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jueves, 27 de febrero de 2014

.- EL INFIERNO DE TOM: 6 (PARTE 2 y 3).-

CAP 6 (PARTE 2)

El miércoles siguiente, ___________salía del departamento tras el seminario de Kaulitz, cuando oyó una voz familiar a su espalda.
—¿_______? _____ Mitchell, ¿eres tú?
Se volvió en redondo y una joven la abrazó con tanta fuerza que pensó que la iba a ahogar.
—Rachel —logró decir, mientras luchaba por respirar.
La chica, rubia y delgada, gritó de alegría y volvió a abrazarla.
—Te he echado mucho de menos. No puedo creer que llevemos tanto tiempo sin vernos. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Rachel, lo siento mucho. Siento lo de tu madre y... todo lo demás.
Las dos amigas guardaron silencio mientras se abrazaban durante un buen rato.
—Siento haberme perdido el funeral —añadió_______, secándose las lágrimas—. ¿Cómo está tu padre?
—Se siente perdido sin ella. Todos lo estamos. Ha pedido permiso en la universidad para ausentarse temporalmente mientras se recupera. Yo también estoy de baja, pero tenía que salir de allí. ¿Por qué no me dijiste que estabas aquí? —le reprochó Rachel, con los ojos llenos de lágrimas.
________ apartó la mirada de su amiga para dirigirla hacia el profesor Kaulitz, que acababa de abandonar el edificio y la estaba mirando, boqueando como un pez fuera del agua.
—No estaba segura de que fuera a quedarme. Las dos primeras semanas fueron... bueno, duras.
Rachel, que era muy inteligente, captó la extraña energía conflictiva que circulaba entre su hermano adoptivo, parado junto a ellas, y su mejor amiga, pero pensó que por el momento sería mejor obviarla.
—Le he dicho a Tom que esta noche le prepararé la cena. Ven a cenar con nosotros.
______ abrió mucho los ojos. Parecía asustada. Tom carraspeó.
—Rachel, estoy seguro de que la señorita Mitchell tiene otros planes.
______ captó el mensaje que él le estaba enviando y asintió, obediente.
Pero Rachel se volvió hacia su hermano.
—¿La señorita Mitchell? _______ era mi mejor amiga en el instituto. Somos amigas desde entonces. ¿No lo sabías? —Escudriñó los ojos de su hermano y no encontró en ellos ni rastro de reconocimiento—. Oh, me había olvidado de que no habíais coincidido. No importa. Tu actitud es exagerada. Hazme el favor de sacarte el palo del culo.
Al volverse hacia _______, Rachel vio que acababa de tragarse la lengua. O eso parecía, porque se había puesto azul y estaba tosiendo.
—Será mejor que nos veamos otro día, a la hora de comer. Seguro que el profesor... que tu hermano querrá estar a solas contigo esta noche.
_______ trató de sonreír, lo que no era fácil, con Kaulitz fulminándola con la mirada por encima de la cabeza de Rachel. Ésta entornó los ojos.
—Es Tom, ________. ¿Qué demonios os pasa a los dos?
—Es mi alumna, Rachel. Hay reglas al respecto. —El tono de voz de él era cada vez más frío y agresivo.
—Es mi amiga, Tom. ¡Que les den a las reglas! —Miró a uno y a otra. Vio que _____se estaba contemplando los zapatos y que su hermano tenía el cejo fruncido—. ¿Alguien podría explicarme qué está pasando aquí?
Al ver que ninguno de los dos respondía, se cruzó de brazos y entornó los ojos aún más. Al recordar el comentario de su amiga sobre la dureza de las dos primeras semanas de curso, llegó a una conclusión.
—Tom Jorg Kaulitz, ¿te has estado comportando como un idiota con______?
A ésta casi se le escapó la risa y _______se enfurruñó todavía más. A pesar del silencio, la reacción de ambos le indicó a Rachel que sus sospechas eran fundadas.
—Bueno, pues no tengo tiempo para estas tonterías. Vais a tener que daros un beso y hacer las paces. Sólo voy a estar aquí una semana y quiero pasar todo el tiempo posible con los dos.
Y cogiéndolos del brazo, los arrastró hacia el Jaguar.
Rachel Clark no se parecía en nada a su hermano adoptivo. Trabajaba como ayudante en la secretaría de prensa del alcalde de Filadelfia. Sonaba importante, pero no lo era. De hecho, se pasaba casi toda la jornada revisando los periódicos locales en busca de noticias que mencionaran al alcalde, o haciendo fotocopias de los comunicados de prensa. En el mejor de los casos, se le permitía actualizar el blog de la alcaldía.
Rachel era esbelta, de rasgos delicados y pelo liso, que llevaba largo. Tenía los ojos grises y muchas pecas. Era muy espontánea, lo que muchas veces sacaba de quicio al introvertido de su hermano, que era bastante mayor que ella.
