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viernes, 4 de abril de 2014

.- EL INFIERNO DE TOM.- 18 (PARTE 1,2 y 3)

CAP 18 (PARTE 1)
Hola, Paul. Lo siento. No oí el timbre. ¿Se habrá roto? Kaulitz me abroncó, pero no tengo que dejar el curso (uff). Tengo que encontrar nuevo director. Estoy en ello. Hablamos luego. Gracias.
________.


Paul contempló extrañado el mensaje de texto que le acababa de enviar ______. ¿Un timbre roto? Qué oportuno. No sabía si estaba tratando de librarse de él porque se sentía avergonzada por su altercado con el profesor Kaulitz o por alguna otra razón. En cualquier caso, no tenía tiempo de seguir persiguiéndola. Kaulitz le había enviado un correo electrónico pidiéndole un listado de libros que quería que sacara de la biblioteca y le dejara en su despacho antes de la una.
Tras enviarle a _______ un breve texto diciéndole que se alegraba de que estuviera bien, salió de su apartamento y, un poco desconcertado, se dirigió a la biblioteca Robarts.


______ estaba de rodillas en el sofá de piel, mirando por encima del respaldo, con la barbilla apoyada en los brazos cruzados. La vista desde los ventanales del salón de Tom era espectacular. Desde su situación privilegiada veía buena parte del centro de la ciudad y un trozo del lago Ontario. Los árboles ya habían empezado a cambiar de color y se veían muchas manchas doradas, amarillas, naranja y rojas entre el verde. La visión le recordó los paisajes canadienses que Paul la había llevado a ver en la Galería de Arte de Ontario. Se había ofrecido a ayudar a Tom a recoger las cosas del desayuno, pero él no había querido ni oír hablar de ello. Le había dado un beso en la frente y le había dicho que se relajara, como si fuera tan fácil. Contemplar el panorama le daba la oportunidad de mirar algo bonito mientras en su mente repasaba una y otra vez la conversación que habían mantenido, comparándola con sus encuentros anteriores. ¿Cómo había podido estar tan ciega? ¿Y por qué le habían escondido los Clark su adicción? Siempre la habían tratado como si fuera un miembro de la familia, pero ni siquiera Rachel le había comentado nada al respecto, a menos que se pudiera considerar como tal su reciente referencia a la oscuridad de Tom. ¿Es que todos los miembros de la familia Clark hablaban siempre con metáforas, como si fueran poetas metafísicos? Iba a tener que apuntarse a una clase de crítica literaria para poder entender sus alusiones. Tom se apoyó en la chimenea y la observó. Parecía cómoda, de rodillas en el sofá, mirando por la ventana como si fuera un gato. Pero la tensión en sus hombros delataba que estaba preocupada. Se sentó a su lado, asegurándose de dejar una distancia segura entre ellos. Cuando _______ no hizo amago de acercarse, ni siquiera de mirarlo, él alargó la mano.
—Por favor —le pidió con una sonrisa.
Ella le dio la mano, no muy convencida, y Tom tiró hasta tenerla a su lado. Abrazándola, le dio un beso en la cabeza.
—Mucho mejor —dijo él.
_______ suspiró y cerró los ojos.
—¿Estás cómoda?
—Sí.
Tom notó que ella se relajaba. Después de todo lo que habían discutido, le extrañó que fuera capaz de sentirse tranquila a su lado.
—¿Cuándo fue la última vez que alguien te abrazó así? —le preguntó, acariciándole el pelo como si fuera lo más normal.
—Anoche.
Él se echó a reír.
—¿Y antes?
—No me acuerdo —respondió ella a la defensiva, por lo que Tom prefirió no presionarla.
«Probablemente la haya faltado cariño y contacto físico. Las madres alcohólicas no suelen cuidar bien de sus hijos. Y ese Simon no creo que la abrazara mucho... a no ser que estuviera tratando de quitarle la ropa.»
Pensar que alguien pudiera tratarla con tan poco cuidado lo ponía furioso. Vio que su contacto la estaba tranquilizando y eso le hacía pensar que no tenía mucha experiencia con el contacto físico positivo.
—¿Te molesta que te abrace? —susurró, con la boca pegada a su pelo.
—No, está bien.
—Estupendo. —Tom le acarició la línea del nacimiento del pelo alrededor de toda la cara, apartando algún mechón que se interponía en su camino—. Tan hermosa... —susurró—. Preciosa.
Permanecieron así un rato, hasta que ________ se decidió a hacerle la pregunta que le rondaba la cabeza.
—La foto que tenías sobre la cabecera de la cama, la del hombre que le besaba el hombro a una mujer, ¿dónde la encontraste?
Tom apretó los labios antes de responder:
—No la encontré.
—Entonces, ¿de dónde...?
—¿Acaso importa?
—Si no quieres decírmelo, no pasa nada. Cuando fui a buscar un jersey, vi que la habías guardado en el armario. Me parece una foto muy bonita.
_______ trató de alejarse, pero él se lo impidió.
—¿De verdad te lo parece? —preguntó Tom suavemente, levantándole la barbilla para mirarla a los ojos.
—Sí —susurró ella.
—¿Y las demás?
—No tanto.
Él la miró con arrogancia.
—Las hice yo.
—¿Las hiciste tú? —_____ se alejó, sorprendida.
—Sí.
—Pero son...
—¿Eróticas?
—Sí.
Tom sonrió irónicamente.
—¿Tan difícil es creer que sea capaz de hacer fotografías eróticas y hermosas, señorita Mitchell?
—No sabía que fueras fotógrafo. Esas fotos son muy buenas.
—Sólo soy un aficionado. La verdad es que ésas no salieron mal. Tengo más.
_______ se quedó con la boca abierta.
—¿Otras? ¿Y las mujeres? 
Tom se acercó a ella.
—Las mujeres son o, mejor dicho, eran amigas mías.
—¿Modelos?
—No.
_______, confusa, hizo una serie de muecas hasta que se le apareció la respuesta. Entonces, alzando las cejas, lo miró sorprendida. Tom suspiró y se frotó los ojos.
—Sí, estoy seguro de que era de mal gusto tenerlas expuestas en la habitación. Y, desde luego, me parecería de muy mal gusto obligarte a verlas. Son demasiado personales. Por eso las retiré antes de llevarte a mi habitación. Eso sí, todas fueron tomadas con consentimiento. De hecho, algunas de esas mujeres me rogaron que las fotografiara. Te debiste de dar cuenta de que salgo en más de una, así que no me limitaba a ser un mirón lascivo.
