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viernes, 2 de mayo de 2014

.- EL INFIERNO DE TOM .- 33 (PARTE 1 y 2)

CAP 33 (PARTE 1)
Esa tarde, a las ocho, la señorita Mitchell acababa de retocarse el peinado mientras su novio la miraba con deseo desde la puerta del cuarto de baño. La adoraba. Era evidente en cada mirada, cada caricia, en el modo en que se quedaba embobado observándola hacer las cosas más sencillas.
Se había rizado el pelo y se había hecho un recogido, dejándose algunos mechones enmarcándole el rostro, mechones que Tom deseaba enrollarse en el dedo. La esteticista de Toronto le había dado un tubo de maquillaje corrector, capaz de ocultar hasta las marcas más rebeldes. Era tan eficaz que _________ no tuvo que ponerse el pañuelo para cubrir la marca del mordisco de Simon. Poder olvidarse de eso durante unas horas le causó una gran alegría, entre otras cosas porque el bonito pañuelo de Grace no habría quedado bien con su atuendo.
Era un sedoso vestido nuevo, verde esmeralda, de manga larga y escote de pico, largo hasta la rodilla. Llevaba medias negras con ligas y estaba a punto de ponerse los zapatos de tacón negro de Prada.
Mientras Tom la observaba agacharse para ponérselos, se juró que le compraría muchos más pares. Los zapatos de tacón no sólo hacían maravillas con sus piernas, sino también con su escote al agacharse.
—Permíteme —dijo, acuclillándose delante de ella con su traje azul marino recién planchado.
Le cogió la mano y la apoyó en su hombro para ayudarla a mantener el equilibrio, mientras le levantaba un pie y después el otro para ponerle los zapatos.
—Gracias —murmuró _______.
Él sonrió y le besó la mano.
—Por ti cualquier cosa, Cenicienta.
Ella sacó su gabardina tres cuartos negra del armario y se disponía a ponérsela cuando Tom se la arrebató de las manos.
—Déjame hacerlo —le pidió—. Quiero mimarte.
—Es una gabardina, Tom. Puedo ponérmela sola.
—Ya lo sé. Pero también es una oportunidad para comportarme como un caballero y honrarte. No me prives de ella.
Ella se ruborizó, pero asintió. No estaba acostumbrada a recibir tanta atención, aunque con él estaba empezando a acostumbrarse. Quería aceptar sus atenciones con naturalidad, pero no siempre le resultaba fácil creer que merecía ser tratada así. Levantó la cara para darle un beso y susurrarle las gracias contra los labios.
Con ella cogida de su brazo, Tom la guió hasta el restaurante. _______ y Tom pasearon tranquilamente por las calles adoquinadas. Desde el Palazzo Vecchio fueron al Palazzo dell’Arte dei Giudici, riendo y recordando anteriores visitas a la ciudad. Iban despacio, porque recorrer Florencia con zapatos de tacón no era tarea fácil. Por suerte, Tom la llevaba bien sujeta del brazo y eso le permitía caminar con seguridad, aparte de evitarse los silbidos y piropos de los jóvenes florentinos. La ciudad no había cambiado mucho desde los tiempos de Dante.
El restaurante que Tom había elegido se llamaba Alle Murate. Estaba situado cerca del Duomo, en un edificio del siglo XIV que había albergado un gremio y tenía unos impresionantes frescos de la época en las paredes y el techo. Incluso había un retrato de Dante. __________ se quedó abrumada por la belleza de las pinturas y se distrajo mirándolas mientras el maître los conducía a su mesa.
Tom había reservado un rincón tranquilo en el altillo que dominaba la sala principal, justo debajo del techo abovedado. Era la mejor mesa, ya que permitía contemplar de cerca las imágenes medievales. Cuatro ángeles petrificados en las pinturas al fresco flotaban sobre sus cabezas. _________ cogió la mano de Tom y la apretó. Estaba exultante de felicidad.
—Es precioso. Gracias. No tenía ni idea de que existían estos frescos.
Él sonrió ante su entusiasmo.
—Y mañana será aún mejor. Massimo me ha dicho que la conferencia tendrá lugar cuando el museo ya esté cerrado. Tras la recepción con autoridades locales y gente del mundo académico, habrá un banquete en la propia galería. Será un acto formal pero no de etiqueta y nosotros seremos los invitados de honor.
__________ sonrió, tensa.
—No he traído ropa para un acto formal.
—Estoy seguro de que estarás preciosa con cualquier cosa que te pongas, pero entiendo que no quieras repetir vestido, así que me temo que mañana tendré que llevarte de compras.
—¿Estás seguro de que no prefieres ir solo a la conferencia? El banquete es en tu honor y estarás muy solicitado. Tal vez te sientas más cómodo si puedes relacionarte libremente, sin estar pendiente de mí.
Él le apartó un rizo de la cara.
—_________, tu presencia no sólo es deseada, sino obligatoria. Odio ir a actos sociales solo. Desde siempre. Tenerte a mi lado será la única satisfacción de la noche, te lo aseguro. ¿No quieres acompañarme? —preguntó preocupado.
—Claro, me encanta estar contigo, pero la gente me preguntará quién soy y a qué me dedico. ¿No será un poco incómodo?
El rostro de Tom se ensombreció.