Tom mantuvo la boca cerrada durante el trayecto hasta su piso, mientras las dos jóvenes charlaban en el asiento de atrás, riendo y poniéndose al día como un par de adolescentes. No tenía ningunas ganas de pasar la velada con ellas, pero sabía que su hermana lo estaba pasando mal y no quería ponerle las cosas más difíciles.
Pronto, el trío, compuesto por dos personas felices y otra no tanto, subía en el ascensor del edificio Manulife, un impresionante rascacielos de lujo en la calle Bloor. Al salir del ascensor en la última planta, _______se fijó en que sólo había cuatro puertas en cada rellano. «¡Vaya! Estos pisos tienen que ser enormes.»
Cuando entraron detrás de Tom y cruzaron el vestíbulo hasta una grandiosa y diáfana sala de estar, _______ entendió por qué la sensibilidad de El Profesor se había sentido herida en su estudio. Su espacioso piso tenía cristaleras que iban del suelo al techo, cubiertas por unas impresionantes cortinas de seda de un tono de azul pálido como el hielo. Desde los ventanales se veía el lado sur de la torre CN y el lago Ontario. Los suelos eran de madera noble, oscura, adornados con alguna alfombra persa, y las paredes estaban pintadas de color visón claro.
Los muebles del salón parecían sacados del catálogo de Restoration Hardware. Destacaba un gran sofá de cuero color chocolate con remaches, con dos butacas a juego. Delante de la chimenea vio una otomana y otra butaca de terciopelo rojo de respaldo alto.
______ se quedó mirando la butaca y la otomana con envidia. Era el lugar perfecto donde pasar una tarde lluviosa, tomándose una taza de té y leyendo su libro favorito. No ella, desde luego.
La chimenea funcionaba a gas y encima, en vez de un cuadro, Tom había colgado un televisor de plasma de pantalla plana. En la sala había varias obras de arte, pinturas al óleo en las paredes y alguna figura sobre el mobiliario. Tenía piezas de vidrio romano y de
cerámica griega que podrían estar en un museo y reproducciones de esculturas famosas, como la Venus de Milo o Apolo y Dafne de Bernini. La verdad era que allí había muchas esculturas, todas ellas de desnudos femeninos.
Lo que no tenía eran fotografías personales. A ______le extrañó mucho ver que tenía fotografías en blanco y negro de París, Roma, Londres, Florencia, Venecia y Oxford, pero ninguna de los Clark, ni siquiera de Grace.
En la habitación de al lado, cerca de una mesa de comedor grande y formal, había un bufet de ébano que ______ contempló con admiración. Encima, se veía un gran jarrón de cristal, una bandeja de plata labrada con varias licoreras llenas de bebidas ambarinas, una cubitera y copas de cristal anticuadas. Unas pinzas de plata completaban la estampa. Estaban colocadas pulcramente sobre un montón de pequeñas servilletas de tela blanca con las iniciales T. J. K. bordadas. _______ se rió para sus adentros al darse cuenta de que, si el apellido de Tom hubiera sido, por ejemplo, Davidson en vez de Kaulitz, sus siglas serían G. O. D., Dios en inglés. (Bueno, sé que no tiene sentido pero es que el nombre verdadero es Gabriel O.)
Resumiendo, el piso del profesor Kaulitz era estéticamente agradable, decorado con muy buen gusto, claramente masculino y muy, muy frío. _____se preguntó si alguna vez llevaría mujeres a aquel lugar tan poco acogedor, aunque trató de no imaginarse lo que haría con ellas una vez allí. Tal vez tendría una habitación específica para esos asuntos, para que nadie ensuciara sus preciadas posesiones. Al pasar una mano sobre el gélido granito negro de la encimera de la cocina, se estremeció.
Rachel precalentó el horno y se lavó las manos.
—Tom, ¿por qué no le enseñas a _____la casa mientras yo empiezo a preparar la cena?
Ella se abrazó a la mochila. No se atrevía a dejar un objeto tan ofensivo en ninguno de los muebles, pero Tom se la arrancó de las manos y la dejó en el suelo, bajo una mesita. _______le dedicó una sonrisa de agradecimiento y él se sorprendió a sí mismo devolviéndosela.
No quería enseñarle la casa a la señorita Mitchell. Sobre todo, no quería que viera su dormitorio, ni las fotos en blanco y negro que adornaban las paredes. Pero sabía que con Rachel allí no iba a librarse tan fácilmente. Al menos tendría que enseñarle las habitaciones de invitados.
Así pues, poco después se encontraban en su estudio. Había sido un dormitorio de invitados, pero lo había convertido en una cómoda biblioteca, con estanterías de madera oscura que iban del suelo al techo.