________ se olvidó de que estaba a punto de preguntarle cuál de ellas era Paulina y lo miró completamente atónita.
—¿Ése eras tú?
—¿Sí?
—¿El de la foto grande también?
—¿Por qué te sorprendes tanto? Pensaba que me encontrabas atractivo.
—Pero en esa foto estás desnudo.
Sofocada, se abanicó furiosamente con una mano. Tom se echó a reír con ganas y la acercó a él.
—Estoy desnudo en todas ellas —le susurró al oído, con una voz que rezumaba sexo—. Esa foto que te gusta también era mi favorita, aunque al final esa mujer y yo no acabamos demasiado bien. —Le besó la coronilla y, con una sonrisa incitante, añadió—: Me encantaría fotografiarte a ti.
—Pues espera sentado.
—Eres preciosa, ______. Una foto tuya, de tu perfil, de tu sonrisa, o de tu elegante cuello sería más hermosa que cualquiera de las obras de arte que poseo, incluido el cuadro de Holiday.
Ella negó con la cabeza.
—Te lo volveré a pedir más adelante. De momento, ¿qué me dices de ir a cenar al Scaramouche? Es uno de mis restaurantes favoritos.
—No creo que sea muy buena idea cenar fuera.
_______ aún estaba intentando recuperarse de la impresión.
—¿Por qué no?
—¿No dijiste que no deberían vernos en público? 
Tom frunció al cejo.
—Conozco al dueño —dijo—. Puedo reservar la mesa del chef, donde estaremos a salvo de miradas indiscretas. A menos que prefieras ir al Harbour Sixty a ver a Antonio. No deja de incordiarme para que te lleve otro día.
—¿En serio?
—Oh, sí. Me contó que habías ido a comer con él y su familia al club italocanadiense.
—Fue muy amable conmigo.
Tom asintió e hizo amago de besarla, pero ________ le puso una mano en el pecho.
—No puedo ir a cenar contigo esta noche. Tengo una reunión con Katherine Picton mañana y no me la he preparado.
—¿Mañana?
—Me invitó a tomar el té en su casa. Me da un poco de miedo.
—Pues ya verás cuando la conozcas. Tiene el aspecto de una entrañable abuelita, pero no dejes que eso te engañe. Es una mujer brillante que no tolera tonterías. Llámala profesora Picton y no te molestes en charlar de nimiedades con ella para romper el hielo. Ve directa al grano y no le hagas preguntas personales.
—Sólo los presuntuosos oxonienses quieren que se los llame profesor —murmuró ______.
Él frunció el cejo hasta que ella le guiñó un ojo.
—Es muy formal, pero es una excelente académica. Si consigues trabajar con ella será muy bueno para ti. Compórtate con corrección y seguro que se encariñará contigo. En la medida de sus posibilidades, claro.
_______ se estremeció y Tom la abrazó con más fuerza.
—No te preocupes. Ya verás como le interesa tu idea. Estoy convencido de que tratará de hacer que la cambies. Yo que tú aceptaría sus indicaciones sin discutir. Sabe lo que se trae entre manos.
—Estoy segura de que tiene cosas mejores que hacer durante su retiro que supervisar a estudiantes de doctorado.
—Me debía un favor. Le dije que tenía una estudiante muy brillante, pero que no me sentía cómodo siendo su director de tesis, porque era amiga de la familia y en seguida aceptó reunirse contigo. Aunque te advierto que es bastante escéptica con la juventud actual. Cree que los jóvenes de hoy no tienen tanto talento ni se esfuerzan tanto como cuando ella estudiaba. Así que no me prometió nada.
—No tenías por qué hacerlo.
Tom se enroscó un mechón de pelo de ella en el dedo.
—Quería hacer una buena acción. Lamenté mucho que no pudieras ir a Harvard.
______ bajó la mirada.
—Pero gracias a eso me he reencontrado contigo.
Tom sonrió con los ojos brillantes.
—Así es.
Tras observarla intensamente durante unos instantes, cambió de postura para mirar la hora en su Rolex y gruñó.
—¿Qué pasa? —preguntó _______.
—He de irme. Tengo una reunión.
—Yo también tendría que marcharme —replicó ella, levantándose rápidamente del sofá.
Se colgó la mochila al hombro y fue a por su abrigo. Cruzando la habitación en tres zancadas, Tom la detuvo poniéndole las manos en los hombros.
—Quédate. No tardaré mucho y volveré directamente aquí. 
________ se mordió el labio inferior mientras lo pensaba.
—No hagas eso —le pidió él, liberándole el labio con el pulgar—. Me preocupa que hagas eso.
Retiró el pulgar rápidamente para que ella no malinterpretara su intención, pero no antes de que éste entrara en contacto con la lengua de ________ por accidente. No habría sabido decir de quién había sido el descuido.
—¿De qué va la reunión?
—He quedado con Christa —respondió Tom mirándola a los ojos—. Va a ser desagradable. Pero será mucho más soportable si sé que, cuando acabe, estarás aquí esperándome.
—Tengo muchas cosas que hacer y además debo llamar a Paul. Al parecer, anoche fue a mi apartamento para asegurarse de que estaba bien —explicó ella, hablando muy de prisa—. Le mandé un mensaje diciéndole que estaba bien, que no tendría que dejar el curso, pero que iba a tener que buscar un nuevo director de tesis. No sé cómo voy a explicarle lo de Katherine.
—No tienes por qué darle explicaciones —refunfuñó Tom—. Dile que se meta en sus asuntos.
—Es mi amigo.
—Entonces dile que lo has conseguido gracias a la solicitud que enviaste a Harvard. Katherine es amiga de Greg Matthews.
_______ asintió mientras se abrochaba el abrigo.
—Un momento.
Él desapareció en su estudio durante unos momentos y luego regresó con un viejo libro que le puso entre las manos. Ella leyó el título: La figura de Beatriz: Un estudio sobre Dante, de Charles Williams.
—Quiero que te lo quedes.
—Tom, tienes que dejar de regalarme cosas —dijo, devolviéndoselo.
—Si estás familiarizada con este libro, impresionarás a Katherine. Es una gran admiradora de Dorothy L. Sayers, y Sayers obtuvo muchos de sus conocimientos sobre La Divina Comedia de la obra de Williams. —Se aclaró la garganta—. No espero nada a cambio, así que no te preocupe aceptarlo.
Ella pasó una mano sobre la vieja cubierta, contemplándola con devoción.
