musica

sábado, 15 de marzo de 2014

.- EL INFIERNO DE TOM .- 11 (PARTE 1 y 2)

CAP 11 (PARTE 1)

El martes por la tarde, a última hora, ____ y Paul estaban sentados en el Starbucks de la calle Bloor, disfrutando de sus respectivos cafés, acurrucados en un sofá de terciopelo lila y charlando. Estaban cerca, pero no demasiado. Lo bastante cerca como para que Paul pudiera admirar su belleza; lo suficientemente lejos como para que _____ pudiera mirarlo a los ojos —aquellos ojos grandes y amables— y no sentirse inquieta. O apabullada.
—¿Te gustan los Nine Inch Nails? —le preguntó ella, que sostenía un vaso grande de café con las dos manos.
A Paul le sorprendió la pregunta.
—Pues no. La verdad es que no —respondió, encogiéndose de hombros—. Trent Reznor me crispa bastante. Menos cuando canta temas de Tori Amos. ¿Por qué? ¿A ti te gustan?
______ se estremeció.
—No. En absoluto.
Él rebuscó en su maletín y sacó un CD.
—Éste es el tipo de música que me gusta. Música que me permita trabajar mientras la escucho.
—¿Hem? Nunca he oído hablar de ellos —dijo_____ , dándole la vuelta a la funda.
—Tienen una canción que creo que te gustaría. Se llama Half Acre. Salía en un anuncio de seguros de la tele, así que puede que te suene. Es preciosa. Y nadie grita, ni da berridos ni te dice que te va a fo... —Se interrumpió, ruborizándose. Estaba tratando de hablar bien cuando estaba con ella, pero no acababa de conseguirlo.
_______ le alargó el CD, pero Paul lo rechazó.
—No, lo compré para ti. El álbum se llama «Rabbit songs». Canciones de conejos para el Conejito.
—Gracias, pero no puedo aceptarlo.
Él pareció ofendido. Y dolido.
—¿Por qué no?
—Porque no. Pero gracias de todos modos.
—Pues has aceptado que alguien te regalara un precioso maletín —protestó Paul, señalándolo—. ¿Un regalo de Navidad adelantado de algún novio?
—No tengo novio —respondió ella, incómoda—. La madre de mi mejor amiga quiso que me lo quedara. Murió hace poco.
—Lo siento, Conejito. No lo sabía.
Le dio unas palmaditas en la mano y dejó el CD en el sofá, entre los dos. _____ no se apartó. De hecho, estuvo rebuscando en el maletín hasta que encontró el CD del profesor Kaulitz y se lo devolvió, sin apartar la mano que Paul le tenía sujeta en ningún momento.
—¿Qué puedo hacer para convencerte de que aceptes mi regalo? —preguntó él, mientras guardaba el CD de Mozart en su maletín.
—Nada. Ya he recibido demasiados regalos últimamente. Estoy servida.
Paul enderezó la espalda y sonrió.
—Deja que lo intente. Tienes unas manos tan pequeñas... Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene las manos tan pequeñas —añadió, moviendo sus manos unidas para verlas desde todos los ángulos. La de _____ se veía diminuta dentro de las de él.
Ella lo miró con curiosidad.
—Es muy bonito. ¿Se te ha ocurrido ahora?
Paul apoyó la cabeza en el respaldo y se acercó la mano de ______ a los ojos, mientras le trazaba la línea de la vida con el pulgar. Parecía como si le estuviera leyendo la palma de la mano.
—No, es una cita del poema de E. E. Cummings, «En algún lugar al que nunca he viajado». ¿Lo conoces?
—No, pero me encantaría. —La voz de _______ sonó tímida de repente.
—Algún día te lo leeré. —Paul la miró a los ojos con una sonrisa esperanzada.
—Me gustará mucho.
—No es de Dante, pero es bonito. —El pulgar de Paul le presionó ligeramente la mano—. Y me recuerda a ti. Tú estás en un lugar al que nunca he viajado. Tú, tu fragilidad y tus manos diminutas.
_______ se inclinó hacia adelante para disimular el rubor que le cubría las mejillas y bebió un poco de café. Pero permitió que Paul siguiera acariciándole la mano dulcemente. Al llevarse el vaso a los labios, su vetusto jersey de lana lila le resbaló un poco del hombro, dejando al descubierto unos cinco centímetros de tira de sujetador de algodón blanco y una curva de piel de alabastro.
Inmediatamente, Paul le soltó la mano y le cubrió la inocente tira con el jersey, apartando la vista para no incomodarla.
—Así —susurró—. Arreglado.
Y volvió a reclinarse en el asiento. No quería arriesgarse a que se enfadara. Con mucha prudencia, le volvió a coger la mano. Tenía miedo de que la apartara en cualquier momento.
______ observaba lo que él estaba haciendo conteniendo el aliento. Parecía como si todo sucediera a cámara lenta. La manera de actuar de Paul le llegaba al corazón. Sus movimientos eran íntimos pero castos al mismo tiempo. Le había tapado el hombro. Había cubierto una parte de su cuerpo pequeña e inocente, para protegerla de miradas lujuriosas. Y, al hacerlo, le había demostrado su aprecio y su respeto. Virgilio la estaba honrando.
Con ese acto, galante y caballeroso, se había ganado el acceso a su corazón. No hasta el fondo, pero sí hasta el Vestíbulo, por decirlo de alguna manera. Si ese gesto había sido una muestra del contenido de su alma, _______ estaba convencida de que no le importaría que fuera virgen. Estaba segura de que, al enterarse, la cubriría con una manta de aceptación.