—¡Por supuesto que no! He estado esperando a que acabara el semestre para poder disfrutar de tu compañía en público y poder presentarte como mi novia. Y no hay nada vergonzoso en estar preparando el doctorado. La mitad de los presentes lo hicieron en algún momento. Eres una mujer adulta, inteligente y preciosa...
Sonrió con malicia y, tras mirarla, añadió:
—Voy a tener que mantenerte pegada a mí para ahuyentar a los rivales. Van a rodearte como lobos etruscos, luchando entre sí por conseguir la atención de la dama más bella de la fiesta.
_________ sonrió, agradecida, y se inclinó hacia él para darle un beso.
—En ese caso, me encantará acompañarte.
Como respuesta, Tom le besó el dorso de la mano, la palma y la muñeca antes de mover los labios lentamente hasta la manga del vestido. Levantándosela un poco, dejó al descubierto su pálida piel y la besó sin prisas. Arrastró los labios hasta la zona sensible del interior del codo y succionó ligeramente. Aunque __________ no lo sabía, Tom era muy consciente de que el interior del codo es una zona particularmente erógena.
El carraspeo del camarero a su espalda sólo logró que Tom detuviera un momento sus atenciones. Pero ver a _________ ruborizarse lo convenció de que debía soltarle el brazo, aunque lo hizo a regañadientes.
Mientras bebían vino de la Toscana y tomaban unos antipasti, Tom le preguntó por su anterior estancia en Italia, dónde se había alojado y a qué se dedicaba. Cuando ella le contó que había visitado los Uffizi casi a diario para contemplar las obras de Botticelli, se preguntó muy seriamente si existiría el destino. Y se maravilló de haber sido tan afortunado como para haberla encontrado no una vez, sino dos.
Cuando ya habían acabado el segundo plato y estaban mirándose a los ojos e intercambiando castos besos, Tom le soltó la mano y rebuscó en el bolsillo de la americana.
—Tengo algo para ti.
—Tom, el viaje es un regalo maravilloso y ahora además quieres comprarme un vestido. No puedo aceptar nada más.
Él negó con la cabeza.
—Esto es distinto. Antes de que te lo dé, quiero que me prometas que lo aceptarás.
__________ lo miró a los ojos. No estaba bromeando. De hecho, estaba muy serio. Se preguntó qué escondería en la mano.
—No puedo prometerte eso sin saber qué es. 
Él hizo una mueca.
—Prométeme al menos que no te cerrarás en banda.
—Por supuesto.
—Extiende la mano.
_________ hizo lo que le pedía y Tom le colocó una cajita de terciopelo negro sobre la palma. Ella contuvo el aliento.
—No es un anillo, así que puedes volver a respirar —dijo sonriendo, aunque se notaba que estaba tenso.
Al abrir la caja, __________ no reaccionó. Sobre el terciopelo negro había dos pendientes de diamantes, grandes, redondos y perfectos, de aproximadamente un quilate cada uno.
—Tom, yo... —________ no encontró palabras.
—Antes de que los rechaces, me gustaría contarte su historia. ¿Me escucharás, por favor?
Ella asintió, fascinada por el brillo de los diamantes.
—Eran de Grace. Richard se los regaló cuando le dijo que la amaba. No tardó mucho tiempo en enamorarse perdidamente de ella. Cuenta la leyenda que vendió su coche para comprarle estos pendientes.
__________ se quedó con la boca abierta. Por supuesto, se los había visto puestos a Grace muchas veces. Casi nunca se los quitaba.
—Quiero que sean para ti.
Ella negó con la cabeza y, con mucho respeto, casi con reverencia, cerró la caja y se la devolvió.
—No puedo. Eran de tu madre. Debes tenerlos tú.
—No.
—Tom, por favor. Deberías dárselos a Rachel o a Scott.
—Rachel y Scott tienen otras cosas. Richard me dio los pendientes a mí. —Tom empezó a sentir pánico. Entornó los ojos y se concentró en la pequeña superficie de terciopelo rodeada por su piel de porcelana—. Si los rechazas, me harás mucho daño.
Aunque lo dijo susurrando, sus palabras la golpearon con la fuerza de un grito.
__________ tragó saliva y reflexionó unos instantes antes de decir:
—Lo siento. Son preciosos y no puedo expresar con palabras lo honrada que me siento, pero no me parece correcto.
Vio que el estado de ánimo de él pasaba de herido a disgustado y bajó la vista hacia el mantel.
—No me has entendido, _________. No te los doy para que tengas algo de Grace. No son como el pañuelo o el collar de perlas.
Ella se mordió el labio inferior mientras esperaba a que siguiera hablando.
Él se inclinó y le puso una mano en la mejilla.
—Te los regalo para conmemorar que ya te he entregado mi corazón. —Tragó saliva—. Es mi manera de decirte que eres el amor de mi vida y que quiero que siempre lleves algo mío contigo. ¿No lo ves? Estos diamantes representan mi corazón. No puedes rechazarlos.
__________ vio que hablaba completamente en serio. Si le hubiera regalado un anillo de compromiso se habría sorprendido mucho, pero lo habría aceptado. Sabía que no había en el mundo otra persona para ella, sólo él. Entonces, ¿por qué dudaba?
Por un lado, era una cuestión de orgullo, pero por otro, la idea de hacerle daño al rechazar su regalo le resultaba intolerable. No quería herirlo. Lo amaba. Y suponía que eso respondía a su dilema.
—Son preciosos. Son el regalo más bonito que he recibido nunca, sólo comparable al de tu amor. Gracias.
CAP 33 (PARTE 2)

