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domingo, 23 de marzo de 2014

.- EL INFIERNO DE TOM .- 13 (PARTE 3 y 4)

CAP 13 (PARTE 3)

Fuera por lo que fuese, no podía permitir que su compañera siguiera adelante con sus planes de seducción.
«Las manos fuera de mi tesoro, Gollum.»
Volviéndose, salió en busca de Ethan y le susurró al oído:
—Necesito tu ayuda. Está con una chica a la que no le conviene llevarse a casa, porque es una de sus alumnas. Necesito separarlo de ella antes de meterlo en el taxi.
—Yo no puedo meterme en eso —contestó Ethan encogiéndose de hombros—. Es asunto suyo.
—¿Y si el camarero le tira una copa encima y la envía al cuarto de baño? Entonces yo podría convencer a Tom para que salga del local.
—¿Crees que podrás hacerlo?
____ parpadeó unos instantes.
—No lo sé, pero seguro que me será más fácil si logramos separarlos. No creo que él sea capaz de formar pensamientos coherentes con esas tetas de plástico en la cara.
«Oh, dioses de las estudiantes de tesis que se están esforzando mucho por proteger a un amigo, ayudadme a mantener apartada a esa puta de su polla. Por favor.»
Ethan se echó a reír.
—Parece una película de intriga. De acuerdo, seguro que el camarero nos ayuda. Tiene sentido del humor. Si Kaulitz se pone difícil, dile que me llame. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
Ethan hizo una llamada y momentos después le indicó a ____ que ya podía acercarse a Tom. Respirando hondo, ella enderezó la espalda y volvió junto a él. Algo le había hecho mucha gracia, porque estaba riéndose a carcajadas, con la cabeza echada hacia atrás y sujetándose el estómago con las manos.
____ tuvo que admitir que todavía estaba más guapo cuando se reía. Llevaba una elegante camisa de un tono verde pálido, con los dos botones superiores desabrochados, lo que dejaba a la vista un poco de vello, que asomaba como briznas de hierba bajo el manto blanco inmaculado de su camiseta. Por suerte, había abandonado la moda de los años cincuenta y se había quitado la pajarita. Llevaba una corbata de seda negra con rayas también negras, que le colgaba del cuello suelta; unos pantalones de vestir negros, bastante ajustados, y unos zapatos asimismo negros brillantes y acabados en punta.
En resumen, El Profesor estaba bebido, pero iba impecable.
—¿Profesor?
Él dejó de reír en seco y se volvió hacia ____. Al verla, le dedicó una amplia sonrisa. Parecía contento de verla. Demasiado contento.
—Señorita Mitchell, ¿a qué debo este inesperado placer? —Le
cogió la mano y se la llevó a los labios, donde la retuvo demasiado tiempo.
____ frunció el cejo. La verdad era que no parecía bebido, pero estaba comportándose de un modo extraño, demasiado amistoso, seductor incluso, sin duda a causa del alcohol. (O eso o había recibido un trasplante de personalidad de alguien encantador, pongamos por caso, Daniel Craig.)
—¿Podrías ayudarme a conseguir un taxi? Tengo que volver a casa —dijo ella y retiró la mano mientras disimulaba una mueca por lo absurdo de su excusa.
—Por ti haría cualquier cosa, señorita Mitchell. Y lo digo en serio. ¿Puedo invitarte a una copa antes? —preguntó sonriendo, mientras se sacaba un fajo de billetes del bolsillo y se los daba al camarero.
—No, gracias, ya tengo una —respondió ____, sacudiendo el smoothie bajo la nariz de Tom.
El camarero miró con escepticismo el estridente vaso de polietileno, pero se limitó a cobrar sin hacer comentarios.
—¿Por qué estás bebiendo eso? ¿Marida bien con el cuscús? —Tom volvió a reír, pero al ver que ____ se mordía el labio inferior, se detuvo en seco.
Algo bruscamente, le pasó el pulgar por el labio para que dejara de mordérselo.
—Para. No quiero que te hagas sangre. —Y sujetándole la cara con las manos, le acercó la suya. Estaban muy cerca. Demasiado cerca—. Lo del cuscús era una broma.
_____ aún estaba recuperándose de la impresión de haber tenido el pulgar de Tom entre los labios.
—Supongo que no ha tenido gracia. No es divertido reírse de la pobreza de la gente. Y tú eres una niñita muy dulce.
Ella apretó los dientes, preguntándose cuánto tiempo iba a aguantar aquella actitud condescendiente antes de largarse y dejarlos —a él y a su polla— en las garras de Christa.
—Profesor, yo...
—Estaba hablando con alguien. La conoces. Es una auténtica zorra. —La mirada embriagada de Tom barrió la sala antes de volver a centrarse en ella—. Se ha largado. Me alegro, es una bruja.
