CAP 13 (PARTE 3)
Fuera por lo que fuese, no podía
permitir que su compañera siguiera adelante con sus planes de seducción.
«Las manos fuera de mi tesoro,
Gollum.»
Volviéndose, salió en busca de
Ethan y le susurró al oído:
—Necesito tu ayuda. Está con una chica a la que no le conviene
llevarse a casa, porque es una de sus alumnas. Necesito separarlo de ella antes
de meterlo en el taxi.
—Yo no puedo meterme en eso
—contestó Ethan encogiéndose de hombros—. Es asunto suyo.
—¿Y si el camarero le tira una
copa encima y la envía al cuarto de baño? Entonces yo podría convencer a Tom
para que salga del local.
—¿Crees que podrás hacerlo?
____ parpadeó unos instantes.
—No lo sé, pero seguro que me
será más fácil si logramos separarlos. No creo que él sea capaz de formar
pensamientos coherentes con esas tetas de plástico en la cara.
«Oh, dioses de las estudiantes de
tesis que se están esforzando mucho por proteger a un amigo, ayudadme a
mantener apartada a esa puta de su polla. Por favor.»
Ethan se echó a reír.
—Parece una película de intriga.
De acuerdo, seguro que el camarero nos ayuda. Tiene sentido del humor. Si
Kaulitz se pone difícil, dile que me llame. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
Ethan hizo una llamada y momentos
después le indicó a ____ que ya podía acercarse a Tom. Respirando hondo, ella
enderezó la espalda y volvió junto a él. Algo le había hecho mucha gracia,
porque estaba riéndose a carcajadas, con la cabeza echada hacia atrás y
sujetándose el estómago con las manos.
____ tuvo que admitir que todavía
estaba más guapo cuando se reía. Llevaba una elegante camisa de un tono verde
pálido, con los dos botones superiores desabrochados, lo que dejaba a la vista
un poco de vello, que asomaba como briznas de hierba bajo el manto blanco
inmaculado de su camiseta. Por suerte, había abandonado la moda de los años
cincuenta y se había quitado la pajarita. Llevaba una corbata de seda negra con
rayas también negras, que le colgaba del cuello suelta; unos pantalones de
vestir negros, bastante ajustados, y unos zapatos asimismo negros brillantes y
acabados en punta.
En resumen, El Profesor estaba
bebido, pero iba impecable.
—¿Profesor?
Él dejó de reír en seco y se
volvió hacia ____. Al verla, le dedicó una amplia sonrisa. Parecía contento de
verla. Demasiado contento.
—Señorita Mitchell, ¿a qué debo
este inesperado placer? —Le
cogió la mano y se la llevó a los labios, donde la retuvo demasiado
tiempo.
____ frunció el cejo. La verdad
era que no parecía bebido, pero estaba comportándose de un modo extraño,
demasiado amistoso, seductor incluso, sin duda a causa del alcohol. (O eso o
había recibido un trasplante de personalidad de alguien encantador, pongamos
por caso, Daniel Craig.)
—¿Podrías ayudarme a conseguir un
taxi? Tengo que volver a casa —dijo ella y retiró la mano mientras disimulaba
una mueca por lo absurdo de su excusa.
—Por ti haría cualquier cosa,
señorita Mitchell. Y lo digo en serio. ¿Puedo invitarte a una copa antes?
—preguntó sonriendo, mientras se sacaba un fajo de billetes del bolsillo y se
los daba al camarero.
—No, gracias, ya tengo una
—respondió ____, sacudiendo el smoothie bajo la nariz de Tom.
El camarero miró con escepticismo
el estridente vaso de polietileno, pero se limitó a cobrar sin hacer
comentarios.
—¿Por qué estás bebiendo eso?
¿Marida bien con el cuscús? —Tom volvió a reír, pero al ver que ____ se mordía
el labio inferior, se detuvo en seco.
Algo bruscamente, le pasó el
pulgar por el labio para que dejara de mordérselo.
—Para. No quiero que te hagas
sangre. —Y sujetándole la cara con las manos, le acercó la suya. Estaban muy
cerca. Demasiado cerca—. Lo del cuscús era una broma.
_____ aún estaba recuperándose de
la impresión de haber tenido el pulgar de Tom entre los labios.
—Supongo que no ha tenido gracia.
No es divertido reírse de la pobreza de la gente. Y tú eres una niñita muy
dulce.
Ella apretó los dientes,
preguntándose cuánto tiempo iba a aguantar aquella actitud condescendiente
antes de largarse y dejarlos —a él y a su polla— en las garras de Christa.
—Profesor, yo...
—Estaba hablando con alguien. La
conoces. Es una auténtica zorra. —La mirada embriagada de Tom barrió la sala
antes de volver a centrarse en ella—. Se ha largado. Me alegro, es una bruja.
_____ asintió. Y sonrió.
—Te miró como si fueras basura,
pero yo la puse en su sitio. Si vuelve a molestarte, la expulsaré. Todo irá
bien, ya lo verás.