—______, quédatelo al menos hasta que Katherine acepte ser tu tutora.
—Gracias.
—De nada. Tenemos que comentar una cosa más. 
Ella levantó la vista hacia él, nerviosa.
—Todo sería mucho más fácil si no fueras mi alumna, pero lo eres, al menos de momento.
Ella ahogó un grito. Tom la miró a los ojos.
—Disculpa. No era eso lo que quería decir. Me refiero a que, aunque solucionemos el tema de la dirección de tu tesis, seguimos teniendo el problema del seminario.
—Si lo dejo, no podré graduarme en mayo. En tus mensajes decías que me buscarías un curso para suplir éste, pero no es una buena solución. Necesito hacer el seminario sobre Dante, tanto para mi especialización como para la tesis.
—La política de no confraternización se aplica tanto a estudiantes de doctorado como a todos los demás alumnos. Mientras estés en mi seminario, no podemos mantener una relación. El semestre que viene será distinto, claro. Ya no serás mi alumna.
______ ya sabía todo esto. La Declaración de Derechos y Deberes de los Estudiantes Universitarios lo decía claramente. El profesorado no podía acostarse con los alumnos. Los alumnos no podían acostarse con los profesores. Si lo hacían, debían atenerse a las consecuencias. Por supuesto, _______ no estaba previendo acostarse con Tom. Se preguntó si él se acordaría de ese detalle.
—No pienso perderte —susurró él—, pero tampoco voy a apartarte de tus objetivos. Vamos a tener que planear algo. Mientras tanto, hablaré con mi abogado.
—¿Tu abogado?
—Una conversación preventiva sobre lo que podría pasar si me acostara con una de mis alumnas.
_______ le apoyó una mano temblorosa en la manga.
—¿Quieres perder tu empleo?
—Claro que no —respondió él bruscamente.
—Ya he puesto en peligro tu carrera una vez. No pienso volver a hacerlo —aseveró ella—.Tenemos que mantenernos apartados hasta que acabe el semestre. Luego, si quieres, volveremos a hablar del tema. Tal vez durante ese tiempo cambies de opinión y  te des cuenta de que en realidad no te intereso.
Bajó la vista hacia sus zapatillas deportivas y movió los dedos de los pies, inquieta.
—Eso no va a pasar, _______.
—Todavía nos estamos conociendo. Tal vez cinco semanas sólo de amistad sea justo lo que necesitamos.
—Los amigos cenan juntos. ¿Mañana por la noche?
Ella negó con la cabeza con fuerza y dijo:
—¿Por qué no me llamas? Te prometo que responderé al teléfono.
Tom frunció el cejo.
—Entonces, ¿cuándo volveré a verte?
—La semana que viene, en tu seminario.
—Falta mucho para eso.
—Es lo que hay, profesor.
_______ esbozó una media sonrisa y se dirigió hacia la puerta.
—¿No te dejas nada?
Ella comprobó que llevaba las llaves en la mochila.
—No, creo que no.
Él se le acercó con una mirada insinuante.
—¿No hay un beso para el pobre y solitario Tom? —musitó en tono seductor.
_______ tragó saliva.
—Los amigos no se besan como lo haces tú.
Tom siguió avanzando hasta que ella notó la puerta contra su espalda.
—Sólo un beso de amigos. Palabra de boy scout.
—¿Fuiste boy scout?
—No.
Levantando la mano muy lentamente para no asustarla, le acarició la mejilla con delicadeza y le sonrió. Desarmada, ________ le devolvió la sonrisa. Tom entonces la besó, con un beso suave pero firme. Ella esperaba que continuara seduciéndola, abriendo la boca, o moviendo el cuerpo, pero no lo hizo. Se mantuvo inmóvil, con los labios pegados a los suyos hasta que se apartó sonriente.
—No ha sido tan grave, ¿no? —preguntó, pasándole un dedo por la mandíbula y echándose a reír.
Ella negó con la cabeza.
—Adiós, Tom.
Cuando ______ se hubo marchado, él se apoyó en la puerta y se frotó los ojos, refunfuñando.

Cuando Tom regresó a casa, después de una reunión desagradable y bastante pintoresca con Christa, sacó una agua Perrier de la nevera y marcó el número de John Green, su abogado. Hacía bastante tiempo que no necesitaba sus servicios y no lo había echado de menos. John tenía algunos clientes de dudosa reputación, pero era el mejor en su campo y Tom lo sabía. Era especialista en derecho penal de Canadá, tema que tenía poco que ver con el derecho laboral, como John se ocupó de recordarle varias veces a lo largo de la media hora que duró su conversación.
—Te advierto que si la política de no confraternización es uno de los puntos de tu contrato, violarla pone en peligro tu empleo. Así que deja que te lo pregunte directamente: ¿te estás acostando con ella?
—No —respondió Tom lacónicamente.
—Bien. Pues sigue así. De hecho, mi consejo profesional es que te mantengas lejos de esa chica hasta que volvamos a hablar. ¿Cuántos años tiene?
—¿Disculpa?
—La chica, Tom, la putita.
—Vuelve a llamarla así y dejaré de ser tu cliente.
El abogado hizo una pausa. Su cliente era un tipo duro, un cabronazo sin miedo a nada y John no tenía energías para un altercado telefónico.
—Déjame intentarlo de nuevo. ¿Qué edad tiene la jovencita?
—Veintitrés.
John suspiró aliviado.
—Bueno, al menos no estamos hablando de una menor.
—Fingiré no haber oído eso.
—Escucha, Kaulitz, soy tu abogado. Déjame hacer mi trabajo. No puedo darte una opinión profesional sobre tu situación hasta que no conozca todos los detalles. Una de mis socias demandó a la Universidad de Toronto el año pasado. Le pediré que me pase el informe. Pero de momento, repito, mantente alejado de ella. Hagas lo que hagas, no te acuestes con ella. ¿Está claro?
—Sí.
—Para que no haya malentendidos, no mantengas ningún tipo de actividad sexual con ella. No me gustaría que nos viéramos metidos en un debate clintoniano sobre qué es una relación sexual y qué no lo es. No hagas nada con ella, aunque sea sexo consentido.
—¿Y si tuviéramos una relación romántica pero no sexual?
John reflexionó durante unos momentos, mientras se limpiaba la oreja con el dedo meñique.
—No acabo de entenderlo.
—¿Qué pasaría si nos viésemos, sin tener contacto sexual? 
John se echó a reír a carcajadas.
—¿Me tomas el pelo, Kaulitz? Eso no me lo creo ni yo y soy tu abogado. Nadie más se lo creería.
