes para esta noche, mi amor. Y me temo que esos planes no incluyen dormir hasta dentro de mucho rato.
___________ se estremeció al oír su voz, grave y sensual. Él la abrazó con más fuerza.
—¿Te estoy poniendo nerviosa? 
Ella negó con la cabeza.
Tom empezó a besarle el cuello, deslizando los labios suavemente sobre su piel.
—Ésta es una declaración de deseo —murmuró él—, pero esta noche dejará de ser una declaración y se convertirá en realidad cuando te lleve a la cama y te convierta en mi amante.
__________ se estremeció una vez más. Esta vez, Tom levantó el brazo y se lo pasó por encima de la clavícula.
—Relájate, cariño. Esta noche está dedicada al placer. Tu placer. Pienso hacerte gozar durante horas.
Tras besarle la mejilla, le dio la vuelta muy lentamente.
—Los preliminares son muy importantes. Y dado que esto es nuevo para los dos, hay unas cuantas cosas que me gustaría hacer para empezar.
La miró a los ojos, esperando su reacción.
—Soy tuya, Tom. 
Sonriendo, él la abrazó.
—Quiero explorar tus sentidos, el oído, el gusto, la vista, el tacto... Quiero tomármelo con calma, excitarte poco a poco. —Bajó la voz—. Sobre todo, quiero que tu cuerpo aprenda a reconocer al hombre que te adora, sólo por el tacto.
—Ya te reconozco, Tom. Sólo existes tú.
Él la besó apasionadamente mientras las notas de Bésame mucho empezaban a sonar.
—¿Bailas conmigo?
—Por supuesto. 
«Como si fuera a renunciar a la oportunidad de tenerte entre mis brazos.»
Cuando él la acercó a su cuerpo, _________ le besó la mejilla.
—¿Es nuestra canción? —preguntó, acariciándole el labio inferior con un dedo.
—Debería serlo —respondió Tom—. Lo recuerdo todo de aquella noche: tu pelo, tu vestido. Estabas espectacular. Y yo fui un imbécil. Sólo pensar en las cosas que te dije... —Negó con la cabeza—. ¿Cómo pudiste perdonarme?
Ella le dirigió una mirada de reproche.
—Tom, me estás ofreciendo una noche digna de un cuento de hadas. Por favor, no lo estropees.
Él la besó en los labios como disculpa y, tras abrazarla con fuerza, le acarició las costillas. Ya que, aunque __________ lo ignoraba, Tom sabía que aquélla era otra zona erógena de la mujer.
Mientras se movían al ritmo de la música, él le cantaba suavemente al oído, volcando su alma en la letra, pero cambiándola ligeramente para que _________ supiera que nunca la abandonaría. No se conformaría con menos que la eternidad y ni el mismísimo infierno podría impedirle cumplir ese voto. Un voto que no había pronunciado en voz alta.
Todavía.
_________ alzó la vista y se quedó mirando sus labios, memorizando su forma y su textura. Mientras le mordisqueaba el labio inferior y se lo succionaba hasta metérselo en la boca, le hundió los dedos en el pelo. La boca de Tom era dulce, húmeda y muy cálida. Pero en ella también encontró hambre, necesidad, pasión, amor y devoción. Con sus besos, él accedía a todas las partes de su cuerpo y de su alma. Hasta en los dedos de los pies sentía su adoración y su deseo.
Dos cuerpos se apretaban en un baile. Era la danza de dos amantes ansiosos, llenos de expectativas.





HOLA!!! BUENO, CREO QUE EN ESTE CAPS NO HAY ALGO ARDIENTE PERO SI MUCHA DULZURA ... ESTOY MURIENDO, MI CORAZON SE ESTA PARTIENDO DE TANTO AMOR QUE ESOS DOS SE DEMUESTRAN, YO QUIERO UN NOVIO ASI *-* ... BUENO, MAÑANA SE ACABA EL PRIMER LIBRO Y CONTINUA EL SEGUNDO, MAÑANA SI HAY SEGURISISISISIMO CAPS ARDIENTE ^^ ... ASI QUE, PREPARAOS MENTALMENTE Y OJALA NO SUFRAN ATAQUES AL CORAZON JIJI, EXAGERADA YO ... BUENO, SI VEO MAÑANA, 4 O MAS COMENTARIOS LES AGREGO EL FINAL SI NO, HASTA EL DOMINGO, DE USTEDES DEPENDE ;) ... ADIOS 

jueves, 1 de mayo de 2014

.- EL INFIERNO DE TOM .- 32 (PARTE 1 y 2)