No la acusaría ni se burlaría de ella. Y mantendría cualquier secreto que tuvieran entre los dos, sin contárselos a nadie. No la trataría como a un animal; no la follaría ni la violaría. Y no querría compartirla con nadie.
Empujada por esos sentimientos, hizo algo impetuoso: se inclinó hacia Paul y lo besó. Fue un beso tímido y casto. No sintió que la sangre se le acelerara, ni una vibración por todo el cuerpo, ni una explosión de calor. Los labios de él, que eran muy suaves, respondieron vacilantes. ________ notó su asombro en el modo en que apretó la mandíbula. Sin duda lo había sorprendido con su atrevimiento y lo lamentó inmediatamente.
Lamentó que sus labios no fueran los de Tom. Lamentó que aquel beso no fuera como los besos de Tom.
Una gran tristeza se abatió sobre ella. Una vez más, se maldijo por haber probado algo de lo que no podría volver a disfrutar. Con el primer bocado de aquella manzana, había echado a perder la oportunidad de que otro hombre pudiera estar nunca a la altura de Tom. Morder la manzana había sido adquirir el conocimiento. Y ahora lo sabía.
Se alejó de Paul antes de que lo hiciera él, reprendiéndose por haber sido tan atrevida. Se preguntó qué pensaría de ella. «Acabo de perder a mi único amigo en Toronto por un beso —reflexionó—.¡Maldita sea!»
—Conejito —dijo él mirándola con cariño y acariciándole la mejilla.
Su contacto no era eléctrico, sino suave y relajante. Todo en Paul era amable. Hasta su piel.
Rodeándola con sus brazos, la atrajo hacia su pecho para acariciarle el pelo y susurrarle algo dulce al oído. Cualquier cosa que sirviera para tranquilizarla y borrar aquella expresión de dolor y de confusión en su cara. Pero sus dulces murmullos se interrumpieron en seco con la llegada de una arpía de grandes alas, zapatos de tacón y pintalabios carmesí, con un vaso de café en cada mano.
—Vaya, vaya, qué bonita escena —dijo una voz fría y dura como el acero.
Al levantar la vista, ______ se encontró con los ojos castaños de Christa Peterson.
Trató de apartarse de Paul, pero éste se lo impidió.
—Hola, Christa —la saludó él sin ningún entusiasmo.
—¿De visita en los barrios pobres para confraternizar con los alumnos del curso de especialización? Qué democrático por tu parte, Paul —se burló ella, ignorando a _____.
—Ten cuidado, Christa —le advirtió Paul—. ¿A dos manos? ¿No será demasiado café? ¿Acaso no has dormido en toda la noche?
—Si yo te contara... —ronroneó ella—. Pero no son los dos para mí. Uno es para Tom. Oh, no te había visto,______. Supongo que para ti sigue siendo el profesor Kaulitz. —Y se echó a reír como una gallina clueca.
Alzando una ceja, ______ reprimió el impulso de sacarla de su error y de borrarle aquella sonrisa burlona de la cara. Porque, ante todo, era una dama. Y porque le gustaba la sensación del brazo de Paul sobre su hombro y no tenía ganas de moverse. De momento al menos.
—Tú tampoco le llamas Tom a la cara, Christa —dijo Paul—. Te reto a que lo hagas la próxima vez que lo veas.
La mirada de la joven se endureció aún más.
—¿Me retas? Qué gracioso. ¿Es algo típico de Vermont? ¿Algo que los granjeros se dicen unos a otros mientras apilan estiércol? Después de la reunión con Tom, probablemente iremos a Lobby a tomar unas copas. Le gusta ir allí después del trabajo. Estoy segura de que esta noche... intercambiaremos más que nombres. —Sacó un poco la lengua y se la pasó por el labio inferior lánguidamente.
______ sintió náuseas.
—¿Te va a llevar allí a ti? —preguntó Paul, escéptico.
—Oh, sí. No lo dudes.
______ sintió una arcada, pero la reprimió. Pensar en Tom junto a aquella... furcia era repugnante. Hasta la camarera de Lobby le parecía preferible a ella.
—No eres su tipo de mujer —murmuró ______, sin poder evitarlo.
—¿Perdona?
Ella alzó la vista y se encontró con los ojos entornados y cargados de suspicacia de Christa. Calibró sus alternativas durante un par de segundos y decidió optar por la prudencia.
—He dicho que no es mi tipo de local.
—¿Cuál?
—Lobby. No me parece nada del otro mundo.
La otra le dedicó una sonrisa glacial.
—Como si el portero te fuera a dejar entrar. Lobby es un club exclusivo.
Luego la miró de arriba abajo, como si fuera un animal de esos que nadie quiere. Como si fuera un poni viejo y casi ciego en una granja escuela. De pronto, ______ se vio fea y poco adecuada. Sintió ganas de llorar, pero las reprimió.
Paul sabía lo que Christa estaba haciendo. Notó que _______ empezaba a temblar como reacción al afilamiento de garras de su compañera. Así que, aunque le dolió, soltó a ______ y se echó hacia adelante en el sofá.
«No me obligues a levantarme, zorra», pensó.
—¿Qué te hace pensar que no dejarían entrar a ______ en Lobby, Christa? ¿Acaso sólo dejan entrar a profesionales?
La joven se ruborizó violentamente.