_____ asintió. Y sonrió.
—Te miró como si fueras basura, pero yo la puse en su sitio. Si vuelve a molestarte, la expulsaré. Todo irá bien, ya lo verás.
Volvió a acercar su cara a la de ella y se pasó la lengua por sus
labios perfectos muy lentamente.
—No deberías estar en un sitio como éste. Ya deberías estar durmiendo en tu camita lila, enroscada como un gatito. Un precioso gatito con grandes ojos castaños. Me encantaría acariciarte.
_____ levantó las cejas.
«¿De dónde saca esas ideas?»
—Ejem, sí, es verdad. Tengo que irme a casa ahora mismo. ¿Sales conmigo y me ayudas a parar un taxi? ¿Por favor, profesor? —Señaló hacia la salida, tratando de mantener una prudente distancia entre los dos.
Él cogió su gabardina inmediatamente.
—Lo siento. El jueves tuviste que volver sola. No volverá a ocurrir. Vamos, te llevaré a casa, gatita.
Le ofreció el brazo a la manera tradicional y _____ se cogió de él, preguntándose quién guiaba a quién. Al llegar a la calle, Ethan los estaba esperando con un taxi. Al verlos acercarse, les abrió la puerta trasera.
—Señorita Mitchell —susurró Tom, apoyándole una mano en la parte baja de la espalda.
—Pensándolo mejor, creo que iré andando —contestó ella, tratando de alejarse.
Pero él insistió, igual que Ethan, éste probablemente porque quería librarse de ellos antes de que Tom decidiera que quería seguir bebiendo y lo derribara de un puñetazo. No deseando causarle problemas a Ethan y para huir de Christa, ese Gollum que podía aparecer en cualquier momento reclamando su tesoro, ____ se metió en el taxi y se deslizó por el asiento hasta el extremo opuesto.
Tom entró tras ella. ____ trató de no respirar por la nariz para no embriagarse con los efluvios de todo el whisky escocés que había consumido. Ethan le dio un billete al taxista y cerró la puerta del taxi, despidiéndose de ____ con la mano.
—Al edificio Manulife —indicó Tom.
Ella estaba a punto de corregirlo y dar su dirección, cuando él la interrumpió:
—No has venido a Lobby a beber.
Sus ojos, que la estaban examinando de arriba abajo, se detuvieron en sus rodillas, que asomaban bajo los rotos del pantalón.
—Mala suerte. Estaba en el lugar inadecuado en un momento inoportuno.
—No lo creo —susurró él, con una sonrisita en los labios—. Creo
que tienes muy buena suerte. Y ahora que te he encontrado, yo también la tengo.
_____ suspiró. Era tarde para decirle al taxista que dieran la vuelta. Ya estaban circulando en dirección contraria. Iba a tener que asegurarse de que El Profesor llegaba a casa sano y salvo y después volver a su apartamento andando. Negando con la cabeza, dio un largo sorbo al smoothie.
—¿Me estabas espiando? —preguntó él, mirándola con desconfianza—. ¿Te pidió Rachel que lo hicieras?
—Claro que no. Volvía a casa de la biblioteca y te he visto por la ventana.
—¿Me has visto y has decidido entrar a hablar conmigo? —preguntó Tom, sorprendido.
—Sí —mintió Julia.
—¿Por qué?
—Sólo conozco a dos personas en Toronto. Tú eres una de ellas.
—Es una pena. Supongo que la otra es Paul.
Ella lo miró de reojo, pero no respondió.
—Follaángeles.
_____ frunció el cejo.
—¿Por qué lo llamas así?
—Porque eso es lo que es. O, para ser más exactos, lo que quiere ser. Pero tendrá que pasar por encima de mi cadáver. Ya puedes decírselo. Dile que si quiere follarse al ángel, que se atenga a las consecuencias.
Ella alzó una ceja ante su comportamiento medieval y su lenguaje procaz. Lo había visto borracho anteriormente, por supuesto, y sabía que en esos momentos alternaba episodios de absoluta lucidez y otros de completa locura.
«¿Y cómo se las arregla uno para follar con un ángel? Los ángeles son criaturas inmateriales, espirituales. ¡No tienen genitales, Tom! Eres un especialista en Dante, pero estás chalado.»
No tardaron mucho en llegar al bloque de pisos. Cuando el taxi se detuvo, ambos salieron a la vez. El apartamento de ____ no estaba lejos, a unas cuatro manzanas, y no tenía dinero para un taxi, así que se despidió de Tom con una sonrisa, le deseó buenas noches y se volvió, dándose una figurada palmadita en la espalda de parte de Rachel. Luego el smoothie y ella iniciaron la caminata de vuelta a su apartamento.
—He perdido las llaves —le llegó la voz de Tom, que se estaba cacheando, apoyado precariamente en una palmera de plástico—. Pero ¡he encontrado las gafas! —Le mostró su montura negra de Prada.