CAP 32 (PARTE 1)
________ se despertó a la mañana siguiente desnuda. O eso le pareció.
Estaban en la cama de Tom, con las piernas entrelazadas.
Tenía la cabeza apoyada en el hombro de él y uno de sus brazos alrededor de las caderas.
Recorrió la espalda de él con la mano hasta comprobar que no estaba desnudo. Al bajar la vista, vio que ella llevaba puesto el conjunto rosa de sujetador y braguitas.
En sus sueños, se habían metido en la cama desnudos y habían hecho el amor horas y horas. Tom se había colocado encima de ella y la había capturado con la mirada, como si fuera un imán, mientras la penetraba lentamente hasta que se habían convertido en un solo ser. En un círculo eterno sin principio ni fin. La había adorado con su cuerpo y sus palabras. Había sido más bonito y emotivo que en sus sueños anteriores.
Pero no había sido más que eso. Otro sueño. Suspiró y cerró los ojos, recordando los acontecimientos de la noche anterior. El dolor y el alivio llenaron su corazón. Dolor por la pérdida de Tom y por la desesperación que lo torturaba y alivio porque ya no quedaban secretos que se interpusieran entre ellos.
Tom murmuró su nombre, mientras los ojos se le movían bajo los párpados muy de prisa. Estaba profundamente dormido. La noche anterior había sido agotadora para él. Se había desmoronado.
Liberándose de su abrazo con mucho cuidado, se levantó para ir al baño.
Al mirarse en el espejo, vio que tenía el pelo alborotado, el rímel corrido y los labios hinchados por los besos. Él le había dejado varias marcas en el cuello y el pecho, muy ligeras, que no le dolían en absoluto. Había sido un amante considerado pero entusiasta.
Se lavó la cara y se cepilló el pelo, recogiéndoselo en una cola alta. En vez del albornoz lila, se puso provocativamente una camisa de Tom. Recogió el Globe and Mail del rellano y saludó con la mano al nervioso vecino, que la miró boquiabierto con sus gafas sin montura, antes de desaparecer en su casa como un ratón asustado.
No estaba acostumbrado a ver tanta belleza tan temprano.
Además, llevaba sólo unos pantalones de pijama con dibujos de Superman.
Cuando _________ entró en la cocina, se la encontró hecha un desastre, ya que la noche anterior habían estado demasiado distraídos como para ocuparse de temas tan prosaicos. Tras darse el lujo de disfrutar de un trozo de tarta de manzana con queso cheddar de Vermont, se dedicó a devolver al apartamento de Tom su esplendor inicial. Le llevó más rato del que había previsto.
Cuando la cocina estuvo inmaculada y, en vista de que él seguía durmiendo, se sirvió una gran taza de café y se sentó a leer el periódico en la butaca frente al fuego. La imagen de su blusa tirada en el suelo junto a la camisa Oxford de Tom la hizo ruborizarse y sonreír al mismo tiempo.
«Por desgracia, eso es más de lo que podemos hacer tú o yo», pensó, recordando el poema sobre la pulga.
Tom se había detenido. Ella se habría entregado gustosa a él porque lo amaba. Para _______, no se trataba de saber si se entregaría a él, sino sólo de cuándo. Pero Tom había murmurado algo ininteligible contra su pecho desnudo y se había detenido.
Tenía tanto miedo de que ella lo abandonara cuando descubriera su relación con Paulina y la trágica pérdida de su hija. Pero su confesión, lejos de apartarlos, los había unido aún más. Al menos, _________ había logrado convencerlo de eso.