CAP 11 (PARTE 2)

—¿Qué sabrás tú, Paul? ¡Eres prácticamente un monje! O tal vez sí. ¿Es eso lo que hacéis los monjes? ¿Tenéis que pagar para acostaros con alguien? —preguntó, con una mirada malintencionada hacia el nuevo maletín de ______.
—Christa, si no cierras la boca ahora mismo, voy a tener que levantarme. Y en cuanto me ponga de pie, me voy a olvidar de mis modales —dijo Paul, mirándola muy serio, sin dejar de recordarse que no podía pegarle a una mujer.
Y Christa seguía siendo una mujer, por mucho que pareciera una puerca anoréxica en celo. Paul nunca la habría comparado con una vaca, porque consideraba que las vacas eran animales nobles, especialmente las Holstein.
—No te excites tanto —replicó Christa—. Estoy segura de que hay múltiples explicaciones. Tal vez no la dejaran entrar por su coeficiente intelectual. Tom dice que no eres demasiado lista, ______.
Y sonrió triunfalmente al ver que _____ agachaba la cabeza, sintiéndose insignificante. Paul se apoyó en los talones. No iba a pegarle a Christa; sólo iba a asegurarse de que se callara de una vez. Tal vez pudiese llevarla a rastras hasta la salida. Pero al final no tuvo que hacer nada.
—¿Ah, sí? ¿Y qué más dice Tom, si se puede saber?
Los tres estudiantes se volvieron a la vez hacia el especialista en Dante de ojos cafés que se había acercado a ellos sin que se dieran cuenta. No sabían cuánto tiempo llevaba allí ni lo que había oído, pero tenía la mirada brillante y no podía esconder su enfado con Christa. Era como una nube de tormenta que crecía amenazadoramente. Por suerte, pensó _____, esa vez no avanzaba en su dirección.
«El picor en mi pulgar me dice que algo malo está a punto de llegar», pensó Paul, recordando el famoso verso de Macbeth.
—Paul —lo saludó Tom con frialdad, mirando intencionadamente hacia el espacio cada vez mayor que separaba a ______ de su ayudante de investigación.
«¡Follaángeles! Ajá. Así está mejor. Las manos lejos del ángel, desgraciado.»
—Señorita Mitchell, es un placer verla. —Tom esbozó una sonrisa un poco forzada—. La veo estupendamente, como siempre.
«Sí, ángel de ojos castaños, he oído lo que te ha dicho. No te preocupes. Yo me encargo de ella.»
—Señorita Peterson —dijo Tom al fin, indicándole a Christa que lo siguiera con un gesto, como si fuera un perro.
«Has mirado a ______ como si fuera basura. No lo volverás a hacer. Me aseguraré personalmente de ello.»
_____ vio que él rechazaba el café que Christa le había comprado y que se dirigía al mostrador para pedir otra cosa. Vio también que los hombros de la chica se estremecían de rabia.
Paul se volvió hacia _____ y suspiró.
—¿Dónde nos habíamos quedado?
Ella respiró hondo y dejó pasar unos instantes antes de decir lo que sabía que tenía que decir.
—No he debido besarte. Lo siento —se disculpó, mirando el maletín para no mirarlo a la cara.
—Yo no lo siento. Sólo siento que lo sientas —replicó Paul, acercándose y mirándola con una sonrisa—. Pero no pasa nada. No estoy enfadado ni disgustado.
—No sé qué me ha pasado. No suelo actuar así. No voy besando a cualquiera por ahí.
—Es que yo no soy cualquiera. —La miró fijamente—. Personalmente, llevo mucho tiempo queriendo besarte. Desde el primer seminario, para ser sincero. Pero habría sido demasiado pronto.
Trató de obligarla a mirarlo a los ojos, pero ella apartó la vista y miró a la pareja sentada a otra mesa, discutiendo. Suspiró.