—No es lo que te he preguntado. Lo que quiero saber es si mantener una relación en la que no haya actividad sexual violaría la política de no confraternización de la universidad.
—Nadie va a creerse que tengas relación con una estudiante sin sexo de por medio, especialmente con tu reputación. Por supuesto, le correspondería al empleador aportar pruebas, a no ser que tu chiquita presentara una demanda contra ti, o que alguien os descubriera en una situación comprometida. O que acabe embarazada.
—Eso no va a pasar.
—Eso es lo que dice todo el mundo, Kaulitz. 
Tom se aclaró la garganta.
—Sí, pero en este caso es imposible. Por más de una razón.
John puso los ojos en blanco. No tenía ganas de darle una clase de biología al profesor.
—En cualquier caso, si os descubrieran y no hubiera habido contacto sexual, lo más probable es que sólo recibierais una reprimenda por relación inadecuada. Pero no puedo poner la mano en el fuego antes de leer la normativa y de informarme sobre los precedentes que haya habido en tu universidad.
—Gracias.
—Si la lías, es tu culo el que correrá peligro, no el mío. Ten cuidado. Yo cobraré igual, hagas lo que hagas. —Carraspeó—. Y, Tom...
—¿Sí?
—Trata de no meterte en líos durante una temporada. Nada de chicas, nada de peleas ni de dejarte ver borracho en público. Cualquier demanda judicial dejará al descubierto tu historia, no lo olvides. Dejemos el pasado en el pasado, ¿de acuerdo?
—De acuerdo, John.
Y dicho eso, colgó el teléfono y cogió las llaves. La mejor solución para liberar tensiones sería una sesión en su club de esgrima.

Cuando ______ regresó a su apartamento, rebuscó entre los arbustos de delante de su puerta, pero lo único que encontró fueron unos cuantos trozos de la postal de Tom rotos y medio borrados. Era imposible recomponer el mensaje con ellos.
Pasó casi todo el día leyendo el libro de Charles Williams y tomando notas que esperaba que le fueran útiles para su entrevista con Katherine. Tuvo que admitir que la idea de Tom había sido providencial. El dominio de Dante que tenía Williams le aportó muchísimas ideas para su proyecto de tesis.
Antes de irse a dormir, se sentó en la cama escuchando el iPod y pensando en Tom. La segunda canción que éste le había descargado era Dante’s prayer, la oración de Dante, también de Loreena McKennitt. Era una pieza muy emotiva y, mientras la escuchaba, empezó a llorar. Esa noche, se acostó con la fotografía que había guardado en el cajón de la ropa interior otra vez bajo la almohada y reflexionando sobre un montón de cosas.

CAP 18 (PARTE 2)
Tom era un adicto. Sabía que si alguna vez volvía a caer en las garras de la droga, la arrastraría a ella en su caída, hasta unas profundidades en las que no deseaba habitar. Además, cualquier tipo de relación con él podía manchar tanto la carrera de Tom como la suya. Si su relación salía a la luz, él se convertiría en el centro de las conversaciones malintencionadas de todas las fiestas de la universidad. Sería el joven y prometedor profesor que se había tirado a una alumna a la que había conocido en su seminario. Y ella sería la fresca que se había abierto de piernas para conseguir aprobar el seminario, ya que no era lo bastante inteligente como para conseguirlo de otra manera. Que ambos esperaran al final del semestre no tenía importancia. Las habladurías los alcanzarían igualmente.También se dedicó a recordar el pasado. Se había enamorado de Tom a los diecisiete años. Tal vez podía explicarse por la intensa conexión que había existido entre ellos, o por cómo él la había mirado, o por los sentimientos que le había despertado mientras estuvo entre sus brazos. Cualquiera que fuera la base de ese sentimiento, el caso era que se había enamorado de él perdidamente. Cuando Tom desapareció, trató de borrar sus sentimientos. Al ver que no lo conseguía, trató de ahogarlos enamorándose de otra persona.
Pero acurrucada entre sus brazos la noche anterior, había sentido unas emociones tan intensas que las defensas que había construido tan cuidadosamente alrededor de su corazón se habían derrumbado como un castillo de arena abatido por la fuerza del océano. El amor que sentía por Tom seguía allí, como una llamita que ningún océano podía apagar. Tal vez en ese momento no tenía elección porque ya la había hecho en el pasado. Había elegido cuando él le tendió la mano y ella se la cogió sin dudarlo un instante. En cuanto Tom la había tocado, ______supo que era suya. Después, él había vivido siempre entre las sombras, como un fantasma que se negaba a desaparecer por completo. Y ahora ese fantasma había decidido que quería recuperarla. Aunque _______ creía que él nunca sería capaz de amarla.

A la mañana siguiente, ______ comprobó los mensajes en el móvil y se sorprendió al encontrar uno de Tom. La había llamado cuando ya estaba dormida.
«______, me prometiste que responderías al teléfono. [Suspiro.] Supongo que estás bien; que estarás en el baño o algo. Llámame cuando recibas el mensaje.
»Siento no haber podido llevarte a cenar esta noche, pero me gustaría cenar contigo mañana. ¿Podríamos al menos hablarlo? [Pausa.] Llámame, principessa. Por favor.»
Lo primero que hizo ella fue guardar su número, aunque en vez de su nombre, escribió Dante Alighieri. Luego lo llamó, pero le salió el buzón de voz.
«Hola, soy yo. Siento no haber respondido al teléfono anoche. Me quedé dormida. Claro que me gustaría verte, pero creo que ir a cenar fuera es muy arriesgado. Quiero conocerte mejor, Tom, y espero que encontremos una manera segura de hacerlo. Siento haberme perdido tu llamada. Hablamos luego.»
______ pasó casi toda la mañana del viernes trabajando en su proyecto de tesis. Tuvo el teléfono a mano por si Tom la llamaba, pero no lo hizo. Quien sí la llamó fue Paul, aunque su conversación se interrumpió bruscamente cuando el profesor Kaulitz entró en su despacho de la biblioteca. Al parecer, Tom estaba de mucho mejor humor, así que a Paul no le costó demasiado creer que no había sido excesivamente duro con ella. ______, por su parte, hizo todo lo que estaba en su mano para convencerlo. Crisis evitada. Tras una reunión muy interesante con Katherine, regresó a casa y se preparó una cena ligera. Después de tomarse la sopa de tomate, se duchó y se cubrió con una toalla lila que apenas llegaba para cubrirle el pecho y el trasero. Frente al armario, estuvo dudando qué pijama ponerse. En vista de que el frío de finales de octubre no parecía tener intenciones de remitir y como homenaje a la proximidad de Halloween, eligió uno de calabazas.