_____ cerró los ojos y respiró hondo. Quería dejarlo e irse. Quería delegar la responsabilidad de su bienestar en otro buen samaritano, a ser posible algún vagabundo que pasara por allí. Pero cuando vio su expresión confusa y que empezaba a deslizarse hacia el suelo, arrastrando consigo a la pobre palmera, con maceta y todo (una pobre palmera de plástico que no le había hecho daño a nadie en toda su vida), supo que no podía hacerlo. Tom había sido el niño de Grace en otra época y ella no podía dejar abandonado a ese niño. En el fondo de su corazón, ____ sabía que la amabilidad, por pequeña que fuera, nunca se perdía.
«Ni siquiera es capaz de encontrar las llaves, por el amor de Dante.» Suspirando, ____ tiró el vaso a una papelera cercana.
—Vamos —dijo, rodeándole la cintura con un brazo. Hizo una mueca cuando él le rodeó a su vez los hombros y le dio un apretón con demasiada familiaridad.
Entraron en el vestíbulo inclinándose como un galeón en una tormenta. El conserje los vio y los dejó entrar, abriendo la puerta desde su puesto con el automático. Cuando llegaron al ascensor, el whisky pareció castigar a Tom con más fuerza. Permaneció con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, gruñendo de vez en cuando.
____ aprovechó el momento para buscar las llaves en sus bolsillos. En cuanto consiguió arrancarle de las manos su preciada gabardina Burberry, las encontró en seguida.
—Me has buscado en un bar y me has llevado a casa, gatita traviesa. Pensaba que no te llevabas a casa a hombres que habías conocido en bares.
Incluso estando borracho, el profesor Kaulitz seguía siendo un idiota.
—No te he llevado a mi casa, profesor. Te he acompañado a la tuya para ayudarte. Pero como sigas comportándote así, voy a soltarte y te caerás —murmuró ella, cada vez más enfadada.
Tras varios intentos, ____ dio con la llave y abrió la puerta. Lo ayudó a entrar y sacó la llave de la cerradura. Estaba a punto de dejarlo allí, cuando él murmuró que se estaba mareando. Se lo imaginó ahogándose en su propio vómito, muerto en el baño, solo y
sin amigos, como una estrella del rock en horas bajas, y decidió quedarse. Esperaría hasta que estuviese en la cama y se aseguraría de que no vomitara (y se ahogara). Dejó las llaves y la gabardina sobre el mueble del recibidor. Luego se quitó el abrigo y lo puso encima de su maletín.
Tom estaba apoyado en la pared, con los ojos cerrados, así que no había peligro de que se diera cuenta de que seguía llevando su jersey, como si fuera una adolescente enamorada.
—Vamos, profesor.
_____ lo apoyó en su hombro y lo ayudó a recorrer el pasillo.
—¿Adónde me llevas? —preguntó él, abriendo un ojo.
—A la cama.
Tom se echó a reír, se apoyó en la pared y separó las piernas para mantener el equilibrio.
—¿Qué te parece tan gracioso?
—Tú, señorita Mitchell —respondió en un ronco susurro—. Me llevas a la cama y ni siquiera me has besado. ¿No crees que deberíamos empezar con algún que otro beso? Luego podríamos hacer manitas un par de noches en el sofá y a partir de allí ya pasaríamos a la cama. Ni siquiera he tenido la oportunidad de acariciarte, gatita traviesa. Eres virgen, no lo olvides.
_____ se enfureció, especialmente por el último comentario.
—Tú no has hecho manitas en tu vida. Y no te llevo a la cama, idiota. Te acompaño hasta allí para que puedas dormir la mona. Vamos, basta de cháchara.
—Bésame, ____. Dame un beso de buenas noches. —Tom la estaba mirando fijamente. Su voz se había convertido en un murmullo aterciopelado—. Y te prometo que luego me iré a la cama como un niño bueno. Y tal vez, si te portas bien, dejaré que tú te acurruques a mi lado como una gatita buena.
Ella ahogó una exclamación. En ese momento no parecía borracho. Tenía un aspecto bastante lúcido y la estaba acariciando con la mirada, deteniéndose más tiempo del necesario en la zona del pecho. Tom se pasó la lengua por los labios.
«Ahora viene la sonrisa seductora... Va a llegar en cinco, cuatro, tres, dos, uno... ahí está.» (Menos mal que en su actual estado de ánimo, _____ era inmune a las sonrisas derretidoras.)
Soltándolo inmediatamente, dio un paso atrás y apartó la vista. No podía permitírselo. Mirarlo directamente cuando sonreía era como mirar el sol sin protección. Tom dio un paso hacia ella. La espalda
de _____ chocó contra la otra pared del pasillo. Estaba atrapada. Él se acercó un poco más.
____ abrió mucho los ojos. La estaba acechando. Y parecía hambriento.
—Por favor... no... no me hagas daño.
Tom frunció el cejo, levantó las manos y le sujetó la barbilla para que lo mirara directamente a los ojos, que le brillaban atrevidos.
—Nunca —dijo y la besó.