—_______, ese beso no tiene por qué cambiar nada. Piensa en ello como en una demostración de cariño entre amigos. No tiene por qué volver a suceder a no ser que tú así lo quieras —insistió él, preocupado—. ¿Te sentirás mejor así? ¿Quieres que finjamos que no ha sucedido?
Ella asintió y se removió en el sofá.
—Lo siento, Paul. Eres tan amable conmigo...
—No quiero que sientas que me debes nada. No soy amable contigo para conseguir algo a cambio. Soy así contigo porque me apetece. Por eso te compré el CD. Y por eso el poema me recuerda a ti. Me inspiras. —Se inclinó hacia ella para susurrarle al oído, aunque era muy consciente del par de ojos cafés clavados en él desde otra mesa—: Por favor, no te sientas obligada a hacer nada que no te apetezca. Yo seré tu amigo hagas lo que hagas. —Guardó silencio unos instantes—. Ha sido un pequeño beso amistoso. Pero a partir de ahora podemos limitarnos a abrazarnos. Y algún día, si quieres que pasemos a algo más...
—No estoy preparada —susurró _____, algo sorprendida al haber encontrado con tanta facilidad las palabras que expresaban exactamente cómo se sentía.
—Lo sé. Por eso no te he devuelto el beso con el entusiasmo que me habría gustado. Pero ha sido un beso muy bonito. Gracias. Sé que no dejas que cualquier persona se acerque tanto a ti y yo me siento muy honrado de que me tengas confianza.
Le dio unos golpecitos en la mano y volvió a sonreír. Ella abrió la boca para decir algo, pero Paul habló primero.
—Qué ganas tenía de romperle el cuello a Christa cuando te ha dicho esas cosas. Otro día no me molestaré en responderle. —Miró hacia la mesa de El Profesor y comprobó aliviado que sus ojos color café estaban ahora clavados en Christa, que parecía a punto de llorar.
_____ se encogió de hombros.
—No tiene importancia.
—Sí la tiene. He visto cómo te miraba. Y he visto tu reacción. Te has encogido,_____. ¿Por qué demonios te has encogido? ¿Por qué no la has mandado al infierno?
—Porque yo no hago esas cosas si puedo evitarlo. Intento no ponerme a su nivel. Otras veces me quedo tan asombrada de que la gente sea tan desagradable sin motivo que no me salen las palabras.
—¿Hay más gente que se porta así contigo? —preguntó Paul, empezando a enfurecerse.
—A veces.
—¿Kaulitz? —susurró.
—Ha mejorado mucho. Ya lo has visto. Hoy ha sido... educado. 
Paul asintió a regañadientes.
«¡Profesor Kualitz!»
_______ se retorció las manos, nerviosa.
—No pretendo ser san Francisco de Asís ni nada parecido, pero cualquiera puede gritar obscenidades. ¿Por qué debería ser como Christa? Me gusta pensar que a veces... sólo a veces, el silencio puede ser más fuerte que el mal. Y me gusta pensar que, si no digo nada, la gente oirá el odio que sale de su boca con sus propios oídos, sin nada que los distraiga. Tal vez la bondad sea suficiente para mostrar el mal como lo que es, sin necesidad de reprimirlo con más mal. Aunque no es que yo sea la encarnación del bien. Sé que no lo soy. —Se detuvo y miró a Paul—. No me estoy explicando muy bien.
Él sonrió.
—Te explicas con absoluta claridad. Precisamente hablamos de esto en el seminario sobre santo Tomás de Aquino. El mal es su propio castigo. Mira a Christa, por ejemplo. ¿Crees que es feliz? ¿Cómo podría serlo portándose así? Algunas personas son tan egocéntricas y viven tan engañadas que ni todos los gritos del mundo servirían para que se dieran cuenta de sus errores.
—O para activar su memoria —añadió _______ , con una mirada de reojo a la otra mesa.