«Y tal vez, dentro de tres días, estaremos tan unidos como puede estarlo una pareja.»
Faltaban dos días para que salieran de viaje hacia Italia y ella lo acompañaría a la conferencia como su novia. Y cuando su estancia en Florencia llegara a su fin, tal vez pudiesen visitar Venecia o la región de Umbría como amantes.
A pesar de las revelaciones de la noche anterior, se sentía muy cómoda y a gusto en la butaca de Tom y con su camisa. Estaba segura de que se pertenecían el uno al otro. Mientras los hados no conspiraran en su contra, serían felices juntos. O eso esperaba.
Aunque saber que Paulina tenía la capacidad de poner la vida de Tom patas arriba con una simple llamada telefónica no era muy tranquilizador.
Una hora más tarde, él apareció en el salón, rascándose la cabeza y bostezando. El pelo le había quedado disparado en todas direcciones, excepto un mechon perfecto que se había enamorado de su frente. Llevaba unos vaqueros gastados y las gafas, nada más. Ni siquiera calcetines. (Incluso los pies de Tom eran atractivos.)
—Buenos días, amor mío. —Inclinándose hacia ella, le acarició la mejilla y la besó con firmeza—. Me gusta tu ropa —comentó, con la mirada fija en la cantidad generosa de carne que asomaba bajo los faldones de la camisa.
—Y a mí la tuya. Estás tremendamente informal esta mañana, profesor.
Él le dirigió una mirada ardiente.
—Señorita Mitchell, tiene suerte de que haya decidido ponerme algo encima.
Al ver cómo se ruborizaba, se echó a reír y desapareció en la cocina.
«Oh, dioses de las vírgenes que planean acostarse con sus novios que son unos auténticos dioses del sexo —sin intención de blasfemar—, por favor, no permitáis que muera por combustión espontánea cuando por fin me lleve a la cama. Necesito que me dé antes un orgasmo. Al menos uno. Por favor. Por favor.»
Poco después, Tom volvió y se sentó en el sofá con una taza de café, rascándose la barba. La miró con el cejo fruncido.
—Estás muy lejos —le dijo, dándose unas palmaditas en la rodilla.
_______ sonrió y se acercó a él, dejando que la guiara, hasta quedar cómodamente sentada en su regazo. Tom le rodeó las caderas con un brazo, levantándole la camisa para poder apoyar la mano directamente en sus braguitas.
—¿Y cómo se encuentra la señorita Mitchell esta mañana?
—Cansada —respondió ella con un suspiro—, pero feliz. —Lo miró alarmada—. Si no te parece una falta de respeto.
—No me lo parece. Yo también estoy feliz. Y muy aliviado. —Cerrando los ojos, echó la cabeza hacia atrás y suspiró—. Estaba seguro de que iba a perderte.
—¿Por qué?
—_________, si alguien hiciera un análisis de costes y beneficios de mí, llegaría a la conclusión de que soy una inversión de alto riesgo, alto coste y escasos beneficios.
—Tonterías, yo no te veo así. 
Él sonrió débilmente.
—Sólo porque eres la compasión personificada. Debo admitir que todavía no conoces mis principales talentos. —Con la voz ronca y los ojos brillantes, añadió—: Aunque ardo en deseos de ponerlos a tu disposición una y otra vez. Y otra, y otra, ad infinítum, hasta que estés cansada de los dos. Y totalmente, felizmente saciada.
_________ tragó saliva. No fue fácil.
Él la besó en la frente y dejó el café en la mesa auxiliar para poder abrazarla.