CAP 13 (PARTE 4)

En cuanto sus labios entraron en contacto, ____ perdió la capacidad de razonar y se sumergió en las sensaciones. Nunca había sido tan consciente de su físico como en ese momento. La energía que había perdido su mente la ganó su cuerpo. Notó que los labios de Tom apenas se movían. Eran unos labios cálidos, húmedos y sorprendentemente suaves. No sabía si la estaba besando así por la borrachera. Era como si sus bocas se hubieran quedado pegadas. Como si su conexión, tan real como intensa, no pudiera romperse ni por un segundo. ____ no se atrevía a moverse por miedo a que él la soltara y no volviera a ser besada así nunca más en toda su vida.
Él se apoyó en ella con suavidad pero con firmeza, mientras le acariciaba las mejillas con las manos. No abrió la boca, pero el sentimiento que circuló entre ellos fue muy intenso. ____ notó el latido de su corazón en sus oídos, sintió que se ruborizaba y que le aumentaba la temperatura en todo el cuerpo. Se acercó un poco más a él, eliminando la separación que quedaba entre los dos y rodeándole la espalda con los brazos. Percibió la tensión de sus músculos debajo de la camisa y su corazón latiendo contra su pecho. Pero la trataba con demasiado cuidado, con demasiada delicadeza... Ella quería más, mucho más.
No supo cuánto tiempo pasó desde que empezaron a besarse, pero cuando Tom se apartó, a ____ le daba vueltas la cabeza. Había sido algo trascendente. Emocional. Durante unos instantes, había logrado satisfacer su deseo más profundo. Había sido un momento real y muy emotivo que le había provocado una marea de recuerdos y de sueños del huerto de los manzanos. Pero ese beso no se lo había imaginado. La chispa, la atracción, habían vuelto a la vida. Se preguntó si él habría sentido lo mismo. Tal vez a esas alturas de su vida ya era inmune a esos sentimientos.
—Preciosa _____ —murmuró Tom, tambaleándose—, dulce como un caramelo.
Se pasó la lengua por los labios como si la estuviera
saboreando. Cualquier rastro de lucidez había desaparecido. Con los ojos cerrados, se desplomó contra la pared, a punto de desmayarse.
Cuando _____ recobró el juicio, cosa que le llevó más de un minuto, lo arrastró hacia la habitación. Todo habría acabado bien si en ese momento él no le hubiera vomitado encima. De ella y del precioso y carísimo jersey de cachemira. Cuando acabó, el verde coche de carreras inglés había dado paso a otro tipo de verde.
Ella ahogó un grito y reprimió sus propias náuseas ante la visión y el olor. Tenía el estómago muy delicado.
«¡Lo tengo hasta en el pelo! Oh, dioses de las buenas samaritanas, ¡ayudadme, rápido!»
—Lo siento, _____. Siento haber sido un mal chico —se disculpó Tom.
Su voz le recordó a la de un niño pequeño.
Ella contuvo el aliento y negó con la cabeza.
—No pasa nada. Vamos. —Lo arrastró hasta el cuarto de baño y logró que se arrodillara ante el váter antes de la siguiente erupción estomacal.
Mientras vomitaba, ____ se tapó la nariz con dos dedos y miró a su alrededor intentando distraerse. El cuarto de baño era elegante y muy espacioso. ¿Había una bañera donde cabían cómodamente dos personas o más? Correcto. ¿Una ducha para dos personas con una decadente función de lluvia tropical? Correcto. ¿Toallas blancas, grandes y esponjosas, perfectas para recoger vómito? Correcto.
Cuando Tom acabó, ella le ofreció una toalla pequeña pero absorbente para que se secara la cara. Él gruñó e ignoró su ofrecimiento, así que _____ se inclinó hacia él y lo limpió con delicadeza antes de darle un vaso de agua para que se enjuagara la boca.
Luego se lo quedó mirando. A pesar del desastre que había sido su familia y de su miedo al matrimonio, a veces se preguntaba cómo sería tener un bebé, un niño o una niña que se parecieran a ella y a su marido. Mirando a Tom, que seguía fatal, se imaginó lo que supondría ser madre y cuidar de un niño enfermo. La vulnerabilidad de Tom le llegaba al alma. Sólo la había presenciado una vez anteriormente, no hacía tanto, en su despacho, cuando había llorado por la muerte de Grace.
«Grace se alegraría de saber que estoy cuidando de su hijo.»
—¿Estarás bien si te dejo solo un minuto? —preguntó, apartándole el cabello de la frente.
Él volvió a gruñir, sin abrir los ojos, y ____ lo interpretó como un
sí.
Pero le costó separarse de él. Mientras Tom gemía, ella siguió acariciándole el pelo y hablándole como si fuera un bebé.
—Está bien, Tom. Todo está bien. Siempre he querido cuidar de ti, preocuparme por ti, aunque tú nunca te preocupes por mí.
Cuando se convenció de que podía dejarlo solo unos minutos, fue a su dormitorio y rebuscó en sus cajones en busca de algo, cualquier cosa que pudiera ponerse. Resistiéndose al impulso de registrar el cajón de la ropa interior en busca de un trofeo que llevarse a casa —o que vender en eBay—, se apoderó de los primeros calzoncillos tipo bóxer que encontró. Eran negros y estaban decorados con el escudo del Magdalen College. Le pareció que eran demasiado pequeños para el trasero bien formado de Tom.
«Hasta su ropa interior es pretenciosa», pensó, buscando una camiseta.
En el cuarto de baño de invitados se quitó la ropa sucia, se metió en la ducha para lavarse el pelo de vómito y se puso su ropa.