Volvió a acercar su cara a la de
ella y se pasó la lengua por sus
labios perfectos muy lentamente.
—No deberías estar en un sitio
como éste. Ya deberías estar durmiendo en tu camita lila, enroscada como un
gatito. Un precioso gatito con grandes ojos castaños. Me encantaría
acariciarte.
_____ levantó las cejas.
«¿De dónde saca esas ideas?»
—Ejem, sí, es verdad. Tengo que
irme a casa ahora mismo. ¿Sales conmigo y me ayudas a parar un taxi? ¿Por
favor, profesor? —Señaló hacia la salida, tratando de mantener una prudente
distancia entre los dos.
Él cogió su gabardina
inmediatamente.
—Lo siento. El jueves tuviste que
volver sola. No volverá a ocurrir. Vamos, te llevaré a casa, gatita.
Le ofreció el brazo a la manera
tradicional y _____ se cogió de él, preguntándose quién guiaba a quién. Al
llegar a la calle, Ethan los estaba esperando con un taxi. Al verlos acercarse,
les abrió la puerta trasera.
—Señorita Mitchell —susurró Tom,
apoyándole una mano en la parte baja de la espalda.
—Pensándolo mejor, creo que iré
andando —contestó ella, tratando de alejarse.
Pero él insistió, igual que
Ethan, éste probablemente porque quería librarse de ellos antes de que Tom
decidiera que quería seguir bebiendo y lo derribara de un puñetazo. No deseando
causarle problemas a Ethan y para huir de Christa, ese Gollum que podía
aparecer en cualquier momento reclamando su tesoro, ____ se metió en el taxi y
se deslizó por el asiento hasta el extremo opuesto.
Tom entró tras ella. ____ trató
de no respirar por la nariz para no embriagarse con los efluvios de todo el
whisky escocés que había consumido. Ethan le dio un billete al taxista y cerró
la puerta del taxi, despidiéndose de ____ con la mano.
—Al edificio Manulife —indicó
Tom.
Ella estaba a punto de corregirlo
y dar su dirección, cuando él la interrumpió:
—No has venido a Lobby a beber.
Sus ojos, que la estaban
examinando de arriba abajo, se detuvieron en sus rodillas, que asomaban bajo
los rotos del pantalón.
—Mala suerte. Estaba en el lugar
inadecuado en un momento inoportuno.
—No lo creo —susurró él, con una
sonrisita en los labios—. Creo
que tienes muy buena suerte. Y ahora que te he encontrado, yo
también la tengo.
_____ suspiró. Era tarde para
decirle al taxista que dieran la vuelta. Ya estaban circulando en dirección
contraria. Iba a tener que asegurarse de que El Profesor llegaba a casa sano y
salvo y después volver a su apartamento andando. Negando con la cabeza, dio un
largo sorbo al smoothie.
—¿Me estabas espiando? —preguntó
él, mirándola con desconfianza—. ¿Te pidió Rachel que lo hicieras?
—Claro que no. Volvía a casa de
la biblioteca y te he visto por la ventana.
—¿Me has visto y has decidido
entrar a hablar conmigo? —preguntó Tom, sorprendido.
—Sí —mintió Julia.
—¿Por qué?
—Sólo conozco a dos personas en
Toronto. Tú eres una de ellas.
—Es una pena. Supongo que la otra
es Paul.
Ella lo miró de reojo, pero no
respondió.
—Follaángeles.
_____ frunció el cejo.
—¿Por qué lo llamas así?
—Porque eso es lo que es. O, para
ser más exactos, lo que quiere ser. Pero tendrá que pasar por encima de mi
cadáver. Ya puedes decírselo. Dile que si quiere follarse al ángel, que se
atenga a las consecuencias.
Ella alzó una ceja ante su
comportamiento medieval y su lenguaje procaz. Lo había visto borracho
anteriormente, por supuesto, y sabía que en esos momentos alternaba episodios
de absoluta lucidez y otros de completa locura.
«¿Y cómo se las arregla uno para
follar con un ángel? Los ángeles son criaturas inmateriales, espirituales. ¡No
tienen genitales, Tom! Eres un especialista en Dante, pero estás chalado.»
No tardaron mucho en llegar al
bloque de pisos. Cuando el taxi se detuvo, ambos salieron a la vez. El
apartamento de ____ no estaba lejos, a unas cuatro manzanas, y no tenía dinero
para un taxi, así que se despidió de Tom con una sonrisa, le deseó buenas
noches y se volvió, dándose una figurada palmadita en la espalda de parte de
Rachel. Luego el smoothie y ella iniciaron la caminata de vuelta a su
apartamento.
—He perdido las llaves —le llegó la voz de Tom, que se estaba
cacheando, apoyado precariamente en una palmera de plástico—. Pero ¡he
encontrado las gafas! —Le mostró su montura negra de Prada.
_____ cerró los ojos y respiró
hondo. Quería dejarlo e irse. Quería delegar la responsabilidad de su bienestar
en otro buen samaritano, a ser posible algún vagabundo que pasara por allí.