—Gracias por quedarte.
—Te quiero, Tom. Vas a tener que aceptar que no voy a irme a ninguna parte.
Como respuesta, él la abrazó, pero guardó silencio.
—Y no tienes que conquistarme con tus proezas sexuales. Ya me has conquistado —susurró _________—. Tu mejor cualidad está en tu corazón, no en otras partes de tu cuerpo. Tu corazón fue el culpable de que me enamorara de ti.
Guardó silencio durante tanto rato, que ella pensó que se había disgustado. O sentido insultado.
«Supongo que no es muy prudente poner en duda las proezas sexuales de un futuro amante antes de haber tenido la oportunidad de probarlas.» Abrió la boca para disculparse, pero él la interrumpió levantando la mano.
La besó con decisión, con la boca cerrada, antes de empezar a tirar de su labio inferior, a juguetear con su lengua y a acariciarla con la suya.
Cuando dejó de besarla, la abrazó y le susurró al oído:
—Me desarmas. No puedo ocultarte nada. Eres la única persona que me sigue queriendo a pesar de todos mis defectos. Sólo tú, mi amor.
_________ se había dado cuenta de que Tom usaba la sexualidad como un escudo para protegerse del amor y de la auténtica intimidad. Su confesión no hizo más que confirmar lo solo que debía de haberse sentido los últimos años. Solo como cuando su madre lo había ignorado o durante la difícil adaptación a ser un niño adoptado. Si a toda esa soledad le añadía el dolor por la muerte de Maia, el resultado era tan desgarrador que, aunque trató de no llorar, no lo logró.
—Chist, no llores —susurró Tom, secándole las lágrimas y besándola en la frente—. Te quiero. No llores por mí.
Ella se acurrucó en sus brazos y trató de reprimir las lágrimas. Él le acarició la espalda suavemente. Cuando se hubo calmado, ________ dijo:
—Te amo, Tom. Y creo firmemente que Grace estaría muy orgullosa de ti.
Él frunció el cejo.
—Yo no estoy tan seguro de eso. Aunque sin duda estaría muy orgullosa de ti y de todos tus logros.
Ella sonrió.
—Grace tenía el don de la misericordia.
—Es cierto. Y, curiosamente, uno de sus libros favoritos, A Severe Mercy, trataba de ese tema. Pasó años insistiéndome para que lo leyera. Tengo un ejemplar en el estudio. Tal vez debería leerlo.
—¿De qué va?
—De una pareja joven. El hombre acaba estudiando en Oxford y se convierte en el protegido de C. S. Lewis. Es una historia real.
—Me encantaría ir a Oxford a visitar los lugares donde los Inklings bebían cerveza y escribían sus historias. Katherine Picton habla mucho de Oxford.
Tom volvió a besarla en la frente.
—Me encantaría llevarte. Te enseñaré las estatuas del Magdalen College que inspiraron a Lewis para escribir El león, la bruja y el armario. Podemos ir en junio, si quieres.
__________ sonrió y le devolvió el beso.
—Si me prestas el libro de Grace, me lo llevaré a Italia. Será agradable tener lectura durante el viaje.
Con una sonrisa sugerente, él le dio un golpecito con el dedo en la punta de la nariz.
—¿Qué te hace pensar que tendrás tiempo para leer? 
Ruborizándose, __________ murmuró una vaga respuesta, pero Tom siguió hablando, esta vez mucho más serio.
—Siento haberme detenido tan bruscamente anoche. Sé que no es justo provocarte de esa manera y luego... —Se calló, esperando su reacción.