Tap, tap, tap. Sobresaltada, _______ soltó un gritito. Una voz llegaba amortiguada desde el otro lado de la ventana. Alguien volvió a golpear en el cristal con más urgencia. Fue hacia allí y, al descorrer la cortina, se encontró con la cara preocupada de Tom.
—¡Me has dado un susto de muerte! —exclamó ella, quitando los seguros de la vieja ventana y levantándola con una mano, mientras se sujetaba la toalla con la otra.
—No respondías al teléfono, ni al timbre de la puerta. Temía que te hubiera pasado algo. He dado la vuelta al edificio y he visto luz en esta habitación.
Al darse cuenta de que le costaba sujetar la ventana, dijo:
—Déjame a mí.
Con un solo movimiento, la levantó hasta arriba y le dio dos bolsas de papel.
—¿Qué es esto? —preguntó ______.
—La cena. Ahora apártate y déjame entrar. Aquí fuera hace frío.
—¿Qué estás haciendo?
—¿A ti qué te parece? Estoy entrando en tu apartamento por la ventana.
—Te habría dejado entrar por la puerta como una persona normal —replicó ella, colocando las bolsas sobre la mesa.
Tom le dirigió una mirada hambrienta mientras pasaba las piernas por encima del alféizar de la ventana.
—Vestida así, mejor que no abras la puerta. —Cerró la ventana, pasó el seguro y corrió las cortinas—. Deberías ponerte algo encima.
_______ se estremeció cuando él le acarició el hombro desnudo con un dedo.
«Suave, tersa, húmeda y cálida», pensó Tom.
Ella se sujetó la toalla con más fuerza, mientras él apartaba la vista. Estaba prácticamente desnuda y aún húmeda de la ducha. La visión estaba causando efectos indeseados en su anatomía. Algo cobró vida dentro de sus pantalones y saludó. Más de una vez.
—Por favor, vístete, _______—le dijo con voz ronca.
Ella retrocedió ante lo que le pareció vergüenza e incomodidad por parte de Tom.
—Me cambiaré en el baño —dijo, mientras buscaba la ropa de yoga y sus zapatillas de borreguillo.
—¿Por qué no tienes encendida la calefacción? —preguntó él, mientras _______se alejaba.
—Está encendida.
—No me digas... Si hace casi el mismo frío aquí que en la calle. Te pondrás enferma si te paseas vestida sólo con una toalla.
Ella cerró la puerta, poniendo fin a la conversación. Tom se recolocó los pantalones y buscó un termostato, pero por supuesto, no había ninguno. Pronto estuvo de rodillas en el suelo, tratando de reparar el viejo radiador que era la única fuente de calor del apartamento.
«¿Cómo puede vivir así? Hace un frío que pela aquí dentro.» Cuando _______salió del baño, se lo encontró todavía con el abrigo puesto, arrodillado frente al radiador, como si éste fuera un altar.
—Pasas más tiempo de rodillas que cualquier otro profesor —le comentó riendo.
Él la miró por encima del hombro.
—Muy graciosa, _______. Este radiador no funciona. ¿Tienes alguna estufa eléctrica?
—Hay una de barra en el baño, pero no la uso.
Tom se levantó negando con la cabeza y se dirigió al aseo rápidamente. Encendió la barra eléctrica y dejó la puerta abierta.
—Deja que caliente un poco el apartamento. Tienes el pelo mojado y puedes coger frío. Te prepararé una taza de té —se ofreció, colgando el abrigo detrás de la puerta de la calle.
—Puedo hacerlo yo.
—Permíteme —pidió, dándole un beso en la frente.
A continuación, cogió la tetera eléctrica, la llenó con agua del lavabo y volvió a ponerse de rodillas para enchufarla debajo del armario.
________ trató de no quedarse mirando cómo los pantalones de lana negra se amoldaban a su bien formado trasero mientras lo hacía. Para distraerse, comparó su comportamiento con el de la primera visita que hizo a su agujero de hobbit. Era como si existieran dos Tom y ese día había tocado que la visitara el amable.
«Este otro es igual de guapo, pero mucho más atractivo.»
—Bien —dijo Tom, levantándose y mirando a su alrededor—. Y ahora te haré entrar en calor. —Clavando la mirada en ella, se le acercó y la abrazó, frotándole la espalda—. ¿Estás bien?
—Sí.
—¿Y por qué no contestas al teléfono?
—Contesto al teléfono, a no ser que esté durmiendo o en la ducha.
—Estaba preocupado. No me respondiste ayer por la noche, ni hace una hora.
—Me estaba lavando el pelo.
Tom le hundió la cara en el cuello y aspiró su aroma.
«Vainilla.»
—_______—empezó a decir, acariciándole la cara. Ella parpadeó.
—¿Sí?
Él guardó silencio. Al alzar la vista, _______vio que se le habían oscurecido los ojos y que la estaba mirando intensamente. Tom se inclinó sobre ella y le rozó el cuello con los labios con suavidad, empezando por debajo de la oreja izquierda y terminando en el comienzo de la clavícula. Un fogonazo de deseo se encendió en el estómago de _______ y fue bajando. Aunque los labios de él reseguían su piel casi sin tocarla, la sangre de ella respondía a su llamada y circulaba más de prisa. El contacto de Tom nunca le había parecido tan erótico, tan afectuoso. Una y otra vez, recorrió la columna de su cuello, sacando la lengua de vez en cuando para probar el sabor de su piel. Y también de vez en cuando cambiando los labios por la nariz o la barbilla, rascándola con la barba incipiente. Trazó un camino de delicados besos hasta llegar al hueco de debajo de su garganta. Tras presionar allí los labios con fuerza, siguió su camino, recorriéndole el lado derecho del cuello. _______ gimió y cerró los ojos. Subiendo las manos por la espalda de Tom, llegó a su nuca y le enredó las manos en el pelo. Sus dedos se movían por voluntad propia, acariciándole la piel justo por encima del cuello de la camisa sin darse cuenta.
—Humm.
—¿Te gusta? —susurró él, sin dejar de besarla. _______ volvió a murmurar para expresar su placer.
—Quiero complacerte, ________. Más de lo que te imaginas —dijo Tom, prestando especial atención a la zona de debajo de la oreja y a la sensible piel de la mandíbula—Dime si te estoy dando placer.