Al día siguiente, ______ se encontraba en el Departamento de Estudios Italianos, revisando la correspondencia antes del seminario sobre Dante. Estaba escuchando el CD que Paul le había regalado. Finalmente había aceptado su regalo y lo había cargado en su iPod. Su amigo tenía razón. Se había enamorado del álbum inmediatamente y pronto comprobó que podía trabajar en su proyecto mucho mejor con aquella música que con la de Mozart. «Lacrimosa» era demasiado deprimente.
Tras varios días sin encontrar nada, finalmente recibió correspondencia. Tres cartas, concretamente.
La primera anunciaba la nueva fecha de la conferencia del profesor Kaulitz: «La lujuria en el Infierno de Dante: el pecado capital contra el Yo». Tomó nota y pensó preguntarle a Paul si le apetecería acompañarla.
La segunda carta venía en un sobre pequeño color crema. Al abrirla, comprobó asombrada que contenía una tarjeta de regalo de Starbucks. Era una tarjeta personalizada, decorada con la imagen de una bombilla. El texto decía: «Eres brillante, ______».
Al darle la vuelta a la tarjeta, vio que tenía un valor de cien dólares. «Mierda —pensó—. Eso es mucho café.» No le cupo duda de quién se la había enviado y por qué, pero igualmente no se desprendió de la sensación de sorpresa. Hasta que abrió la tercera carta.
Era un sobre alargado y elegante. _______lo abrió rápidamente y vio que se lo enviaba el jefe del Departamento de Estudios Italianos. La felicitaba por haber conseguido una beca. Lo primero que hizo ella fue buscar la cantidad. Al ver que se trataba de cinco mil dólares al semestre y que era compatible con la que ya cobraba, cerró los ojos.
«Oh, dioses de los estudiantes francamente pobres que viven en agujeros de hobbit que no son aptos ni para perros, ¡gracias, gracias, gracias!»
—_______, ¿te encuentras bien?
La voz de la señora Jenkins, amable y tranquilizadora, la sacó de su trance. Dirigiéndose a trompicones hasta su escritorio, le mostró la carta.
—Ah, sí, ya me enteré —dijo la mujer con una sonrisa sincera—. Estas becas no se conceden muy a menudo. De repente, el lunes recibimos una llamada diciendo que una fundación había donado miles de dólares para la dotación de esa beca.
_____ asintió, sin salir de su asombro. La señora Jenkins se quedó mirando el sobre.
—Me pregunto quién será.
—¿Quién será quién?
—La persona que da nombre a la beca.
—No lo he leído hasta el final.
La señora Jenkins le devolvió la carta y le señaló un nombre.
—Dice que eres la destinataria de la Beca M. P. Kaulitz. Me pregunto quién será M. P. Kaulitz. ¿Crees que sería pariente del profesor Kaulitz? Aunque Kaulitz es un apellido bastante común. Probablemente no sea más que una coincidencia.





HOLA!!! COMO ESTAN? ESPERO QUE BIEN!! BUENO AQUI ESTA EL CAPS ... ESPERO LES GUSTE. BUENO NO TENGO NADA MAS QUE DECIR ASI QUE ME DESPIDO, CUIDENSE Y QUE ESTEN BIEN ... HASTA LA PROXIMA :))

2 comentarios:

  1. O.o Tom llego en el momento precisoo!!

    Obvio tiene que ser Tom Kaulitz aunque decia M P Kaulitz??

    Siguelaaa. Me encantaaa ;)

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  2. Es obvio q es Tom aunque tengo duda con M P Kaulitz??? jejeje Tom llego a tiempo, ese Tom esta celoso de (Tn) xq ella estaba con Paul.. Me encanto síguela xfiis y q ya pase algo entre (Tn) y Tom me meuro x leer un cap donde se den besos y hasta mas......

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