_______ se quedó contemplando los libros con la boca abierta. Había volúmenes nuevos y otros muy antiguos. Casi todos eran ejemplares de tapa dura. Vio títulos en latín, italiano, francés, inglés y alemán. La habitación, como el resto de la vivienda, era muy masculina. Las mismas cortinas color azul hielo, el mismo suelo de madera oscura, con una alfombra persa en el centro.
Tom se puso tras el gran escritorio de roble.
—¿Te gusta? —la tuteó. Sabía que Rachel no iba a permitir que le hablara de usted.
—Mucho —respondió ella—. Es preciosa.
Alargó la mano para acariciar la butaca de terciopelo rojo, era igual que la que había admirado antes en el salón, pero se detuvo justo a tiempo. A El Profesor no le gustaría que la tocara.
Probablemente la reprendería por ensuciarla con sus dedos mugrientos.
—Es mi butaca favorita. Es muy cómoda. ¿Quieres probarla? 
_______sonrió como si acabara de darle un regalo y se sentó en ella con las piernas dobladas, enroscándose como un gato.
Tom juraría que la había oído ronronear. Sonrió al verla. Lo hizo sentirse relajado y casi feliz. En un impulso, decidió enseñarle uno de sus tesoros más preciados.
—Ven, te enseñaré una cosa —le dijo, con un gesto de la mano. Ella se levantó en seguida y se quedó esperando al otro lado del escritorio.
Tom abrió un cajón y sacó dos pares de guantes blancos de algodón.
—Póntelos —le dijo, dándole un par.
Sin decir nada, ella imitó sus movimientos.
—Ésta es una de mis posesiones más valiosas —le explicó él, sacando una caja de madera de un cajón que acababa de abrir con llave.
Cuando dejó la caja sobre el escritorio, a ______le entró miedo.
«¿Qué habrá dentro? ¿Una cabeza reducida? ¿Tal vez la cabeza reducida de una antigua alumna?»
Pero no. El profesor abrió la caja y sacó lo que parecía un libro. Al abrirlo, ______vio que se trataba de una serie de sobres de papel unidos, formando un acordeón. Estaban etiquetados en italiano.
Rebuscó entre los sobres cuidadosamente hasta encontrar el que buscaba y entonces sacó algo de dentro, que sostuvo reverentemente sobre las palmas.
Al ver de qué se trataba, ______ahogó una exclamación. Tom sonrió orgulloso.
—¿Lo reconoces?
—¡Por supuesto! Pero... ¡no puede ser el original! 
Él se echó a reír.
—Por desgracia, no. Eso no está al alcance de mi modesta fortuna. Los originales son del siglo XV. Éstas son reproducciones del XVI.
Tenía en su mano una copia de la famosa ilustración de Dante y Beatriz y el cielo de las estrellas fijas del Paraíso. El original había sido realizado por Sandro Botticelli con pluma y tinta. Era una ilustración de unos cuarenta por cincuenta centímetros. Aunque el pintor sólo había utilizado tinta, el nivel de detalle era asombroso.
—¿De dónde lo has sacado? No sabía que existieran copias.
—Pues las hay. Además, probablemente fueron hechas por un alumno de Botticelli. Y lo mejor de todo: está completo. Botticelli realizó cien ilustraciones para La Divina Comedia, pero sólo se conservan noventa y dos. En cambio, mi juego de copias está completo.
______ abrió mucho los ojos, que le brillaban emocionados.
—¿Me tomas el pelo? 
Tom se echó a reír.
—No.
—Fui a ver los originales cuando los expusieron en la galería de los Uffizi, en Florencia. El Vaticano tiene ocho, si no me equivoco, y el resto pertenecen a un museo de Berlín —dijo______.
—Exacto. Pensé que sabrías apreciarlos.
—Pero nunca he visto los ocho que faltan.
—Casi nadie los ha visto. Deja que te los enseñe.
El tiempo pasó volando mientras él le mostraba sus tesoros. Ella los estuvo admirando en silencio hasta que les llegó la voz de Rachel desde el vestíbulo.
—Tom, ¿quieres servirle una copa a ______y dejar de aburrirla con tus antiguallas?
Él puso los ojos en blanco y ______ se echó a reír.
—¿De dónde las sacaste? ¿No deberían estar en un museo? —preguntó mientras lo miraba guardar las ilustraciones en sus respectivos sobres.
Tom apretó los labios.
—No están en un museo porque me niego a desprenderme de ellas. Nadie sabe que las tengo. Sólo mi abogado y mi agente de seguros. Y ahora tú.
Luego apretó los dientes, como dando el tema por zanjado, por lo que _____no insistió.