Ella apenas oyó lo que decía, distraída por una miríada de sensaciones que le recorrían el cuerpo y por el calor que le encendía la carne. Ya no tenía frío. No sentía nada que no fuera él.
—Me das placer, Tom—susurró aturdida.
—Ésa es una declaración de deseo —murmuró él a su oído, provocando que ella se estremeciera—. Si fuéramos amantes, te besaría así para comunicarte mi intención de llevarte a la cama. Ahora sólo puedes imaginarte los placeres que te aguardan allí, pero te puedo asegurar que ardo por ti. No voy a besarte en los labios porque tengo miedo de no poder detenerme.
_______ gimió con más fuerza y Tom continuó con su sensual asalto, echándole el pelo hacia atrás para poder ampliar su territorio de exploración. Con besos ligeros y delicados como plumas, fue ascendiendo hasta llegar a su otra oreja. Una vez allí, se metió el lóbulo en la boca y se lo acarició con la lengua.
—Si probara tu boca ahora, no respondería de las consecuencias. Sólo puedo adorar tu precioso cuello. Y sé que dentro de poco tendré que parar, antes de que la tentación sea demasiado grande. Ya es demasiado grande. No te imaginas cuánto te deseo. —La voz se le había puesto ronca; parecía estar respirando agitadamente.
______ sintió que las piernas no la aguantaban y empezó a tambalearse... justo cuando la tetera empezó a silbar. Tom le dio un casto beso en la mejilla y se apartó para preparar el té, mientras ella se sentaba, temblorosa, en una de las sillas. El corazón le latía tan de prisa que pensó que estaba a punto de tener un ataque. Se echó hacia adelante y apoyó la cabeza entre las manos.
«Si reacciono así por unos cuantos besos, ¿cómo voy a reaccionar cuando...?»
—¿Qué tipo de té quieres, cariño? —preguntó Tom, alzando una ceja, divertido ante los esfuerzos de _______ por recuperar el aliento.
La única razón por la que él había recuperado el suyo era porque se había apartado de ella. Y porque tenía más experiencia en ocultar sus sentimientos y sensaciones. A menos que alguien hiciera un examen visual riguroso.
—Lady Grey. Está en la lata, al lado de la tetera —respondió ______ con voz temblorosa.
—No soy muy aficionado al té, así que seguro que no será tan bueno como el que haces tú. Esperemos que se pueda beber.
_______ alzó la ceja, sorprendida por su elección de palabras, y le dio las gracias cuando él le puso la tetera y una taza delante.
—He comprado unas cuantas cosas. ¿Has cenado?
—Me he tomado una sopa.
—________. —Tom se sentó a su lado, mirándola con desaprobación—. Una sopa no es suficiente.
—Sí, creo que no es la primera vez que oigo eso —replicó ella, poniendo los ojos en blanco.
Él se echó a reír y sacó de las bolsas una botella de vino y un abridor.
—¿Tienes copas?
—Sí.
_______ se acercó a la zona de cocina para buscarlas. Todavía no sabía qué pensar de la relación de Tom con el alcohol, pero por el momento decidió concederle el beneficio de la duda. Al volver a la mesa, leyó la etiqueta de la botella: Serego Alighieri Vaio Armaron Amarone 2000.
—¿Es quien creo que es? —preguntó, señalando la botella. Tom le cogió la mano y le dio un beso en la palma.
—Sí, el hijo de Dante compró los viñedos en el siglo XIV y la familia Masi ha estado produciendo vino desde entonces.
Echándose hacia atrás en la silla plegable, contempló a ________ en silencio. Parecía sobrecogida.
—No sabía que su familia tuviera un viñedo.
—Producen un vino muy bueno. Aunque, tal vez, teniendo en cuenta nuestro pasado, la elección te parezca demasiado sentimental.
Ella negó con la cabeza.
—No. No me lo parece.
—He trabajado hasta tarde, pero me apetecía mucho cenar contigo. He ido a Pusateri’s y he comprado comida para llevar. Hay manicotti, ensalada César y una barra de pan. ¿Te apetece?
________ miró el despliegue de comida que había aparecido en su mesa y se le abrió el apetito inmediatamente.
—¿Y esto qué es? —preguntó, señalando un paquete de lo que parecían galletas, con un reno en la etiqueta.
Tom se echó a reír.
—Son galletas de lima de la Dancing Deer Baking Company, mis favoritas. ¿Por qué no te secas el pelo y te bebes el té mientras acabo de preparar todo esto? —propuso, pasándole los dedos por el cabello aún húmedo.
—¿Por qué sigues alimentándome? 
La mano de él se detuvo.
—Ya te lo he dicho, me gusta darte placer. —Retirando la mano, le dedicó una mirada socarrona—. Esto es lo que hace un hombre cuando le interesa una mujer, ________. Se muestra atento, se anticipa a sus necesidades. —Con una sonrisa traviesa, añadió—: Tal vez esté tratando de enviarte un mensaje. Si soy así de atento con tus necesidades culinarias, imagínate lo atento que sería respecto a otros... apetitos.
Ella se ruborizó inmediatamente y Tom no pudo reprimir el impulso de acariciarle la mejilla.
—Tienes una piel preciosa —susurró—. Como una rosa que acabara de florecer. —La miró con admiración—. Rachel dejó de ruborizarse cuando empezó a acostarse con Aaron.
—¿Cómo lo sabes?
—Todos nos dimos cuenta. No fue muy difícil. Un día estaba leyendo El Principito y al siguiente se estaba comprando lencería.
_______ se mordisqueó el labio inferior, perdida en sus propios pensamientos.
—Me encantó ese libro.
—«Hemos de mirar con el corazón, no con los ojos.»
—Exacto —murmuró ella—. Me encanta la parte en la que el zorro le explica al Principito el proceso de domesticación y decide que quiere que lo domestique a él, que quiere ser su zorro, aunque eso lo haga vulnerable.
—_______, creo que deberías secarte el pelo ahora mismo.
Él le apartó la mano de la cara y se levantó bruscamente, luego fingió estar muy ocupado organizando la cena. ________ se preguntó qué habría dicho para causarle esa desazón. Después de cenar, se sentaron en la cama a modo de sofá. Tom apiló varios cojines y se reclinó, rodeando la cintura de ______ con un brazo.
—Siento que sea tan incómodo —se disculpó ella con sencillez.
—No es incómodo.
—No disimules. Sé que odias este sitio. Es pequeño, frío y... —dejó la frase en el aire, señalando a su alrededor.