Pero cuando vio su expresión confusa y que empezaba a deslizarse hacia el
suelo, arrastrando consigo a la pobre palmera, con maceta y todo (una pobre
palmera de plástico que no le había hecho daño a nadie en toda su vida), supo
que no podía hacerlo. Tom había sido el niño de Grace en otra época y ella no
podía dejar abandonado a ese niño. En el fondo de su corazón, ____ sabía que la
amabilidad, por pequeña que fuera, nunca se perdía.
«Ni siquiera es capaz de
encontrar las llaves, por el amor de Dante.» Suspirando, ____ tiró el vaso a
una papelera cercana.
—Vamos —dijo, rodeándole la
cintura con un brazo. Hizo una mueca cuando él le rodeó a su vez los hombros y
le dio un apretón con demasiada familiaridad.
Entraron en el vestíbulo
inclinándose como un galeón en una tormenta. El conserje los vio y los dejó
entrar, abriendo la puerta desde su puesto con el automático. Cuando llegaron
al ascensor, el whisky pareció castigar a Tom con más fuerza. Permaneció con
los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, gruñendo de vez en cuando.
____ aprovechó el momento para
buscar las llaves en sus bolsillos. En cuanto consiguió arrancarle de las manos
su preciada gabardina Burberry, las encontró en seguida.
—Me has buscado en un bar y me
has llevado a casa, gatita traviesa. Pensaba que no te llevabas a casa a
hombres que habías conocido en bares.
Incluso estando borracho, el profesor
Kaulitz seguía siendo un idiota.
—No te he llevado a mi casa,
profesor. Te he acompañado a la tuya para ayudarte. Pero como sigas
comportándote así, voy a soltarte y te caerás —murmuró ella, cada vez más
enfadada.
Tras varios intentos, ____ dio con
la llave y abrió la puerta. Lo ayudó a entrar y sacó la llave de la cerradura.
Estaba a punto de dejarlo allí, cuando él murmuró que se estaba mareando. Se lo
imaginó ahogándose en su propio vómito, muerto en el baño, solo y
sin amigos, como una estrella del rock en horas bajas, y decidió
quedarse. Esperaría hasta que estuviese en la cama y se aseguraría de que no
vomitara (y se ahogara). Dejó las llaves y la gabardina sobre el mueble del
recibidor. Luego se quitó el abrigo y lo puso encima de su maletín.
Tom estaba apoyado en la pared,
con los ojos cerrados, así que no había peligro de que se diera cuenta de que
seguía llevando su jersey, como si fuera una adolescente enamorada.
—Vamos, profesor.
_____ lo apoyó en su hombro y lo
ayudó a recorrer el pasillo.
—¿Adónde me llevas? —preguntó él,
abriendo un ojo.
—A la cama.
Tom se echó a reír, se apoyó en
la pared y separó las piernas para mantener el equilibrio.
—¿Qué te parece tan gracioso?
—Tú, señorita Mitchell —respondió
en un ronco susurro—. Me llevas a la cama y ni siquiera me has besado. ¿No
crees que deberíamos empezar con algún que otro beso? Luego podríamos hacer
manitas un par de noches en el sofá y a partir de allí ya pasaríamos a la cama.
Ni siquiera he tenido la oportunidad de acariciarte, gatita traviesa. Eres
virgen, no lo olvides.
_____ se enfureció, especialmente
por el último comentario.
—Tú no has hecho manitas en tu
vida. Y no te llevo a la cama, idiota. Te acompaño hasta allí para que puedas
dormir la mona. Vamos, basta de cháchara.
—Bésame, ____. Dame un beso de
buenas noches. —Tom la estaba mirando fijamente. Su voz se había convertido en
un murmullo aterciopelado—. Y te prometo que luego me iré a la cama como un
niño bueno. Y tal vez, si te portas bien, dejaré que tú te acurruques a mi lado
como una gatita buena.
Ella ahogó una exclamación. En
ese momento no parecía borracho. Tenía un aspecto bastante lúcido y la estaba
acariciando con la mirada, deteniéndose más tiempo del necesario en la zona del
pecho. Tom se pasó la lengua por los labios.
«Ahora viene la sonrisa
seductora... Va a llegar en cinco, cuatro, tres, dos, uno... ahí está.» (Menos
mal que en su actual estado de ánimo, _____ era inmune a las sonrisas
derretidoras.)
Soltándolo inmediatamente, dio un
paso atrás y apartó la vista. No podía permitírselo. Mirarlo directamente
cuando sonreía era como mirar el sol sin protección. Tom dio un paso hacia
ella. La espalda
de _____ chocó contra la otra pared del pasillo. Estaba atrapada.
Él se acercó un poco más.
____ abrió mucho los ojos. La
estaba acechando. Y parecía hambriento.
—Por favor... no... no me hagas
daño.
Tom frunció el cejo, levantó las
manos y le sujetó la barbilla para que lo mirara directamente a los ojos, que
le brillaban atrevidos.
—Nunca —dijo y la besó.