Lo más probable era que las ilustraciones hubieran sido robadas de algún museo y que él las hubiera comprado en el mercado negro. Eso explicaría su reticencia a darlas a conocer. _______ se estremeció al darse cuenta de que había visto algo que menos de media docena de personas habían visto. Eran tan hermosas que cortaban la respiración. Obras de arte.
—¿Tom? —insistió Rachel desde la puerta.
—Vale, vale. ¿Qué quiere beber, señorita Mitchell? —le preguntó él, saliendo del estudio y dirigiéndose al botellero climatizado que tenía en la cocina.
—¡Tom!
—Perdón. ¿________?
Ella se sobresaltó al oír su nombre completo en su boca.
Al notar la extraña reacción de su amiga, Rachel desapareció en un pequeño anexo que servía como despensa.
—Cualquier cosa estará bien, profe... Tom—respondió _____, cerrando los ojos para disfrutar del placer de poder decir por fin su nombre en voz alta. Luego se sentó en uno de los elegantes taburetes de la barra de desayuno.
Él se decidió por una botella de chianti y la dejó sobre la encimera.
—La dejaré fuera un rato para que se ponga a temperatura ambiente —dijo, sin dirigirse a nadie en particular.
Y, tras excusarse, desapareció, probablemente para cambiarse de ropa y ponerse más cómodo.
—______—susurró Rachel, dejando un montón de verduras a un lado del fregadero doble—. ¿Puede saberse qué pasa entre Tom y tú?
—Vas a tener que preguntárselo a él.
—No te preocupes, pienso hacerlo. Pero ¿por qué se comporta de un modo tan raro? ¿Y por qué no le dijiste quién eras?
—Pensé que me reconocería —admitió ella, que parecía a punto de echarse a llorar—, pero no me recuerda —añadió, con voz temblorosa y la mirada fija en su regazo.
Rachel, sorprendida tanto por sus palabras como por su respuesta tan emocional, se acercó para abrazarla.
—No te preocupes. Ahora estoy yo aquí y me ocuparé de él. En algún lugar, debajo de la ropa, tiene corazón. Se lo vi una vez. Pero ahora ayúdame a limpiar las verduras. El cordero ya está en el horno.
Cuando Tom regresó, abrió el vino sonriendo para sus adentros. Iba a pasar un buen rato. Sabía qué aspecto tenía _______cuando probaba el vino e iba a tener una sesión privada de su erótica representación de la otra noche. Sintió un tirón involuntario en alguna parte de su cuerpo y deseó haber colocado alguna cámara secreta de vídeo en el apartamento. No creía que fuera buena idea sacar la máquina y empezar a hacerle fotos.
Le mostró la botella, satisfecho al ver la expresión de aprobación que le iluminó la cara al leer la etiqueta. Había comprado una botella de esa cosecha de la Toscana y habría sido una lástima malgastarla en alguien que no supiera apreciarla. Le sirvió un poco de vino en la copa y se echó hacia atrás, observándola y esforzándose para no sonreír.
Igual que la otra vez, ______hizo girar el líquido lentamente y lo examinó a la luz halógena. Cerró los ojos y aspiró su aroma. Luego acercó sus tentadores labios al borde de la copa y probó el vino con delectación, manteniéndolo en la boca unos instantes antes de bebérselo.
Tom suspiró mientras miraba cómo el chianti viajaba por su larga y elegante garganta.
Cuando abrió los ojos, ______ se encontró a Tom tambaleándose ligeramente delante de ella. Sus ojos cafés se habían oscurecido y tenía la respiración alterada. La parte delantera de sus pantalones gris marengo... ______ frunció el cejo.
—¿Te encuentras bien?
Pasándose una mano por la cara, él se obligó a calmarse.
—Sí, lo siento. —Tras llenarle la copa, se sirvió también y empezó a disfrutar del vino, sin dejar de mirarla por encima del borde de cristal.
—Debes de estar muerto de hambre, Tom—comentó Rachel por encima del hombro, mientras removía la salsa que estaba preparando—. Y sé que te conviertes en una bestia salvaje cuando tienes hambre.
—¿Qué vamos a tomar con el cordero? —preguntó él, observando a _______como si fuera un halcón, mientras ella se llevaba la copa a los labios una vez más.
Rachel dejó una caja sobre la barra.
—¡Cuscús!
______ se atragantó y escupió de golpe todo el vino que tenía en la boca, empapando a Tom y su camisa blanca. Al ver lo que había hecho, se asustó y soltó la copa, que se rompió en mil pedazos al chocar contra la base del taburete, manchándola a ella y manchando el suelo de madera noble.
Tom se limpió la cara y la camisa mientras maldecía en voz alta. Muy alta. _______se bajó del taburete, se arrodilló y empezó a recoger los trozos de cristal roto.
—Déjalo —dijo él suavemente, mirándola desde el otro lado de la barra.
Pero ella siguió recogiendo, con lágrimas en los ojos.