Él le besó los dedos, agradecido.
—Grace se sentirá muy feliz si sabe que nos hemos encontrado. Creo que nos está viendo desde arriba y nos está bendiciendo. Y creo que está muy contenta al ver que le he regalado los pendientes a la mujer que amo.
Sonriendo, la abrazó apasionadamente.
—Gracias —susurró.
Después de besarla, le quitó la cajita de la mano y la ayudó a ponerse los pendientes, dándole un beso en cada lóbulo al acabar.
—Meravigliosa.
__________ se rió, nerviosa.
—Todo el mundo nos está mirando.
—No todo el mundo. El camarero está en la cocina —bromeó él, lo que provocó la risa de __________ una vez más.
Mirándola fijamente, se inclinó hacia ella y le susurró al oído:
—«Qué hermosa eres, amada mía».
_________ se ruborizó al reconocer las palabras del famoso poema hebreo, el Cantar de los Cantares. Inclinándose hacia él, murmuró:
—«En mi lecho, por la noche, busqué al amado de mi alma. Lo busqué, pero no lo encontré. Me levantaré y recorreré la ciudad; lo buscaré por las callejuelas y las avenidas».
Tom sonrió, mirándola con sorpresa y admiración y la besó hasta que el camarero regresó.
___________ no quiso postre y, como ya se habían acabado el vino, se dirigieron hacia el hotel como flotando.
—¿Qué tal van tus pies? —preguntó él, mirando con deseo sus preciosos zapatos.
Ella le apretó la mano.
—No los siento. En estos momentos, lo único que siento es una gran felicidad.
Tom le sonrió con ternura.
—Qué dulce eres. —Le enredó un dedo en un rizo del cabello—. ¿Podrás soportar que demos un rodeo? El Duomo es precioso de noche y nunca te he besado delante de él.
Cuando ella asintió, Tom la condujo hasta la catedral para admirar la cúpula de Brunelleschi. Era uno de los grandes hitos de la arquitectura renacentista: una enorme cúpula cubierta de tejas, que se elevaba sobre la preciosa iglesia. Se acercaron a la puerta principal, que no quedaba lejos del baptisterio y levantaron la vista. Incluso de noche era impresionante.
Acercando a ________ a su pecho, Tom la besó con dulzura, enredando los dedos en los mechones sueltos de su cabello.
Ella gimió débilmente cuando él le besó el lóbulo de la oreja y se lo succionó con delicadeza.
—No te puedes imaginar cómo me siento al saber que he sido yo quien te ha regalado estos pendientes —susurró Tom, acariciándole la oreja con la nariz—. Sabiendo que llevas puesto mi amor y que todo el mundo puede verlo.
________ respondió con un beso apasionado.
Cogidos de la mano, fueron hasta el Ponte Santa Trinità, el lugar donde Dante vio a Beatriz. Desde allí contemplaron el Arno, iluminado por las luces de los edificios que se alzaban a lado y lado.
—_________ —murmuró él, abrazándola mientras miraban el río.
—Tom. —________ levantó la cara, preparándose su beso.
Él la besó, suavemente al principio, pero luego cada vez con más intensidad. Al final, se apartó de ella, consciente de que se estaban convirtiendo en un espectáculo para los transeúntes.
—Me siento tan feliz por haberte reencontrado. Nunca lo había sido tanto.
Le acarició la mejilla con un dedo y la besó en la frente. Impulsivamente, ella lo agarró por la corbata de seda y tiró hasta que sus caras quedaron casi tocándose.
—Te deseo —susurró, acercándolo aún más para besarlo.
No fue un beso cualquiera. La tigresa estaba emergiendo bajo la piel de la gatita. La pasión de ________, alimentada por el afecto de Tom, pasó de su boca a la de él mientras se esforzaba por demostrarle la intensidad de sus sentimientos. Sus manos, que generalmente ella mantenía quietas sobre sus hombros o en su pelo mientras lo besaba, le exploraron el pecho y se desplazaron hasta su espalda, acariciando sus músculos y pegándolo más a ella.
Su ataque era delicioso. Tom contraatacó dentro de unos límites, muy consciente del puente que tenía a la espalda y de los grupos de jovenzuelos impertinentes que no paraban de pasar por su lado.
Cuando ambos estuvieron jadeando, ________ le susurró al oído:
—Hazme tuya. Ahora.
—¿Estás segura? —preguntó él con voz ronca, acariciándole las caderas y el trasero.
—De todo corazón.
Tom le pasó un dedo sobre el labio inferior, hinchado por sus besos.
—Sólo si estás preparada.
—Te deseo desde siempre, Tom. Por favor, no me hagas esperar más.
Él se echó a reír suavemente.
—En ese caso, será mejor que nos vayamos de este puente —dijo, dándole un beso.