CAP 13 (PARTE 4)
En cuanto sus labios entraron en
contacto, ____ perdió la capacidad de razonar y se sumergió en las sensaciones.
Nunca había sido tan consciente de su físico como en ese momento. La energía
que había perdido su mente la ganó su cuerpo. Notó que los labios de Tom apenas
se movían. Eran unos labios cálidos, húmedos y sorprendentemente suaves. No
sabía si la estaba besando así por la borrachera. Era como si sus bocas se
hubieran quedado pegadas. Como si su conexión, tan real como intensa, no
pudiera romperse ni por un segundo. ____ no se atrevía a moverse por miedo a
que él la soltara y no volviera a ser besada así nunca más en toda su vida.
Él se apoyó en ella con suavidad
pero con firmeza, mientras le acariciaba las mejillas con las manos. No abrió
la boca, pero el sentimiento que circuló entre ellos fue muy intenso. ____ notó
el latido de su corazón en sus oídos, sintió que se ruborizaba y que le
aumentaba la temperatura en todo el cuerpo. Se acercó un poco más a él,
eliminando la separación que quedaba entre los dos y rodeándole la espalda con
los brazos. Percibió la tensión de sus músculos debajo de la camisa y su
corazón latiendo contra su pecho. Pero la trataba con demasiado cuidado, con
demasiada delicadeza... Ella quería más, mucho más.
No supo cuánto tiempo pasó desde
que empezaron a besarse, pero cuando Tom se apartó, a ____ le daba vueltas la
cabeza. Había sido algo trascendente. Emocional. Durante unos instantes, había
logrado satisfacer su deseo más profundo. Había sido un momento real y muy
emotivo que le había provocado una marea de recuerdos y de sueños del huerto de
los manzanos. Pero ese beso no se lo había imaginado. La chispa, la atracción,
habían vuelto a la vida. Se preguntó si él habría sentido lo mismo. Tal vez a
esas alturas de su vida ya era inmune a esos sentimientos.
—Preciosa _____ —murmuró Tom,
tambaleándose—, dulce como un caramelo.
Se pasó la lengua por los labios
como si la estuviera
saboreando. Cualquier rastro de lucidez había desaparecido. Con
los ojos cerrados, se desplomó contra la pared, a punto de desmayarse.
Cuando _____ recobró el juicio,
cosa que le llevó más de un minuto, lo arrastró hacia la habitación. Todo
habría acabado bien si en ese momento él no le hubiera vomitado encima. De ella
y del precioso y carísimo jersey de cachemira. Cuando acabó, el verde coche de
carreras inglés había dado paso a otro tipo de verde.
Ella ahogó un grito y reprimió
sus propias náuseas ante la visión y el olor. Tenía el estómago muy delicado.
«¡Lo tengo hasta en el pelo! Oh,
dioses de las buenas samaritanas, ¡ayudadme, rápido!»
—Lo siento, _____. Siento haber
sido un mal chico —se disculpó Tom.
Su voz le recordó a la de un niño
pequeño.
Ella contuvo el aliento y negó
con la cabeza.
—No pasa nada. Vamos. —Lo
arrastró hasta el cuarto de baño y logró que se arrodillara ante el váter antes
de la siguiente erupción estomacal.
Mientras vomitaba, ____ se tapó
la nariz con dos dedos y miró a su alrededor intentando distraerse. El cuarto
de baño era elegante y muy espacioso. ¿Había una bañera donde cabían
cómodamente dos personas o más? Correcto. ¿Una ducha para dos personas con una
decadente función de lluvia tropical? Correcto. ¿Toallas blancas, grandes y
esponjosas, perfectas para recoger vómito? Correcto.
Cuando Tom acabó, ella le ofreció
una toalla pequeña pero absorbente para que se secara la cara. Él gruñó e
ignoró su ofrecimiento, así que _____ se inclinó hacia él y lo limpió con
delicadeza antes de darle un vaso de agua para que se enjuagara la boca.
Luego se lo quedó mirando. A
pesar del desastre que había sido su familia y de su miedo al matrimonio, a
veces se preguntaba cómo sería tener un bebé, un niño o una niña que se
parecieran a ella y a su marido. Mirando a Tom, que seguía fatal, se imaginó lo
que supondría ser madre y cuidar de un niño enfermo. La vulnerabilidad de Tom
le llegaba al alma. Sólo la había presenciado una vez anteriormente, no hacía
tanto, en su despacho, cuando había llorado por la muerte de Grace.
«Grace se alegraría de saber que
estoy cuidando de su hijo.»
—¿Estarás bien si te dejo solo un
minuto? —preguntó, apartándole el cabello de la frente.
Él volvió a gruñir, sin abrir los
ojos, y ____ lo interpretó como un
sí.
Pero le costó separarse de él.
Mientras Tom gemía, ella siguió acariciándole el pelo y hablándole como si
fuera un bebé.
—Está bien, Tom. Todo está bien.
Siempre he querido cuidar de ti, preocuparme por ti, aunque tú nunca te
preocupes por mí.