—¡Que lo dejes! —repitió él más fuerte, rodeando la barra.
________ se pasó los trozos de cristal de una mano a otra y siguió con su tarea. Parecía un cachorro arrastrándose patéticamente por el suelo con una pata herida.
—¡Para! ¡Por el amor de Dios, mujer, para! Te vas a cortar.
Tom se alzaba ante ella amenazadoramente y su enfado descendía desde las alturas como la ira de Dios.
Agarrándola por los hombros, la levantó y la obligó a soltar los trozos de cristal en un cuenco que había sobre la barra, antes de conducirla hasta el cuarto de baño de invitados.
—Siéntate —le ordenó.
Ella se sentó en la taza del váter y sollozó en silencio.
—Enséñame las manos.
Entre las manchas de vino, Tom distinguió algunas gotas de sangre y alguna esquirla de cristal clavada en la palma. Maldijo varias veces negando con la cabeza mientras abría el botiquín.
—No se te da muy bien escuchar, ¿no?
_______ parpadeó, lamentando no poder secarse las lágrimas de las mejillas con las manos.
—Y tampoco obedecer —añadió, mirando por encima del hombro.
Lo que vio lo hizo detenerse en seco.
Si más tarde alguien le hubiera preguntado por qué lo hizo, se habría encogido de hombros y no habría sabido qué responder. Pero cuando se detuvo y miró con atención a la criatura allí encogida, llorando, sintió algo. Algo que no era irritación, ni enfado, ni culpa ni lujuria. Sintió compasión. Y se arrepintió de haberla hecho llorar.
Inclinándose hacia ella, le secó las lágrimas con los dedos con delicadeza. En cuanto la rozó, notó un estremecimiento y la sensación de que su piel le resultaba familiar. Cuando le hubo secado las lágrimas, le sujetó la cara entre las manos y se la levantó hacia él. Pero al darse cuenta de lo que estaba haciendo, se apartó rápidamente y empezó a limpiarle las heridas.
—Gracias —murmuró_______ , agradeciéndole el cuidado con que estaba retirando los trocitos de cristal. Usaba unas pinzas y no dejaba ni un milímetro de piel sin examinar.
—No se merecen.
Cuando se dio por satisfecho con el resultado, echó yodo en un trozo de algodón.
—Esto te va a doler un poco.
Vio que ella se preparaba y se encogió por dentro. No le apetecía nada hacerle daño. Era tan suave y frágil. Tardó un minuto y medio en armarse de valor para aplicarle el desinfectante en los cortes. Durante todo ese tiempo, ________ permaneció inmóvil, mirándolo con los ojos muy abiertos y mordiéndose el labio, esperando a que se decidiera de una vez.
—Ya está —dijo él malhumorado, limpiándole los últimos restos de sangre—. Curada.
—Siento haber roto la copa. Sé que era de cristal.
Su suave voz interrumpió sus pensamientos mientras guardaba las cosas en el botiquín.
Él hizo un gesto con la mano, quitándole importancia.
—Tengo varias docenas. Hay una tienda debajo de casa donde las venden. Si necesito otra, la iré a buscar.
—Me gustaría reponerla.
—No podrías permitírtelo.

CAP 6 (PARTE 3)

Las palabras salieron de su boca antes de darse cuenta de lo que estaba diciendo. Al ver que ________ se ruborizaba y luego palidecía, se horrorizó. Había vuelto a agachar la cabeza, por supuesto, y se estaba mordiendo la mejilla.
—Señorita Mitchell, nunca se me ocurriría cobrarle la copa. Va en contra de todas las leyes de la hospitalidad.
«Y eso sería intolerable», pensó ella con ironía.
—Pero también te he manchado la camisa. Deja que pague la tintorería al menos.
Tom bajó la vista hacia su preciosa, pero obviamente estropeada camisa y maldijo en silencio. Le gustaba aquella camisa. Paulina se la había traído de Londres. La mancha de la saliva de ______ mezclada con el chianti no iba a desaparecer nunca.
—Tengo varias camisas iguales —mintió—. Además, seguro que la mancha saldrá fácilmente. Rachel me ayudará.
______ se mordió el labio inferior una vez más.
Tom sintió que le daba vueltas la cabeza, pero sus labios eran tan rojos y tentadores que no pudo apartar la vista. Era una sensación comparable a estar presenciando un accidente de coche desde la cubierta de un barco.
Inclinándose hacia ella, le dio unas palmaditas en el dorso de la mano.
—Los accidentes son inevitables. No son culpa de nadie —dijo para tranquilizarla.
_____ dejó de morderse el labio y lo recompensó con una sonrisa.
«La amabilidad la hace florecer. Es como una rosa que abre los pétalos.»