Luego trató de limpiar un poco el desastre del jersey de cachemira. Lo lavó lo mejor que pudo en el lavabo. Después lo dejó en la encimera de mármol para que se secara. Tom ya decidiría más tarde si quería llevarlo a la tintorería (o quemarlo). ____ cogió el resto de su ropa, la metió en la lavadora y volvió al cuarto de baño del dormitorio.
Tom estaba sentado con la espalda apoyada en la pared, las rodillas dobladas ante el pecho y la cara escondida en las manos. Seguía gimiendo.
_____ limpió el váter rápidamente y se arrodilló a su lado. No le gustaba la idea de dejarlo vestido con la ropa sucia de vómito, pero tampoco tenía ganas de desnudarlo. Probablemente él la acusaría de acoso sexual o algo parecido. Y no le apetecía enfrentarse a un profesor Kaulitz ebrio y furioso. O a un profesor Kaulitz sobrio y furioso. Como un dragón, podía revolverse y atacar si creía que alguien le estaba tirando de la cola.
—Tom, te has manchado de vómito, ¿me entiendes? ¿Quieres quedarte así o...? —Dejó la frase sin acabar.
Él negó con la cabeza y trató de quitarse la corbata. Por supuesto, con los ojos cerrados no tuvo mucho éxito. ____ le aflojó el nudo con delicadeza y se la sacó por encima de la cabeza. La lavó con agua y la dejó en el mármol. También iba a tener que llevarla a la tintorería.
Mientras ella estaba de espaldas, él trató de desabrocharse la camisa, pero era mucho más difícil de lo que había previsto, por lo que empezó a blasfemar y a tirar de la tela, casi arrancando los botones.
____ suspiró.
—Déjame a mí.
Volvió a arrodillarse a su lado, le apartó las manos y le desabrochó los botones con facilidad.
Tom sacó los brazos de las mangas y luego se quitó la camiseta por encima de la cabeza. Desorientado como estaba, fue incapaz de acabar de hacerlo y permaneció allí, con la camiseta enrollada alrededor de la cabeza, como un turbante.
La imagen era divertida y _____ tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse a reír. Deseó tener el móvil a mano para sacarle una foto. Le habría encantado usarla como fondo de pantalla. O como avatar, si alguna vez necesitaba uno. Liberándolo de la camiseta con delicadeza, se sentó sobre los talones y ahogó una exclamación.
El pecho desnudo de Tom era impresionante. Todo su torso era un estudio de perfección. Tenía los brazos grandes y musculados. Los hombros anchos y unos pectorales bien tonificados. Cuando iba vestido, parecía mucho más esbelto, pero no había nada esbelto en el hombre que tenía delante. Absolutamente nada.
Tenía también un tatuaje y eso sí que fue toda una sorpresa. Había visto fotos de Scott y de Tom sin camiseta —fotos tomadas durante vacaciones de verano antes de que ____ se mudara a Selinsgrove— y habría jurado que no tenía ningún tatuaje en esas fotos. Así que era uno reciente, hecho en los últimos seis o siete años.
Se extendía por la parte izquierda de su pecho, le cubría el pezón y parte del esternón. Mostraba un dragón medieval que rodeaba un corazón de grandes dimensiones, desgarrándolo con sus zarpas. El corazón era muy realista, nada estilizado, y las garras del dragón se hundían en él con tanta saña que lo hacían sangrar abundantemente.
_____ se quedó mirando embobada la perturbadora imagen. El animal era verde y negro, con una cola con púas, grandes alas abiertas y escupía fuego por la boca. Pero lo que más le llamó la atención fueron las letras negras escritas sobre el corazón: MAIA. ¿Un acrónimo? ¿O sería Maia, un nombre propio?
_____ no tenía ni idea de quién podía ser Maia o de qué podía ser MAIA. Nunca había oído ese nombre en casa de los Clark. Por otra parte, no le parecía nada propio de Tom hacerse un tatuaje. El que ella había conocido y el que estaba empezando a conocer esos días
nunca se haría uno, y menos uno tan grande e inquietante.
«¿Lleva un tatuaje como ése debajo de la ropa pero se pone pajarita? ¿Con un jersey?»
_____ se preguntó qué otras sorpresas acechaban en la superficie de su piel y, sin querer, sus ojos se desplazaron más abajo. Incluso estando sentado, tenía los abdominales bien marcados, igual que una uve que nacía de sus caderas y se perdía bajo los pantalones de lana.
«Joder. El Profesor debe de entrenar. Mucho. He cambiado de idea. Quiero una foto de sus abdominales como fondo de pantalla.»
Ruborizándose, apartó la vista. No estaba bien que lo mirase de esa manera. No le gustaría que alguien hiciera lo mismo con ella, especialmente si no se encontraba bien. Sintiéndose culpable, recogió la ropa sucia y la toalla que había usado para limpiar la alfombra persa del dormitorio y lo llevó todo al lavadero. Lo metió en la lavadora, junto con la ropa de ella, llenó la cubeta del detergente y la puso en marcha. Al pasar por la cocina, cogió una jarra de agua filtrada y un vaso.
En su ausencia, Tom había conseguido arrastrarse hasta la impresionante cama cubierta con una colcha de seda, que ocupaba el centro de la habitación. _____ lo encontró sentado en el borde de la misma, descalzo y vestido sólo con unos bóxers negros, con el pelo muy alborotado.
«¡Madre de Dios!»
Aunque probablemente no había nada más excitante en el universo que la visión de Tom semidesnudo sentado en la cama, ____ apartó la vista y dejó el agua en la mesita de noche. Quería preguntarle cómo se encontraba, pero pensó que tal vez debería darle un momento de respiro. Así que se apartó y miró a su alrededor. Y lo que vio la dejó asombrada.