Cuando se convenció de que podía
dejarlo solo unos minutos, fue a su dormitorio y rebuscó en sus cajones en
busca de algo, cualquier cosa que pudiera ponerse. Resistiéndose al impulso de
registrar el cajón de la ropa interior en busca de un trofeo que llevarse a
casa —o que vender en eBay—, se apoderó de los primeros calzoncillos tipo bóxer
que encontró. Eran negros y estaban decorados con el escudo del Magdalen
College. Le pareció que eran demasiado pequeños para el trasero bien formado de
Tom.
«Hasta su ropa interior es
pretenciosa», pensó, buscando una camiseta.
En el cuarto de baño de invitados
se quitó la ropa sucia, se metió en la ducha para lavarse el pelo de vómito y
se puso su ropa.
Luego trató de limpiar un poco el
desastre del jersey de cachemira. Lo lavó lo mejor que pudo en el lavabo.
Después lo dejó en la encimera de mármol para que se secara. Tom ya decidiría
más tarde si quería llevarlo a la tintorería (o quemarlo). ____ cogió el resto
de su ropa, la metió en la lavadora y volvió al cuarto de baño del dormitorio.
Tom estaba sentado con la espalda
apoyada en la pared, las rodillas dobladas ante el pecho y la cara escondida en
las manos. Seguía gimiendo.
_____ limpió el váter rápidamente
y se arrodilló a su lado. No le gustaba la idea de dejarlo vestido con la ropa
sucia de vómito, pero tampoco tenía ganas de desnudarlo. Probablemente él la
acusaría de acoso sexual o algo parecido. Y no le apetecía enfrentarse a un
profesor Kaulitz ebrio y furioso. O a un profesor Kaulitz sobrio y furioso.
Como un dragón, podía revolverse y atacar si creía que alguien le estaba
tirando de la cola.
—Tom, te has manchado de vómito,
¿me entiendes? ¿Quieres quedarte así o...? —Dejó la frase sin acabar.
Él negó con la cabeza y trató de
quitarse la corbata. Por supuesto, con los ojos cerrados no tuvo mucho éxito.
____ le aflojó el nudo con delicadeza y se la sacó por encima de la cabeza. La
lavó con agua y la dejó en el mármol. También iba a tener que llevarla a la
tintorería.
Mientras ella estaba de espaldas, él trató de desabrocharse la
camisa, pero era mucho más difícil de lo que había previsto, por lo que empezó
a blasfemar y a tirar de la tela, casi arrancando los botones.
____ suspiró.
—Déjame a mí.
Volvió a arrodillarse a su lado,
le apartó las manos y le desabrochó los botones con facilidad.
Tom sacó los brazos de las mangas
y luego se quitó la camiseta por encima de la cabeza. Desorientado como estaba,
fue incapaz de acabar de hacerlo y permaneció allí, con la camiseta enrollada
alrededor de la cabeza, como un turbante.
La imagen era divertida y _____
tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse a reír. Deseó tener el móvil a mano
para sacarle una foto. Le habría encantado usarla como fondo de pantalla. O
como avatar, si alguna vez necesitaba uno. Liberándolo de la camiseta con
delicadeza, se sentó sobre los talones y ahogó una exclamación.
El pecho desnudo de Tom era
impresionante. Todo su torso era un estudio de perfección. Tenía los brazos
grandes y musculados. Los hombros anchos y unos pectorales bien tonificados.
Cuando iba vestido, parecía mucho más esbelto, pero no había nada esbelto en el
hombre que tenía delante. Absolutamente nada.
Tenía también un tatuaje y eso sí
que fue toda una sorpresa. Había visto fotos de Scott y de Tom sin camiseta
—fotos tomadas durante vacaciones de verano antes de que ____ se mudara a
Selinsgrove— y habría jurado que no tenía ningún tatuaje en esas fotos. Así que
era uno reciente, hecho en los últimos seis o siete años.
Se extendía por la parte
izquierda de su pecho, le cubría el pezón y parte del esternón. Mostraba un
dragón medieval que rodeaba un corazón de grandes dimensiones, desgarrándolo
con sus zarpas. El corazón era muy realista, nada estilizado, y las garras del
dragón se hundían en él con tanta saña que lo hacían sangrar abundantemente.
_____ se quedó mirando embobada
la perturbadora imagen. El animal era verde y negro, con una cola con púas,
grandes alas abiertas y escupía fuego por la boca. Pero lo que más le llamó la
atención fueron las letras negras escritas sobre el corazón: MAIA. ¿Un
acrónimo? ¿O sería Maia, un nombre propio?
_____ no tenía ni idea de quién
podía ser Maia o de qué podía ser MAIA. Nunca había oído ese nombre en casa de
los Clark. Por otra parte, no le parecía nada propio de Tom hacerse un tatuaje.
El que ella había conocido y el que estaba empezando a conocer esos días
nunca se haría uno, y menos uno tan grande e inquietante.
«¿Lleva un tatuaje como ése
debajo de la ropa pero se pone pajarita? ¿Con un jersey?»