—Siempre me arrepentiré de las cosas que te dije cuando fuiste tan amable de invitarme a entrar. No odio este sitio. ¿Cómo iba a hacerlo? —Entrelazó los dedos con los suyos—. Es donde tú estás.
—Gracias.
—Gracias a ti por hacer que todo sea hermoso sólo por estar ahí.
_______ sonrió mientras Tom se llevaba sus manos entrelazadas a la boca y le besaba los dedos con ternura.
—Cuéntame, ¿qué tal la reunión con Katherine?
Ella tuvo que esperar unos momentos a que los dedos dejaran de hormiguearle para poder hablar:
—Es exactamente como me la describiste. Se ha alegrado mucho al saber que había estado leyendo a Charles Williams. Creo que eso la ha predispuesto a mi favor. Ha aceptado ser mi tutora.
—¿Y qué le ha parecido el proyecto?
—Bueno, dice que le parece un tema muy trillado. Ha sugerido que, en vez de comparar lujuria y amor cortés, podría comparar aspectos de la amistad entre Virgilio y Dante con el amor cortés. Así que, en vez de lujuria y amor, compararé amistad y amor.
—¿Estás satisfecha con el cambio?
—Supongo. Me ha aconsejado que el semestre que viene me matricule en el seminario de la profesora Leaming. Aunque sea especialista en santo Tomás de Aquino, su curso está centrado en el amor y la amistad.
Tom asintió.
—Conozco a Jennifer Leaming. Es buena. 
Ella jugueteó con la colcha. Él le cubrió la mano con la suya.
—¿Qué pasa?
—Nada.
—Sin secretos, ______. ¿Qué pasa?
—Le envié un correo electrónico a la profesora Leaming hace una semana preguntándole si quería ser mi directora de tesis. Fue antes de que mantuviéramos nuestra... conversación.
La mirada de Tom se ensombreció.
—Y ¿qué te dijo?
—Nada.
—Jennifer está muy ocupada. No es adjunta y dudo que tenga tiempo de supervisar a alumnos que no pertenezcan al Departamento de Filosofía. —Tom se interrumpió unos instantes antes de seguir hablando—: Cuando te dije que te buscaría un nuevo director, ¿no me creíste?
_______ se removió, inquieta.
—Te creí.
—Entonces, ¿qué te impulsó a moverte a mis espaldas?
—Quería comprobar si podía resolverlo por mi cuenta.
—¿Y qué tal? —preguntó él, apretando los labios.
—Muy mal.
—Tarde o temprano vas a tener que confiar en mí. Particularmente en temas ligados a la universidad. Si no, no conseguirás nada.
Ella asintió, mordiéndose la mejilla por dentro.
—¿Y qué tal fue tu reunión con Christa?
—Prefiero no hablar de eso. Esa mujer es una plaga bíblica. 
______ trató de disimular una sonrisa.
—Está demasiado ocupada tratando de rescatar su propuesta de tesis para molestarnos ahora mismo —continuó él—. No pienso aceptar su proyecto tal como está y eso probablemente implique que busque a otro director de tesis. Aunque, por desgracia, soy el único especialista en Dante en estos momentos.
—¿Así que Christa queda fuera de la ecuación?

CAP 18 (PARTE 3)

—Le he dicho que tiene de plazo hasta el 18 de diciembre para presentarme una nueva propuesta. Puede considerarlo un regalo de Navidad. No te preocupes más por ella. Su futuro académico depende de un hilo. Un hilo que sostengo yo.
«Bien», pensó _______.
—También tuve una interesante conversación con mi abogado —añadió Tom.
_____ bebió un trago de vino y esperó a que él siguiera hablando.
—Me dijo que se informaría más a fondo sobre la política de no confraternización de la universidad, pero que me desaconsejaba muy encarecidamente mantener cualquier tipo de relación sentimental contigo mientras estuvieras en mi clase.
Ella se ruborizó.
—¿Eso incluye los besos?
—No lo dudes, pero comentó que a la universidad le preocupan básicamente las actividades sexuales. Mientras seamos castos y discretos durante el resto del semestre, no creo que tengamos problemas.
________ se ruborizó aún más y no apartó la vista de la copa.
—Así que vas a tener que mantener las manos quietas hasta que te haya entregado la nota del seminario, señorita Mitchell.
—No puedes ir besándome y calificar mi trabajo a la vez.
—Tienes razón. A estas alturas ya no podría ser objetivo con tu trabajo por mucho que me esforzara. Haré que lo califique Katherine.
—¿No le extrañará?
—Me inventaré alguna excusa —respondió él, sonriendo—. Y le compraré una botella de Lagavulin de dieciséis años. Resucita a un muerto.
—Pero lo que estamos haciendo no deja de ser confraternizar. 
Tom le sujetó la cara entre las manos.
—Pero no es tan grave como si nos hubiéramos acostado. Tendríamos menos problemas con la administración en caso de ser descubiertos. Mi abogado está buscando cualquier resquicio legal.
—No quiero ser un resquicio en tu vida.
—No lo eres. ¿Prefieres que nos mantengamos totalmente apartados durante cinco semanas? Yo prefiero verte y poder darte la mano, pero si es lo que tú prefieres, lo haré.
_______ se lo planteó, pero la idea de no verlo durante cinco semanas la ponía enferma, así que negó con la cabeza.
—Me gustaría que pudiéramos seguir viéndonos —continuó Tom—. Como amigos, por supuesto. Tú aún estás decidiendo si puedes confiar en mí y todavía nos estamos conociendo. Si nadie en la universidad se entera, nadie podrá atacarnos.
Le quitó la copa de vino y la dejó en la mesita, al lado de la suya. Luego la abrazó hasta que _______ prácticamente estuvo sentada sobre su regazo.
—Podemos imaginarnos que somos adolescentes y que seguimos viviendo en Selinsgrove. Que acabamos de empezar a salir juntos y que, como somos buenos chicos chapados a la antigua, hemos hecho voto de castidad.
—Le has estado dando muchas vueltas a todo esto.
—Tengo una imaginación muy rica y gráfica en lo que a ti se refiere —susurró él—. Tal vez me hubiese gustado que pudiésemos ser adolescentes al mismo tiempo.
—Entonces, ¿todo esto va encaminado a acostarnos? 
Tom reflexionó un momento antes de responder.
—Lo que me había imaginado no era tan sórdido. Pero, ________, piensa que lo que pase o deje de pasar en nuestra relación depende enteramente de ti.