La afición de Tom por las fotografías en blanco y negro se hacía patente también allí. En tres de las cuatro paredes había un par de fotos. Eran muy grandes, enmarcadas en impresionantes marcos negros. Sin embargo, lo más sorprendente era el contenido.
Eran fotos eróticas, fotografías de desnudos, básicamente femeninos, aunque en algunas de ellas aparecían un hombre y una mujer juntos. Los rostros y los genitales no se veían en ninguna, o bien estaban difuminados o en sombras. Eran fotografías elegantes, hechas con muy buen gusto y estéticamente bonitas. A _____ no le parecieron obscenas, pero eran muy sensuales, mucho más sofisticadas que las fotografías pornográficas y también mucho más excitantes.
Una de ellas mostraba a una pareja de perfil. Estaban cara a cara, sentados en una especie de banco. Tenían los torsos pegados y él tenía las manos enredadas en la melena rubia y larga de ella. ____ se ruborizó mientras se preguntaba si la foto habría sido tomada antes, después o mientras la pareja hacía el amor.
En otra se veía la espalda de una mujer y dos manos masculinas. Una de éstas sujetaba a la mujer por el centro de la espalda. La otra la agarraba por el culo. En la cadera derecha de la mujer se veía un tatuaje, pero eran letras árabes y _____ no entendió lo que decían.
Las dos fotos más grandes colgaban sobre el cabecero de la cama.
Una de ellas retrataba a una mujer tumbada boca abajo. La forma de un hombre flotaba sobre ella casi como si se tratara de un ángel oscuro. Mientras le apoyaba la mano en la parte baja de la espalda, le daba un beso en el hombro. Le recordó la escultura de Rodin conocida como El sueño o El beso del ángel y se preguntó si el fotógrafo se habría inspirado en esa obra.
La otra fotografía la dejó sin respiración. Era la más abiertamente erótica y _____ sintió un gran rechazo por su crudeza y agresividad. Era una visión lateral de una mujer tumbada boca abajo. Sólo se le veía desde el torso hasta la rodilla y sobre ella se cernía parte de una figura masculina. El hombre le agarraba la cadera y la nalga izquierdas con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos, mientras presionaba sus propias caderas contra la curva del trasero de la mujer. Él tenía un atractivo glúteo muy definido y dedos largos y elegantes.
Algo en la foto la hizo sentir tan incómoda que tuvo que dejar de mirarla.
¿Por qué querría tener nadie una foto así colgada en su habitación? _____ negó con la cabeza. Aunque, después de haber visto las fotografías, una cosa le había quedado clara: al profesor Kaulitz le gustaban los culos.
A juzgar por la decoración y por las obras de arte que adornaban su habitación, el dormitorio de Tom parecía tener una función muy definida: servir como caldero para su lujuria desatada. Él no hacía nada a la ligera, así que ése tenía que ser el efecto que quería conseguir, a pesar de la aparente frialdad tanto del apartamento como de su dueño. Ésta era una sensación glacial que desprendían no sólo las paredes color visón y las fotografías en blanco y negro, sino
también la seda azul claro de las cortinas, la colcha y los escasos muebles.
Entre tanta sencillez, destacaba la enorme cama y su cabecero ricamente labrado, con columnas a los lados, y el pie de la cama, más bajo pero con una talla igual de intrincada.
«Medieval —pensó ella—. Qué adecuado.»
Pronto, algo aún más sorprendente que las fotografías captó su atención. Al ver lo que ocupaba la cuarta pared, la boca se le abrió sin poder evitarlo.
Al pie de la gran cama medieval de Tom, desentonando bastante entre las fotografías eróticas en blanco y negro, vio un cuadro prerrafaelita a todo color. Los vivos y gloriosos tonos pertenecían a una reproducción a gran escala del cuadro de Dante y Beatriz de Henry Holiday, el mismo cuadro que colgaba junto a la cama de ella.
Se volvió hacia Tom y luego miró el cuadro de nuevo. Él podía verlo desde la cama. Se lo imaginó quedándose dormido cada noche contemplando el rostro de Beatriz. Era la última imagen que veía cada noche y la primera que vislumbraba por las mañanas. No sabía qué tenía ese cuadro para Tom. Él era la razón por la que ella lo había comprado. ¿Sería ella la razón por la que lo había comprado él?
La idea la hizo estremecer. No importaba quién entrara en su dormitorio. No importaba qué chica fuera a calentarle la cama, Beatriz siempre estaba allí, siempre estaba presente.
Pero Tom no recordaba que ella era Beatriz.
Sacudiendo la cabeza para librarse de esa idea, se acercó a él y lo convenció de que se tumbara en la cama. Luego lo cubrió con la sábana y el edredón de seda y le remetió los bordes por debajo, a la altura del pecho. A continuación se sentó a su lado. Tom la estaba mirando.
—Estaba escuchando música —murmuró, como si hubieran dejado una conversación a medias y la estuviera retomando.
—¿Qué tipo de música? —preguntó ____, algo confusa.
Hurt, de Johnny Cash. Una y otra vez, sin parar.
—¿Por qué escuchas esas cosas?
—Para recordar.
—Oh, Tom. ¿Por qué?
____ parpadeó para no llorar. Ésa era la única canción de Trent Reznor que podía escuchar sin sentir náuseas, pero siempre la hacía llorar.
Tom no respondió.