—¿Se encuentra bien? —preguntó Rachel a su espalda. Tom retiró la mano apresuradamente y suspiró.
—Sí, aunque me temo que ______odia el cuscús.
Y, tras decirlo, le guiñó un ojo a _______ y disfrutó viendo cómo el rubor se extendía desde sus mejillas por su piel de porcelana. En verdad era un ángel de ojos castaños.
—No pasa nada. Prepararé arroz pilaf —dijo Rachel, que salió del cuarto de baño seguida por Tom.
______se quedó dónde estaba, tratando de impedir que el corazón se le saliera del pecho.
Mientras Rachel guardaba el cuscús en la nevera, Tom fue a cambiarse al dormitorio. Se quitó la camisa manchada y, muy a su pesar, la tiró a la basura. Al volver a la cocina, acabó de recoger los cristales y el vino del suelo.
—Hay un par de cosas que deberías saber sobre ______—dijo Rachel por encima del hombro.
Él echó los trozos de cristal a la basura.
—Preferiría no oírlas.
—Pero ¡por favor! ¿Qué te pasa? Es mi amiga.
—Pero también es mi alumna. No debería saber nada de su vida privada. Que sea tu amiga ya resulta bastante problemático.
Su hermana irguió la espalda y negó con la cabeza. Sus ojos grises se oscurecieron al decirle:
—¿Sabes qué?, no me importa. La quiero mucho y mamá también la quería. Será mejor que lo recuerdes la próxima vez que sientas tentaciones de gritarle.
Al cabo de unos momentos, continuó:
—Lo ha pasado muy mal, idiota. Por eso se ha mantenido a distancia este año. Y ahora que por fin empieza a salir de su caparazón, un caparazón que yo pensaba que no abandonaría nunca, tú con tu arrogancia y tu condescendencia la empujas a volver a ocultarse. Así que deja de actuar como un estirado inglés y trátala como se merece. No eres ni el señor Rochester, ni el señor Darcy ni Heathcliff, por el amor de Dios. ¡Compórtate o volveré a Canadá y te meteré un taco por el culo!
Tom enderezó la espalda y la fulminó con la mirada.
—Espero que te refieras a una tortilla de maíz.
Rachel no se amilanó. De hecho, se irguió aún más. Tenía un aspecto casi amenazador.
—De acuerdo —se rindió él.
—Bien. Por otra parte, me cuesta creer que no reconocieras su nombre después de la cantidad de veces que te he hablado de lo mucho que le gusta Dante. ¿A cuántas entusiastas de Dante de Selinsgrove conoces?
Tom se inclinó hacia su hermana y le dio un beso en la frente enfurruñada.
—No seas tan dura conmigo, Rach. Trato de no pensar en nada relacionado con Selinsgrove si puedo evitarlo.
El enfado de ella desapareció al oírlo.
—Lo sé —dijo, abrazándolo con fuerza.



Unas cuantas horas y otra botella de chianti más tarde, ______se dispuso a irse.
—Gracias por la cena. Tendría que volver a casa.
—Te llevaremos —dijo Rachel, levantándose para ir a buscar los abrigos.
Tom frunció el cejo, pero siguió a su hermana.
—No hace falta. No está lejos, puedo ir andando —dijo _____desde la cocina.
—Ni hablar. Es de noche y no me importa lo seguro que sea Toronto. Además, está lloviendo —replicó Rachel antes de empezar a discutir con su hermano.
_____se alejó para no oír a Tom diciendo que no quería acompañarla. Pero los hermanos reaparecieron en seguida y los tres salieron al rellano. Cuando el ascensor estaba llegando, el móvil de Rachel empezó a sonar.
—Es Aaron —informó ella, abrazando a su amiga para despedirse—. Llevo todo el día intentando hablar con él, pero ha estado de reuniones. No te preocupes, hermano mayor, tengo llave.
Y volvió a entrar en el piso, dejando a una incómoda ______con un Tom enfurruñado en el ascensor.
—¿Pensabas contarme quién eras alguna vez? —preguntó él en tono ligeramente acusatorio.
Ella negó con la cabeza y se abrazó con fuerza a su ridícula mochila.
Tom le echó un vistazo y decidió que aquella bolsa tenía los días contados. Si volvía a verla, perdería los nervios. Además, Paul la había tocado, lo que significaba que estaba contaminada. ______iba a tener que tirarla.
La guio hasta su plaza de aparcamiento y ella se dirigió a la puerta del acompañante del Jaguar. Pero entonces Tom apretó el botón de un mando a distancia y un Range Rover que tenían al lado hizo un ruido agudo.
—Vamos a usar éste. La tracción en las cuatro ruedas es más segura cuando llueve. No me gusta usar el Jaguar con el suelo mojado si puedo evitarlo.