_____ se preguntó qué otras
sorpresas acechaban en la superficie de su piel y, sin querer, sus ojos se
desplazaron más abajo. Incluso estando sentado, tenía los abdominales bien
marcados, igual que una uve que nacía de sus caderas y se perdía bajo los pantalones
de lana.
«Joder. El Profesor debe de
entrenar. Mucho. He cambiado de idea. Quiero una foto de sus abdominales como
fondo de pantalla.»
Ruborizándose, apartó la vista.
No estaba bien que lo mirase de esa manera. No le gustaría que alguien hiciera
lo mismo con ella, especialmente si no se encontraba bien. Sintiéndose
culpable, recogió la ropa sucia y la toalla que había usado para limpiar la
alfombra persa del dormitorio y lo llevó todo al lavadero. Lo metió en la
lavadora, junto con la ropa de ella, llenó la cubeta del detergente y la puso
en marcha. Al pasar por la cocina, cogió una jarra de agua filtrada y un vaso.
En su ausencia, Tom había
conseguido arrastrarse hasta la impresionante cama cubierta con una colcha de
seda, que ocupaba el centro de la habitación. _____ lo encontró sentado en el
borde de la misma, descalzo y vestido sólo con unos bóxers negros, con el pelo
muy alborotado.
«¡Madre de Dios!»
Aunque probablemente no había
nada más excitante en el universo que la visión de Tom semidesnudo sentado en
la cama, ____ apartó la vista y dejó el agua en la mesita de noche. Quería
preguntarle cómo se encontraba, pero pensó que tal vez debería darle un momento
de respiro. Así que se apartó y miró a su alrededor. Y lo que vio la dejó
asombrada.
La afición de Tom por las
fotografías en blanco y negro se hacía patente también allí. En tres de las
cuatro paredes había un par de fotos. Eran muy grandes, enmarcadas en
impresionantes marcos negros. Sin embargo, lo más sorprendente era el
contenido.
Eran fotos eróticas, fotografías
de desnudos, básicamente femeninos, aunque en algunas de ellas aparecían un
hombre y una mujer juntos. Los rostros y los genitales no se veían en ninguna,
o bien estaban difuminados o en sombras. Eran fotografías elegantes, hechas con
muy buen gusto y estéticamente bonitas. A _____ no le parecieron obscenas, pero
eran muy sensuales, mucho más sofisticadas que las fotografías pornográficas y
también mucho más excitantes.
Una de ellas mostraba a una pareja de perfil. Estaban cara a cara,
sentados en una especie de banco. Tenían los torsos pegados y él tenía las
manos enredadas en la melena rubia y larga de ella. ____ se ruborizó mientras
se preguntaba si la foto habría sido tomada antes, después o mientras la pareja
hacía el amor.
En otra se veía la espalda de una
mujer y dos manos masculinas. Una de éstas sujetaba a la mujer por el centro de
la espalda. La otra la agarraba por el culo. En la cadera derecha de la mujer
se veía un tatuaje, pero eran letras árabes y _____ no entendió lo que decían.
Las dos fotos más grandes
colgaban sobre el cabecero de la cama.
Una de ellas retrataba a una
mujer tumbada boca abajo. La forma de un hombre flotaba sobre ella casi como si
se tratara de un ángel oscuro. Mientras le apoyaba la mano en la parte baja de
la espalda, le daba un beso en el hombro. Le recordó la escultura de Rodin
conocida como El sueño o El beso del ángel y se preguntó si el
fotógrafo se habría inspirado en esa obra.
La otra fotografía la dejó sin
respiración. Era la más abiertamente erótica y _____ sintió un gran rechazo por
su crudeza y agresividad. Era una visión lateral de una mujer tumbada boca
abajo. Sólo se le veía desde el torso hasta la rodilla y sobre ella se cernía
parte de una figura masculina. El hombre le agarraba la cadera y la nalga
izquierdas con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos, mientras presionaba
sus propias caderas contra la curva del trasero de la mujer. Él tenía un
atractivo glúteo muy definido y dedos largos y elegantes.
Algo en la foto la hizo sentir
tan incómoda que tuvo que dejar de mirarla.
¿Por qué querría tener nadie una
foto así colgada en su habitación? _____ negó con la cabeza. Aunque, después de
haber visto las fotografías, una cosa le había quedado clara: al profesor
Kaulitz le gustaban los culos.
A juzgar por la decoración y por
las obras de arte que adornaban su habitación, el dormitorio de Tom parecía
tener una función muy definida: servir como caldero para su lujuria desatada.
Él no hacía nada a la ligera, así que ése tenía que ser el efecto que quería
conseguir, a pesar de la aparente frialdad tanto del apartamento como de su
dueño. Ésta era una sensación glacial que desprendían no sólo las paredes color
visón y las fotografías en blanco y negro, sino
también la seda azul claro de las cortinas, la colcha y los
escasos muebles.