CAP 32 (PARTE 2)
Ella lo rodeó con los brazos y apretó con fuerza.
—Fue una noche llena de emociones. Me gustó poder estar a tu lado y dormirme entre tus brazos. Sólo quería consolarte. La manera me daba igual. No tienes que disculparte.
Él le sujetó la cara entre las manos.
—_________, tu mera presencia me consuela, pero estaba agotado y había bebido demasiado. La receta perfecta para el desastre. —Negó con la cabeza, avergonzado—. No quería que nuestra primera vez estuviera lastrada con los fantasmas de mi pasado. Quiero que vayamos a un lugar donde estemos solos, para que podamos construir nuevos recuerdos. Recuerdos felices.
—Por supuesto. Aunque debo decir que me sentía bastante feliz ayer por la noche, mientras me besabas —bromeó ella, dándole un beso suave, que él le devolvió con entusiasmo.
—¿No estás enfadada?
—Tom, eres un caballero y merece la pena esperar por ti. ¿Qué clase de mujer sería si te montara una escena porque decidiste parar? Si la situación hubiera sido al revés, habría confiado en que lo aceptaras sin enfadarte.
Él frunció el cejo.
—Por supuesto. Siempre puedes decirme que pare y no me enfadaré.
—Bueno, pues lo que vale para el ganso vale para la gansa.
—Ah, así que ahora soy un ganso.
—Mejor un ganso que un viejo verde.
—Ah, no, por favor —le suplicó él—. Bromas con la edad, no. Ya me cuesta bastante acostumbrarme a nuestra diferencia.
Ella se echó la coleta hacia atrás.
—Nuestras almas deben de tener la misma edad y, en cualquier caso, ¿quién lleva la cuenta?
Tom le dio un tironcito de pelo.
—Eres increíble. Eres inteligente, divertida y, qué demonios, preciosa. Anoche, mientras te besaba los pechos... —Le colocó una mano reverentemente sobre el corazón—. Rivalizas en belleza con la musa de Botticelli.
—¿De Botticelli?
—¿No te has dado cuenta de que en muchas de sus obras aparece la misma mujer? La he elegido como tema para la conferencia en los Uffizi.
__________ le sonrió con dulzura. Imitando su gesto, le colocó la mano sobre el corazón.
—Me muero de ganas.
—Yo también —replicó él, con voz ronca.
Después de una ducha solitaria, a _________ le costó bastante convencer a Tom para que la dejara ir de compras sola. Finalmente, tuvo que decirle que quería comprar lencería para que se rindiera.
—Prométeme que te quedarás conmigo hasta que salgamos de viaje.
—Tengo que hacer las maletas. Lo tengo todo en mi apartamento.
—Cuando acabes de comprar, dile al taxista que te lleve a casa, haz las maletas y vuelve aquí. Tengo que hacer unos recados, pero ya tienes llave, así que no hay problema.
—¿Y qué recados tiene que hacer hoy el profesor Kaulitz?
Él esbozó una sonrisa seductora y __________ sintió que tenía las braguitas a punto de deslizársele por las caderas y caer al suelo como si tuvieran vida propia.
—Tal vez yo también tengo que ir a hacer unas compras... personales. —Inclinándose hacia ella, le susurró al oído—: Te dije que era un buen amante, _________. Confía en mí. Me encargaré de todos los detalles.
Ella se estremeció al sentir su aliento en el cuello, que se le coló bajo el pañuelo que aún llevaba para ocultar el mordisco. No sabía a qué se refería, pero se sintió seducida y hechizada por sus palabras.
La poseía, en cuerpo y alma.