_____ se inclinó sobre él.
—¿Tom? Cariño, no vuelvas a escuchar ese tipo de música, ¿me lo prometes? Ni «Lacrimosa», ni a los Nine Inch Nails. Sal de la oscuridad. Camina hacia la luz.
—¿Dónde está la luz? —murmuró él.
Ella respiró hondo.
—¿Por qué bebes tanto?
—Para olvidar.
Tom cerró los ojos.
De ese modo, ____ podía contemplarlo y admirarlo. Debió de ser un adolescente muy dulce, con esos grandes ojos cafeces, unos labios que pedían a gritos ser besados y aquella mata de pelo negro tan sexy. Podría haber sido un chico tímido en vez de un chico triste y agresivo. Podría haber sido noble y bueno.
Si ____ y él no se hubieran llevado tantos años de diferencia, tal vez la habría besado en el porche de su padre, la habría llevado al baile de promoción y le habría hecho el amor por primera vez sobre una manta bajo las estrellas, en el viejo huerto de manzanos. En un universo perfecto, ella habría podido ser la primera.
____ se preguntó cuánto dolor podría soportar una alma humana —la suya en concreto— sin marchitarse por completo y se levantó para marcharse. Una mano cálida salió disparada de debajo de las sábanas y la sujetó con fuerza.
—No me dejes —le suplicó él con un hilo de voz. Sus ojos, entornados, le estaban suplicando que se quedara—. Por favor, _____.
Sabía quién era y quería que se quedara. A juzgar por su voz y su mirada, no sólo lo quería, lo necesitaba. No podía negarse.
____ le dio la mano y volvió a sentarse a su lado.
—No voy a dejarte. Duérmete. Hay luz a tu alrededor. Mucha luz.
Una sonrisa apareció en los labios perfectos de Tom. Lo oyó suspirar, aliviado. La mano con que la agarraba se relajó. ____ inspiró hondo, retuvo el aire y, suavemente, le acarició las cejas con un dedo. Al comprobar que él no abría los ojos ni hacía ninguna mueca, se las siguió acariciando; primero una, luego la otra. Su madre se lo había hecho alguna vez, cuando ella no podía dormir de niña. Pero de eso hacía mucho tiempo. Había sido antes de que la abandonara para ocuparse de otros asuntos más importantes.
Tom seguía sonriendo y eso le dio ánimos para mover la mano hasta su pelo. El tacto de sus mechones alborotados le trajo
recuerdos de un día en una granja de la Toscana durante el año que pasó en el extranjero. Un niño italiano la había llevado a ver los campos y ____ había acariciado las puntas de las espigas con la palma de la mano. El pelo de Tom era suave como una pluma, o como las susurrantes espigas italianas.
Le acarició el pelo, como debió de hacerlo Grace en el pasado. Tom permitió que le acariciara también la mejilla, que le trazara la angulosa línea de la barbilla y le rascara suavemente la barba que le empezaba a salir. Le resiguió el leve hoyuelo de la barbilla y volvió a subir la mano para rozarle los pómulos, altos y nobles. Nunca volvería a estar tan cerca de él. Si estuviera despierto, no le permitiría tocarlo de esa manera. Estaba segura de que primero le habría mordido la mano y luego la yugular.
Su pecho perfecto subía y bajaba rítmicamente. Se había dormido.
Se quedó contemplando su cuello, los músculos de los hombros y de la parte superior de los brazos, las clavículas y la parte superior del pecho. Si hubiera estado pálido, le habría recordado a una estatua romana tallada en mármol blanco. Pero aún conservaba el rastro del bronceado del verano anterior y su piel parecía dorada a la luz de la lámpara.
_____ se besó dos dedos y los colocó sobre sus labios entreabiertos.
Ti amo, Dante. Eccomi Beatrice. —Te quiero, Dante. Soy yo, Beatriz.
En ese preciso momento, sonó el teléfono fijo de Tom.
____ dio un brinco. El teléfono sonaba muy fuerte y Tom estaba empezando a moverse. El horrible ruido estaba perturbando su descanso, así que _____ respondió:
—¿Diga?
—¿Quién demonios es? —quiso saber una voz de mujer, aguda y sorprendida.
—Es la residencia de Tom Kaulitz. ¿Quién llama?
—¡Paulina llama! ¡Que se ponga Tom!
El corazón de _____ se aceleró y luego se saltó un latido antes de desbocarse. Levantándose, se llevó el terminal inalámbrico hasta el cuarto de baño y cerró la puerta.
—Ahora mismo no puede ponerse. ¿Es alguna emergencia?
—¿Qué quiere decir que no puede? Dígale que soy Paulina y que quiero hablar con él.
—Bueno, es que está indispuesto.
—¿Indispuesto? Escucha bien, puta, dale la vuelta y ponle el teléfono en la mano. Llamo desde...
—Ahora no puede hablar. Haga el favor de llamar mañana. —____ apretó el botón y cortó la comunicación, interrumpiendo el torrente de furiosas palabras de la mujer y sintiéndose profundamente asqueada.
«Es demasiado exigente para ser un rollo ocasional. Debe de ser su amante oficial. Se habrá puesto furiosa al oírme contestar. Tal vez se enfade tanto que rompa con él.»
____ hizo una mueca. ¿Por qué tenía siempre tan mala suerte? Se quitó la toalla de la cabeza y la puso a secar. Luego regresó al dormitorio y dejó el teléfono en su sitio. No se iría a casa porque le había prometido a Tom que no lo dejaría solo, pero dormiría en la habitación de invitados.
De repente, él abrió los ojos y la miró fijamente.
—Beatriz —susurró, alargando la mano hacia ella.
____ empezó a temblar convulsivamente.
—Beatriz —susurró él de nuevo, sin rastro de duda en sus ojos cafeces.