Entre tanta sencillez, destacaba
la enorme cama y su cabecero ricamente labrado, con columnas a los lados, y el
pie de la cama, más bajo pero con una talla igual de intrincada.
«Medieval —pensó ella—. Qué
adecuado.»
Pronto, algo aún más sorprendente
que las fotografías captó su atención. Al ver lo que ocupaba la cuarta pared,
la boca se le abrió sin poder evitarlo.
Al pie de la gran cama medieval
de Tom, desentonando bastante entre las fotografías eróticas en blanco y negro,
vio un cuadro prerrafaelita a todo color. Los vivos y gloriosos tonos
pertenecían a una reproducción a gran escala del cuadro de Dante y Beatriz de
Henry Holiday, el mismo cuadro que colgaba junto a la cama de ella.
Se volvió hacia Tom y luego miró
el cuadro de nuevo. Él podía verlo desde la cama. Se lo imaginó quedándose
dormido cada noche contemplando el rostro de Beatriz. Era la última imagen que
veía cada noche y la primera que vislumbraba por las mañanas. No sabía qué tenía
ese cuadro para Tom. Él era la razón por la que ella lo había comprado. ¿Sería
ella la razón por la que lo había comprado él?
La idea la hizo estremecer. No
importaba quién entrara en su dormitorio. No importaba qué chica fuera a
calentarle la cama, Beatriz siempre estaba allí, siempre estaba presente.
Pero Tom no recordaba que ella
era Beatriz.
Sacudiendo la cabeza para
librarse de esa idea, se acercó a él y lo convenció de que se tumbara en la
cama. Luego lo cubrió con la sábana y el edredón de seda y le remetió los
bordes por debajo, a la altura del pecho. A continuación se sentó a su lado.
Tom la estaba mirando.
—Estaba escuchando música
—murmuró, como si hubieran dejado una conversación a medias y la estuviera
retomando.
—¿Qué tipo de música? —preguntó
____, algo confusa.
—Hurt, de Johnny Cash. Una
y otra vez, sin parar.
—¿Por qué escuchas esas cosas?
—Para recordar.
—Oh, Tom. ¿Por qué?
____ parpadeó para no llorar. Ésa
era la única canción de Trent Reznor que podía escuchar sin sentir náuseas,
pero siempre la hacía llorar.
Tom no respondió.
_____ se inclinó sobre él.
—¿Tom? Cariño, no vuelvas a
escuchar ese tipo de música, ¿me lo prometes? Ni «Lacrimosa», ni a los
Nine Inch Nails. Sal de la oscuridad. Camina hacia la luz.
—¿Dónde está la luz? —murmuró él.
Ella respiró hondo.
—¿Por qué bebes tanto?
—Para olvidar.
Tom cerró los ojos.
De ese modo, ____ podía
contemplarlo y admirarlo. Debió de ser un adolescente muy dulce, con esos
grandes ojos cafeces, unos labios que pedían a gritos ser besados y aquella
mata de pelo negro tan sexy. Podría haber sido un chico tímido en vez de un
chico triste y agresivo. Podría haber sido noble y bueno.
Si ____ y él no se hubieran
llevado tantos años de diferencia, tal vez la habría besado en el porche de su
padre, la habría llevado al baile de promoción y le habría hecho el amor por
primera vez sobre una manta bajo las estrellas, en el viejo huerto de manzanos.
En un universo perfecto, ella habría podido ser la primera.
____ se preguntó cuánto dolor
podría soportar una alma humana —la suya en concreto— sin marchitarse por
completo y se levantó para marcharse. Una mano cálida salió disparada de debajo
de las sábanas y la sujetó con fuerza.
—No me dejes —le suplicó él con
un hilo de voz. Sus ojos, entornados, le estaban suplicando que se quedara—.
Por favor, _____.
Sabía quién era y quería que se
quedara. A juzgar por su voz y su mirada, no sólo lo quería, lo necesitaba. No
podía negarse.
____ le dio la mano y volvió a
sentarse a su lado.
—No voy a dejarte. Duérmete. Hay
luz a tu alrededor. Mucha luz.
Una sonrisa apareció en los
labios perfectos de Tom. Lo oyó suspirar, aliviado. La mano con que la agarraba
se relajó. ____ inspiró hondo, retuvo el aire y, suavemente, le acarició las
cejas con un dedo. Al comprobar que él no abría los ojos ni hacía ninguna
mueca, se las siguió acariciando; primero una, luego la otra. Su madre se lo
había hecho alguna vez, cuando ella no podía dormir de niña. Pero de eso hacía
mucho tiempo. Había sido antes de que la abandonara para ocuparse de otros
asuntos más importantes.
Tom seguía sonriendo y eso le dio
ánimos para mover la mano hasta su pelo. El tacto de sus mechones alborotados
le trajo
recuerdos de un día en una granja de la Toscana durante el año que
pasó en el extranjero. Un niño italiano la había llevado a ver los campos y
____ había acariciado las puntas de las espigas con la palma de la mano. El
pelo de Tom era suave como una pluma, o como las susurrantes espigas italianas.