Se apartó unos pasos para hacer una rápida llamada telefónica. A ________ le pareció que le daba alguna instrucción al conserje en italiano, pero no lo entendió todo, porque él se dio la vuelta y bajó el tono de voz.
Cuando se lo preguntó, se echó a reír.
—Ya lo verás.
Tardaron un poco más de la cuenta en llegar al hotel, ya que cada pocos pasos uno de los dos agarraba al otro para darle un beso apasionado. Hubo risas y caricias suaves; hubo abrazos tiernos y murmullos seductores y uno o dos tangos contra la pared de algún callejón oscuro.
Aunque no habría hecho falta ningún tipo de seducción, ya que toda ésta había tenido lugar en un huerto de manzanos años atrás.
Cuando entraron en la suite, Tom llevó a _________ directamente a la terraza. Ambos vibraban de electricidad compartida y de deseo. Fue ese deseo, que la cegaba, lo que hizo que ella tardara un poco en darse cuenta de la transformación que había sufrido la terraza. Habían colocado grandes velas por los rincones. Su cálida luminosidad se unía a la luz de las estrellas. El aire olía a jazmín. Los cojines y la manta de cachemira sobre el futón eran muy tentadores.
Había una botella de champán en una cubitera y, cerca, un plato de fresas bañadas con chocolate y otro con lo que parecía tiramisú. Por último, _________ se dio cuenta de que sonaba música de Diana Krall.
Tom se acercó por detrás y le rodeó la cintura con los brazos, acariciándole la oreja con la nariz.
—¿Te gusta?
—Es precioso.
—Tengo planes para esta noche, mi amor. Y me temo que esos planes no incluyen dormir hasta dentro de mucho rato.
___________ se estremeció al oír su voz, grave y sensual. Él la abrazó con más fuerza.
—¿Te estoy poniendo nerviosa? 
Ella negó con la cabeza.
Tom empezó a besarle el cuello, deslizando los labios suavemente sobre su piel.
—Ésta es una declaración de deseo —murmuró él—, pero esta noche dejará de ser una declaración y se convertirá en realidad cuando te lleve a la cama y te convierta en mi amante.
__________ se estremeció una vez más. Esta vez, Tom levantó el brazo y se lo pasó por encima de la clavícula.
—Relájate, cariño. Esta noche está dedicada al placer. Tu placer. Pienso hacerte gozar durante horas.
Tras besarle la mejilla, le dio la vuelta muy lentamente.
—Los preliminares son muy importantes. Y dado que esto es nuevo para los dos, hay unas cuantas cosas que me gustaría hacer para empezar.
La miró a los ojos, esperando su reacción.
—Soy tuya, Tom. 
Sonriendo, él la abrazó.
—Quiero explorar tus sentidos, el oído, el gusto, la vista, el tacto... Quiero tomármelo con calma, excitarte poco a poco. —Bajó la voz—. Sobre todo, quiero que tu cuerpo aprenda a reconocer al hombre que te adora, sólo por el tacto.
—Ya te reconozco, Tom. Sólo existes tú.
Él la besó apasionadamente mientras las notas de Bésame mucho empezaban a sonar.
—¿Bailas conmigo?
—Por supuesto. 
«Como si fuera a renunciar a la oportunidad de tenerte entre mis brazos.»
Cuando él la acercó a su cuerpo, _________ le besó la mejilla.
—¿Es nuestra canción? —preguntó, acariciándole el labio inferior con un dedo.
—Debería serlo —respondió Tom—. Lo recuerdo todo de aquella noche: tu pelo, tu vestido. Estabas espectacular. Y yo fui un imbécil. Sólo pensar en las cosas que te dije... —Negó con la cabeza—. ¿Cómo pudiste perdonarme?
Ella le dirigió una mirada de reproche.
—Tom, me estás ofreciendo una noche digna de un cuento de hadas. Por favor, no lo estropees.
Él la besó en los labios como disculpa y, tras abrazarla con fuerza, le acarició las costillas. Ya que, aunque __________ lo ignoraba, Tom sabía que aquélla era otra zona erógena de la mujer.
Mientras se movían al ritmo de la música, él le cantaba suavemente al oído, volcando su alma en la letra, pero cambiándola ligeramente para que _________ supiera que nunca la abandonaría. No se conformaría con menos que la eternidad y ni el mismísimo infierno podría impedirle cumplir ese voto. Un voto que no había pronunciado en voz alta.
Todavía.
_________ alzó la vista y se quedó mirando sus labios, memorizando su forma y su textura. Mientras le mordisqueaba el labio inferior y se lo succionaba hasta metérselo en la boca, le hundió los dedos en el pelo. La boca de Tom era dulce, húmeda y muy cálida. Pero en ella también encontró hambre, necesidad, pasión, amor y devoción. Con sus besos, él accedía a todas las partes de su cuerpo y de su alma. Hasta en los dedos de los pies sentía su adoración y su deseo.
Dos cuerpos se apretaban en un baile. Era la danza de dos amantes ansiosos, llenos de expectativas.