—¿Tom? —sollozó ella.





HOLA!!! AQUI ESTA LA SEGUNDA PARTE DEL CAPS ... AQUI ESTAN LO QUE TANTO DESEABAN ... SE BESARON!!! AHORA VIENE LO BUENO DE LA HISTORIA ... HASTA PRONTO Y QUE ESTEN BIEN :))

5 comentarios:

  1. Wow... me encantaaa, pero esa paulina no sé, espero que solo sea una amante y nada mas serio, dios que tierno tommy, que guapo es dios mio♡

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  2. Hermosoo capituloo!! Se besaron al fin!! Que emocion!!

    Es Paulina que no joda >.<
    Oajal Tom ya reconosca a (tn) de una vez.. Sii se viene lo bueno..

    Siguelaa Virgii amo la fic.. Sube en tus otras fics tambien.porfa.. ;)

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  3. Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaayyyyy Dios !!! Tantas cosas que pasaron que ni se *-* por fiiiiiin se besaron oajala y Tom hubiera estafo consciente *-* waaaaaaaaa *-* y ¿quien sera esa tal paulina? Es jn poco loca pero sndjfkebsjskwnshsjdj enserio me encanta espero que subas pronto *-* ME ENCANTA :DDD gracias por subir :)

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  4. Síguela esta interesante :)

    Perdona q pregunte pero alguien q me pase otra fic para leer pq avece me aburro y quiero leer pero ya eh leído varía fic pero se otra chica estén haciendo nueva fic

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  5. Por fiiiiiiiin se besaron jajaja me encantooooo el cap y le dijo Beatriz osea q la reconoció huyyy el próximo cap estará muy interesanteee jejeje sube pronto please estoy muy intrigada x saber q pasara en el próximo cap ojala sea ardiente quisiera ver un cap muy ardiente entre ellos...!!!!!

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