Mientras __________ elegía conjuntos de lencería, le sonó el iPhone. Al mirar la pantalla, vio un mensaje de texto de Tom:

*¿Qué estás mirando? T.

Ella se echó a reír y tecleó una respuesta: 

*Cosas diminutas. ________

Tom respondió inmediatamente:

*¿Cómo de diminutas? T. 
P. D.: Envía fotos.

___________ puso los ojos en blanco. 

*Demasiado diminutas. Nada de fotos.
Estropearían la sorpresa. Te quiero, ________

El siguiente mensaje de Tom tardó un poco más en llegar. 

*Cariño, ninguna foto podría estropear la experiencia de verte en toda tu gloria por primera vez. Eres preciosa. Todo mi amor, T.

________ tecleó rápidamente:

*Gracias, Tom. Te quiero mucho.

El mensaje de despedida de él le llegó mientras entraba en el probador:

*Yo también te quiero mucho, cariño. Diviértete... y vuelve a casa pronto. T.

Los siguientes dos días fueron un torbellino de actividad. Tom entregó las notas y completó sus tareas administrativas en la facultad. El semestre llegaba a su fin.
__________ concertó cita en un centro de belleza, aunque, a causa de su bajo umbral de tolerancia al dolor y de su amor por todo lo italiano, declinó educadamente la proposición de la esteticista de que probara una depilación brasileña.
Tom había mantenido casi todos los preparativos en secreto para darle una sorpresa, así que una asombrada __________ entró del brazo de él en el Gallery Hotel Art un día de diciembre más cálido de lo normal. El hotel era lujoso, moderno y se encontraba muy cerca del Ponte Vecchio, el puente favorito de ella, a escasos minutos del Ponte Santa Trinitá, que aparecía en el cuadro de Holiday de Dante y Beatriz.
El conserje, Paolo, los saludó inmediatamente. Aunque Tom no se había hospedado antes en ese hotel, el dottore Massimo Vitali, director ejecutivo de la Galería de los Uffizi, le había dado instrucciones al hombre para que tratara con la máxima amabilidad al profesor Kaulitz y a su fidanzata. De hecho, Paolo los acompañó personalmente a la suite del séptimo piso, junto con el botones. Su suite se llamaba Palazzo Vecchio Penthouse.
Cuando los tres hombres se separaron como las aguas del mar Rojo para que ___________ entrara en la habitación, ella ahogó una exclamación. Era la habitación más bonita que había visto nunca. El suelo, de madera oscura, contrastaba con las paredes claras. El salón estaba decorado con muebles modernos y elegantes al mismo tiempo. Una puerta corredera de cristal lo separaba del dormitorio.
Éste era espacioso. El sitio de honor lo ocupaba una gran cama ricamente cubierta con sábanas y colcha, todo inmaculadamente blanco. A pocos pasos, otra puerta de cristal daba a la terraza, lo que permitía que la luz del sol se reflejara en la cama. En uno de los cuartos de baños había una bañera parecida a la del hotel de Filadelfia, mientras que en el otro había una ducha y dos lavabos. Tras una ojeada a la bañera, Tom decidió que la estrenaría con _________ esa misma noche.
Pero lo mejor de la suite era la terraza, que ofrecía impresionantes vistas del Duomo, el Palazzo y las colinas cercanas. __________ se imaginó acurrucándose junto a Tom en el cómodo futón que había fuera, mirando las estrellas con una copa de chianti en la mano. O tal vez, pensó ruborizándose, haciendo el amor a la luz de las velas bajo aquellas mismas estrellas.
«Orgasmos con Tom a la luz de la luna...»
Cuando se quedaron solos, lo abrazó con fuerza y le dio las gracias una y otra vez por haber elegido una habitación tan bonita.
—Todo es poco para ti, mi amor. —Tom la besó dulcemente—. Todo es poco.
Nada le habría gustado más que tumbar a __________ sobre la cama y hacerle el amor inmediatamente, pero sabía que casi no había dormido en el avión y que estaba cansada. Mientras trataba de besarla, a ella se le escapó un bostezo y él se echó a reír.
—Tendría que pasarme por los Uffizi. ¿Te importa si te dejo aquí sola? Puedes dormir la siesta o, si lo prefieres, puedo llamar a recepción para que te den un masaje.
Los ojos de __________ se iluminaron al oír la palabra «masaje», pero sabía que tenía demasiado sueño para disfrutarlo.
—Lo de la siesta suena muy bien. Sé que no es la mejor manera de superar el jet lag, pero seré una compañía mucho más agradable durante la cena y... bueno, luego, si puedo dormir un poco...
Se ruborizó.
Tom le acarició la mandíbula con un dedo.
—Sólo te lo diré una vez, _________: no hay prisa. Podemos dedicar la noche a descansar. Aunque me gustaría que probáramos la bañera. Juntos —añadió, con una media sonrisa seductora.
—Me encantaría.
Él le besó la punta de la nariz.