HOLA!!! BUENO, CREO QUE EN ESTE CAPS NO HAY ALGO ARDIENTE PERO SI MUCHA DULZURA ... ESTOY MURIENDO, MI CORAZON SE ESTA PARTIENDO DE TANTO AMOR QUE ESOS DOS SE DEMUESTRAN, YO QUIERO UN NOVIO ASI *-* ... BUENO, MAÑANA SE ACABA EL PRIMER LIBRO Y CONTINUA EL SEGUNDO, MAÑANA SI HAY SEGURISISISISIMO CAPS ARDIENTE ^^ ... ASI QUE, PREPARAOS MENTALMENTE Y OJALA NO SUFRAN ATAQUES AL CORAZON JIJI, EXAGERADA YO ... BUENO, SI VEO MAÑANA, 4 O MAS COMENTARIOS LES AGREGO EL FINAL SI NO, HASTA EL DOMINGO, DE USTEDES DEPENDE ;) ... ADIOS 

7 comentarios:

  1. Q hermosoooooooooo q cap tan dulce de verdad me encantoooo tan bello Tom es super romántico y atento con (Tn) ojala siga así en la nueva fic eso espero.. huyyy mañana xfiiin leeré el cap q tanto he estado esperandooo, sube mañana virgiii pleaseeee quiero leer ese cap me muero x leerlo.. definitivamente amo esta fic es la mejor q he leído!!!!

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  2. Awww morire con la espera"!
    Esta muy exitantee ..
    Esperare ansiosa ese capitulo :D

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  3. Ay Dios mio!!¡ creo que morí *-* me encanto!¡ cuanto amor *-* Dios!!! Es hermosos y enserio que muero por RL 34XD es dkjsiasnshsudidk lo espero con muchas andiad *-*

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  4. Ay nooo que romantico enserio qur un novio asi seria perfecto
    ya estoy emocionada quiero leer el final *-*

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  5. Me estoy muriendo de la emocion, adoro esta novela. Porfa subi el proximo capitulo 🙏T_T♡

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  6. Subeeee el cap 34 virgiiii please lo estoy esperando..!!!!! me muero x leerlo.. estoy muy ansiosa :)

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  7. Virgii que pasoo?? Hay 4 comentarios!!
    Subeee yaa!! Que no aguantamos

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