Le acarició el pelo, como debió
de hacerlo Grace en el pasado. Tom permitió que le acariciara también la
mejilla, que le trazara la angulosa línea de la barbilla y le rascara suavemente
la barba que le empezaba a salir. Le resiguió el leve hoyuelo de la barbilla y
volvió a subir la mano para rozarle los pómulos, altos y nobles. Nunca volvería
a estar tan cerca de él. Si estuviera despierto, no le permitiría tocarlo de
esa manera. Estaba segura de que primero le habría mordido la mano y luego la
yugular.
Su pecho perfecto subía y bajaba
rítmicamente. Se había dormido.
Se quedó contemplando su cuello,
los músculos de los hombros y de la parte superior de los brazos, las
clavículas y la parte superior del pecho. Si hubiera estado pálido, le habría
recordado a una estatua romana tallada en mármol blanco. Pero aún conservaba el
rastro del bronceado del verano anterior y su piel parecía dorada a la luz de
la lámpara.
_____ se besó dos dedos y los
colocó sobre sus labios entreabiertos.
—Ti amo, Dante. Eccomi
Beatrice. —Te quiero, Dante. Soy yo, Beatriz.
En ese preciso momento, sonó el
teléfono fijo de Tom.
____ dio un brinco. El teléfono
sonaba muy fuerte y Tom estaba empezando a moverse. El horrible ruido estaba
perturbando su descanso, así que _____ respondió:
—¿Diga?
—¿Quién demonios es? —quiso saber
una voz de mujer, aguda y sorprendida.
—Es la residencia de Tom Kaulitz.
¿Quién llama?
—¡Paulina llama! ¡Que se ponga
Tom!
El corazón de _____ se aceleró y
luego se saltó un latido antes de desbocarse. Levantándose, se llevó el
terminal inalámbrico hasta el cuarto de baño y cerró la puerta.
—Ahora mismo no puede ponerse.
¿Es alguna emergencia?
—¿Qué quiere decir que no puede?
Dígale que soy Paulina y que quiero hablar con él.
—Bueno, es que está indispuesto.
—¿Indispuesto? Escucha bien,
puta, dale la vuelta y ponle el teléfono en la mano. Llamo desde...
—Ahora no puede hablar. Haga el
favor de llamar mañana. —____ apretó el botón y cortó la comunicación,
interrumpiendo el torrente de furiosas palabras de la mujer y sintiéndose
profundamente asqueada.
«Es demasiado exigente para ser
un rollo ocasional. Debe de ser su amante oficial. Se habrá puesto furiosa al
oírme contestar. Tal vez se enfade tanto que rompa con él.»
____ hizo una mueca. ¿Por qué
tenía siempre tan mala suerte? Se quitó la toalla de la cabeza y la puso a
secar. Luego regresó al dormitorio y dejó el teléfono en su sitio. No se iría a
casa porque le había prometido a Tom que no lo dejaría solo, pero dormiría en
la habitación de invitados.
De repente, él abrió los ojos y
la miró fijamente.
—Beatriz —susurró, alargando la
mano hacia ella.
____ empezó a temblar
convulsivamente.
—Beatriz —susurró él de nuevo,
sin rastro de duda en sus ojos cafeces.
—¿Tom? —sollozó ella.
HOLA!!! AQUI ESTA LA SEGUNDA PARTE DEL CAPS ... AQUI ESTAN LO QUE TANTO DESEABAN ... SE BESARON!!! AHORA VIENE LO BUENO DE LA HISTORIA ... HASTA PRONTO Y QUE ESTEN BIEN :))
Wow... me encantaaa, pero esa paulina no sé, espero que solo sea una amante y nada mas serio, dios que tierno tommy, que guapo es dios mio♡
ResponderEliminarHermosoo capituloo!! Se besaron al fin!! Que emocion!!
ResponderEliminarEs Paulina que no joda >.<
Oajal Tom ya reconosca a (tn) de una vez.. Sii se viene lo bueno..
Siguelaa Virgii amo la fic.. Sube en tus otras fics tambien.porfa.. ;)
Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaayyyyy Dios !!! Tantas cosas que pasaron que ni se *-* por fiiiiiin se besaron oajala y Tom hubiera estafo consciente *-* waaaaaaaaa *-* y ¿quien sera esa tal paulina? Es jn poco loca pero sndjfkebsjskwnshsjdj enserio me encanta espero que subas pronto *-* ME ENCANTA :DDD gracias por subir :)
ResponderEliminarSíguela esta interesante :)
ResponderEliminarPerdona q pregunte pero alguien q me pase otra fic para leer pq avece me aburro y quiero leer pero ya eh leído varía fic pero se otra chica estén haciendo nueva fic
Por fiiiiiiiin se besaron jajaja me encantooooo el cap y le dijo Beatriz osea q la reconoció huyyy el próximo cap estará muy interesanteee jejeje sube pronto please estoy muy intrigada x saber q pasara en el próximo cap ojala sea ardiente quisiera ver un cap muy ardiente entre ellos...!!!!!
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