—He encargado algunos productos de la Farmacia di Santa Maria Novella. Mira a ver si alguno te gusta y lo usaremos. Mientras tanto, reservaré mesa para cenar a las nueve o nueve y media.
—Perfecto. ¿Adónde iremos?
Él le dedicó una sonrisa radiante.
—Al Palazzo dell’Arte dei Giudici. ¿Lo conoces?
—He pasado por delante, pero no he entrado nunca. No sabía que hubiera un restaurante dentro.
—Tengo muchas ganas de enseñártelo. —Llevándose la mano de __________ a los labios, la besó—. He encargado una cesta de fruta y unas cuantas botellas de agua mineral. Pide lo que quieras. —Riéndose, añadió—: Pero el champán guárdalo para cuando vuelva. Nos lo tomaremos en la bañera.
Ella bajó la vista.
—Me estás malcriando.
Él le levantó la barbilla con un dedo.
—No, cariño, no te malcrío; sólo te trato como te mereces. Llevas toda la vida rodeada de idiotas. Yo, el peor de todos.
—Tom, eres muchas cosas, pero no eres idiota.
Poniéndose de puntillas, le dio un suave beso en los labios antes de desaparecer en el cuarto de baño para darse una ducha.
Varias horas más tarde, Tom regresó de una cordial reunión con su amigo Massimo Vitali.
Mientras tomaban café expreso, hablaron de la conferencia del día siguiente y de los planes para el banquete que se serviría en su honor al terminar, en la misma Galería de los Uffizi. Tom se sentía muy agradecido, más por __________ que por él. Se imaginaba que le encantaría participar en un acto tan festivo en su museo de arte favorito.
Al regresar a la suite, Tom la encontró dormida en el centro mismo de la cama, con un pijama de raso color champán. Tenía el pelo suelto alrededor de la cabeza, como un halo color caoba. Parecía una bella durmiente.
Tras observarla dormir unos segundos, la besó en la mejilla. Al ver que no se movía, se sirvió una copa y se sentó en la terraza. Era agradable tener un momento para él, para planificar y soñar con los días que tenían por delante. Tenía la sensación de que alguien lo había liberado de la pesada carga que había llevado sobre los hombros. _________ conocía la verdad sobre Paulina y Maia y lo seguía amando. Se habían librado del comité de la universidad tras sobrevivir a un semestre académico juntos. Tenía muchas cosas por las que dar gracias. Sobre todo, por tener a su _________ para él solo durante dos semanas.
«________ no es de esas chicas a las que uno deja tiradas después de follársela. Es de las chicas con las que uno se casa.» Las palabras de Scott le vinieron a la mente.
Scott tenía razón. _________ era especial. Era una mujer hermosa, inteligente y compasiva, que amaba y se entregaba apasionadamente. Se merecía mucho más que una simple aventura, aunque Tom se negaba a calificar su relación de aventura y no le importaba lo que pensaran los demás. Comprobó que la cajita de terciopelo que había escondido en el bolsillo de la americana seguía allí. La idea de tener una relación duradera con alguien siempre le había parecido muy remota, pero ella había cambiado su manera de pensar.
Esa noche le demostraría lo mucho que la amaba. Quería adorarla. Empezaría relajándola con un baño de espuma y un masaje, para que no se sintiera incómoda con su desnudez. ___________ era tímida, pero quería que esa noche se sintiera sexy y deseable. Simon había dejado graves grietas en su confianza. Había llegado a creer incluso que era frígida. Pensaba que era torpe en temas de sexo y tenía miedo de defraudarlo.
Tom sabía que convencerla de que nada de eso era cierto llevaría su tiempo, un tiempo que también necesitaría para curarse las heridas. Pero estaba decidido a devolverle la confianza y a conseguir que se viera como la veía él: sexy, atractiva y apasionada.
Sólo lo lograría con paciencia y decisión. Tenía muchas ganas de demostrarle su amor y de poner sus técnicas amatorias a su servicio. Sabía que ella nunca le exigiría nada, lo que hacía que la idea de dárselo todo fuera mucho más satisfactoria.
Si __________ no fuera tan tímida, le propondría hacer el amor en la terraza. Pensar en su suave y pálida piel brillando a la luz de las estrellas hacía que el corazón se le acelerara y el pantalón le apretara. Pero no creía que fuera buena idea hacer el amor por primera vez al aire libre. Lo último que quería era que se sintiera incómoda.
«Tendremos que volver en otra ocasión», pensó.





HOLA!! COMO ESTAN? ESPERO Q BIEN ... BUENO, EN EL 33 Y 34 SALDRA LO QUE TODAS USTEDES QUIEREN LEER ... JAJAJJA PILLINAS!! NO ESPERARAN MAS ... BUENO MAS BIEN EL 34 PERO EN EL 33 EMPIEZA LO BUENO ^^ ... BUENO, ME VOY, YA SABEN, SI VEO 4 O MAS COMENTARIOS LES AGREGO SI NO ... NO ADIOS :))