Ella trató de disimular su sorpresa al ver lo incómodo que parecía. Era como si se avergonzara de su riqueza. Cuando le abrió la puerta y la ayudó a subir, _______ se preguntó si habría notado la conexión entre ellos al tocarle el brazo.
Por supuesto, la había notado.
—Has dejado que me comportara como un auténtico imbécil —protestó él, frunciendo el cejo mientras salían del garaje.
«No has necesitado mi ayuda. Lo has hecho estupendamente tú solito.» Las palabras no pronunciadas quedaron suspendidas entre ellos. ______se preguntó si El Profesor sería capaz de leer la mente.
—Si lo hubiera sabido, te habría tratado de otra manera. Te habría tratado mejor.
—¿Ah, sí? ¿De verdad? ¿Y qué habrías hecho? ¿Hacerle pagar tu mal humor a otro alumno? En ese caso, me alegro de que no lo supieras.
Tom la miró con frialdad.
—Esto no cambia nada. Me alegro de que seas amiga de Rachel, pero sigues siendo mi alumna y hemos de mantener nuestra relación a un nivel profesional, señorita Mitchell. Será mejor que tengas cuidado con cómo te diriges a mí, ahora y en el futuro.
—Sí, profesor.
Tom buscó algún rastro de sarcasmo en su voz, pero no lo encontró. Tenía los hombros encorvados y la cabeza gacha. Su pequeña rosa se había marchitado. Y él era el único responsable. «¿Tu pequeña rosa? ¡Maldita sea, Kaulitz! ¿En qué estás pensando?»
—Rachel está muy contenta de tenerte aquí. ¿Sabías que estuvo prometida?
—¿Estuvo? ¿Ya no lo está?
—Aaron Webster le pidió que se casara con él y ella aceptó, pero eso fue antes de que Grace... —Tom respiró hondo—. A Rachel no le apetece preparar la boda ahora y canceló el compromiso. Por eso está aquí.
—Oh, no, lo siento mucho. Pobre Rachel. —______suspiró—. Y pobre Aaron. Yo lo apreciaba mucho.
Tom frunció el cejo.
—Aún están juntos. Aaron la quiere, es obvio, y entiende que Rachel necesita tiempo. Cuando las cosas se ponían feas en casa, ella siempre venía a verme para escapar de las peleas. Lo que no deja de ser curioso, porque yo era la oveja negra y Rachel la favorita.
_____ asintió como si lo comprendiera.
—Tengo un problema de carácter, señorita Mitchell. Me cuesta controlar la ira. Cuando pierdo el control, puedo ser muy destructivo.
Ella abrió mucho los ojos ante su confesión y separó los labios como si fuera a hablar, pero no dijo nada.
—Sería... desaconsejable que perdiera los papeles cerca de alguien como tú. Sería muy doloroso para ambos —siguió diciendo él.
Sus palabras sonaban tan sinceras y aterradoras que a ______se le quedaron grabadas a fuego.
—La ira es uno de los siete pecados capitales —comentó, volviendo la cabeza para mirar por la ventanilla, tratando de calmar el ardor que sentía en el vientre.
Él se echó a reír con amargura.
—Curiosamente, poseo los siete. No te molestes en contarlos: orgullo, envidia, ira, pereza, avaricia, gula, lujuria.
Ella alzó una ceja, pero no se volvió a mirarlo.
—Lo dudo.
—No espero que lo entiendas. Tú sólo eres un imán para los percances, señorita Mitchell, pero yo soy un imán para el pecado.
Esta vez sí se volvió hacia él, que le dedicó una mirada resignada; ella respondió con otra compasiva.
—El pecado no se siente atraído por un ser humano en concreto, profesor. Es más bien al revés.
—No según mi experiencia. A mí el pecado me encuentra siempre, aunque no lo busque. Eso sí, reconozco que no se me da bien resistirme a la tentación. —La miró brevemente a los ojos antes de volver a fijarse en la conducción—. Tu amistad con Rachel explica por qué enviaste gardenias. Y cómo firmaste la tarjeta como lo hiciste.
—Siento lo de Grace. Yo también la quería.
Tom la miró de nuevo. En los ojos de _____, grandes y amables, vio indicios de tristeza y de una pérdida irreparable.
—Sí, ahora me doy cuenta.
—¿Tienes radio por satélite? —preguntó ella, cuando él encendió el aparato y apretó uno de los botones de pre sintonización.
—Sí, suelo escuchar alguna emisora de las que ponen jazz, pero depende de mi estado de ánimo.
______ alargó la mano hacia la radio, pero la retiró sin atreverse a tocarla.
Tom sonrió al darse cuenta. Recordó cómo había ronroneado cuando le dio permiso para sentarse en su butaca favorita. Quería volver a oírla de nuevo.
—Adelante. Elige lo que quieras.
_____fue tocando botones, sonriendo al comprobar qué emisoras había pre sintonizado él. No le extrañó encontrar la CBS francesa ni las noticias de la BBC, pero sí la sorprendió una llamada Nine Inch Nails.
—¿Hay una emisora que sólo emite sus canciones? —preguntó ella, incrédula.
—Sí —respondió Tom, revolviéndose inquieto en el asiento, como si hubiera descubierto un secreto embarazoso.
—¿Y te gustan?
—Según de qué humor estoy.
______apretó el botón de una de las emisoras de jazz.
Tom presintió más que vio su visceral rechazo. No lo entendió, pero pensó que sería mejor no insistir en ello.
______ odiaba a los Nine Inch Nails. Si empezaban a sonar en la radio, cambiaba de emisora. Si en algún sitio ponían una canción suya, salía de la habitación, o del edificio si hacía falta. El sonido de su música, pero sobre todo la voz de Trent Reznor, la aterrorizaban, aunque nunca le había contado a nadie por qué.
La primera vez que los escuchó fue en un club, en Filadelfia. Había estado bailando con él, y él se había estado restregando contra ella. Al principio no le dio importancia, porque ya estaba acostumbrada. Siempre lo hacía, pero cuando cambió la música y empezó a sonar aquella canción, ______empezó a sentirse incómoda. Supuso que tendría algo que ver con la extraña secuencia de notas del principio, pero luego empeoró con aquella voz, la letra sobre follar como un animal y la mirada de él mientras apoyaba la frente en la suya y le susurraba aquellas palabras, que se le clavaron en el alma.
Fueran cuales fuesen las creencias religiosas de ______y sus oraciones medio en broma a los dioses menores, en ese momento tuvo la certeza de estar oyendo la voz del diablo. Sintió que Lucifer la rodeaba con sus brazos y le susurraba aquellas palabras. Y se asustó mucho.
______se había separado de él bruscamente y se había refugiado en el lavabo de mujeres. Mientras miraba a la chica pálida y temblorosa que le devolvía la mirada desde el espejo, se preguntó qué demonios le había pasado. No sabía por qué él le había hablado así, ni por qué había elegido ese preciso momento para hacerlo, pero estaba segura de que no se había tratado sólo de la letra de una canción. Ésta había sido un medio para confesarle sus intenciones y deseos más oscuros.
_______no quería que la follaran como a un animal. Quería ser amada. Habría renegado del sexo para siempre si pensara que con ello lograría el tipo de amor del que se nutrían los poemas y los mitos. Ése era el tipo de sentimiento que deseaba desesperadamente, aunque en el fondo no se creía merecedora de él. Quería ser la musa de alguien. Quería ser venerada y adorada en cuerpo y alma. Quería ser la Beatriz de un Dante apuesto y noble y habitar con él para siempre en el Paraíso. Quería vivir una vida que rivalizara con la belleza de las ilustraciones de Botticelli.
Ésa era la causa de que, a los veintitrés años, _______Mitchell siguiera siendo virgen y de que guardara en el cajón de la ropa interior la fotografía del hombre que había puesto el listón tan alto que ninguno de los que había habido después había podido alcanzarlo. Durante los últimos seis años, había dormido con su foto debajo de la almohada. Ningún otro hombre había estado nunca a su altura. Ningún otro había despertado en ella los sentimientos de amor y devoción que él le había inspirado. Su relación se basaba en una única noche, una noche que _____ revivía en sus recuerdos una y otra vez.



HOLA!! QUE TAL ESTUVO LOS CAPITULOS?? BUENOS NO?? SE PREGUNTARAN CON QUIEN ESCUCHO EN LA DISCOTECA A LOS NINE INCH NAILS?? NO FUE CON TOM DE ESO ESTENCE SEGURAS PERO ... ¿CON QUIEN LO HIZO? ESO LO SABRAN MAS ADELANTE :D JAJAJAJA DEJENME SUS COMENTARIOS PARA SABER SI LES ESTA GUSTANDO O NO LA NOVELA :)) SIN MAS QUE DECIR ME DESPIDO, QUE ESTEN BIEN Y HASTA LA PROXIMA ACTUALIZACION :))

2 comentarios:

  1. Me encanto el cap virgiii estuvo super bueno.. tengo mucha intriga x saber con quien escucho en la discoteca a los nine inch nails??? y ya quiero el primer beso entre Tom y (Tn) y saber q pasara entre ellos.. el ya esta sintiendo algo x ella de eso estoy segura..!!! sube prontooo please amo tu fic..

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  2. Awww amo la fic.. Me encanta como Tom ya edta pensandi en ella como si fuera suyaa!!

    Quien sera ese chivoo?? Quien..
    Sihuelaa Virgii te juro que est buenixima la fic :D

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