Ella asintió para hacerle saber que lo había oído y ambos guardaron silencio. Poco después, ________ cerró los ojos, sintiéndose extrañamente relajada por el aroma de Tom y el latido de su corazón. Él le acarició el cabello y le susurró palabras en italiano.
—¿_______? —la llamó al cabo de un rato. Silencio.—¿____?
Al inclinarse, vio que se había dormido. No quería despertarla, pero tampoco quería irse sin despedirse. Además, no se marcharía tranquilo si ella no cerraba la puerta por dentro. La levantó con cuidado y la depositó bajo el edredón, esperando que se despertara, pero no lo hizo. Tom se quedó mirando su cuerpo menudo, sus labios entreabiertos, su pecho, que subía y bajaba cada vez que respiraba. Era muy bonita. Y muy dulce. No recordaba la última vez que había pasado una noche casta al lado de una mujer hermosa que no fuera miembro de la familia. Una noche casta, aunque cargada de deseo, pasión y una necesidad abrumadora... ¡Dios, cómo la deseaba!
Pero el conflicto de siempre se cernía amenazador en su mente. No quería corromperla. No quería que se volviera como él. No quería que fuera vulnerable ni soportaría que sufriera por su culpa. Dudaba muy seriamente de su propia capacidad para mantener una relación con ______ sin perder el control. Había estado a punto de olvidarse de sus buenas intenciones al verla con aquella toalla. «Ésta es la consecuencia de años de lujuria y desenfreno. Ya ni siquiera sabes cortejarla como un caballero. Quieres hacerle el amor sin que ella sienta que la estás follando, pero ¿serás capaz? ¿Podrías mantener una relación sexual con _______ sin tratarla como si fuera un juguete concebido para tu satisfacción carnal? ¿Podrías amarla sin pecar?»
Estos pensamientos lo martirizaban mientras contemplaba al corderito de mejillas sonrosadas que le tenía tanta confianza que se había quedado dormida entre sus brazos, ajena a la pasión que le hervía a él en las venas. Se vació los bolsillos y desconectó el iPhone antes de ir al baño. Apagó la estufa y se quedó en calzoncillos y camiseta. Dedicó un momento a memorizar la marca del champú y demás productos de aseo de _______, para poder comprarlos para su próxima visita a su casa. Definitivamente, la vainilla era su nuevo sabor favorito.
«Aunque la vainilla y el chocolate juntos...»
Tras apagar la luz, se tumbó a su lado en la cama individual. Era demasiado pequeña para dos personas. Por un momento, casi añoró su camastro de la residencia de estudiantes en Princeton o en el Magdalen College. Casi. En aquellas camas se podía dormir, pero eran totalmente inadecuadas para cualquier actividad sexual. Era una suerte que ese tipo de actividades no formaran parte del menú de esa noche.
Al darse la vuelta, su mano rozó un trozo de papel pequeño y liso metido bajo la almohada. Lo cogió y lo levantó para mirarlo a la luz de un rayo de luna que entraba por la ventana. Lo que vio no podía haberlo sorprendido más. Era una vieja fotografía suya, de sus días en Princeton. Reconoció el jersey del equipo de remo de la universidad. «¿De dónde la habrá sacado? ¿Cuánto tiempo hará que la tiene?» Volvió a dejarla bajo la almohada, sonriendo sorprendido. Algo parecido a la esperanza le calentó las entrañas. Nunca le había gustado dormir abrazando a alguien por detrás, como cucharitas en un cajón. Era una postura demasiado íntima para él. Pero ese día era justo lo que deseaba hacer. Rodeó a _______ con su cuerpo y le pasó un brazo por encima. Encajaban perfectamente. Tom suspiró de satisfacción al poder abrazar el cálido cuerpo de la joven a la que adoraba y hundir la nariz en su pelo largo y suave, que olía a vainilla.

Alrededor de las tres de la mañana, ______abrió los ojos. Un fuerte brazo la sujetaba con firmeza y el aroma de Tom le llegó a la nariz. Estaba entre sus brazos, con la espalda pegada a su pecho. Aunque él se movió un poco como reacción al movimiento de ella, su respiración acompasada indicaba que seguía durmiendo.
________ lo miró en la oscuridad. ¿Cuántos años había esperado para dormir otra vez a su lado? Se volvió muy lentamente y se puso boca arriba. Con los ojos cerrados y una expresión de paz en la cara, Tom parecía mucho más joven.
Casi parecía un niño. Un niño bueno, de pelo castaño y labios sonrosados, que sonreía en sueños dulcemente. ________ suspiró disfrutando de su belleza.
Tom abrió los ojos. Tardó unos segundos en distinguirla en la oscuridad, pero cuando lo hizo, la besó en los labios y susurró:
—¿Estás bien?
—Sigues aquí —dijo ella.
—No volveré a dejarte sola sin decirte adiós. ¿No puedes dormir?
—Pensaba que esto era un sueño.
—Sólo para mí —replicó él con una sonrisa.
—Eres guapísimo, Tom. Siempre lo has sido, lo sabes, ¿no?
—La naturaleza es muy cruel. El ángel caído conserva su belleza, pero soy feo por dentro.
_______ le dio un beso decidido para dar más énfasis a las palabras que estaba a punto de pronunciar.
—Alguien que es feo por dentro no compra un maletín para otra persona y mantiene lo que ha hecho en secreto.
Él la miró boquiabierto.
—¿Desde cuándo lo sabes?
—Rachel me lo contó.
—Y, al enterarte, ¿te vinieron más ganas de quedártelo o menos?
—En aquel momento, mitad y mitad.
—Pero ya no lo usas —comentó Tom, apartándole el pelo de la cara.
—Volveré a usarlo.
—Entonces, ¿te gusta?
—Mucho. Gracias.
Él le frotó la nariz con la suya y sonrió.
—Tú eras hermosa a los diecisiete años, _______. Ahora eres deslumbrante.
—Nadie es feo del todo en la oscuridad —susurró ella.
—No estoy de acuerdo. —Tom volvió a besarla, pero al darse cuenta de lo que estaba haciendo, se apartó bruscamente y se obligó a detenerse.
_______ le apoyó la cabeza en el pecho y cerró los ojos, escuchando el latido de su corazón y tratando de no embriagarse con la energía que circulaba entre los dos.
—Acabo de darme cuenta de que la única manera de conseguir que seas sincera conmigo es compartiendo tu cama.
Ella se ruborizó. Aunque estaba oscuro, Tom lo notó y se echó a reír.
—¿A qué crees que se deberá?
—Cuando estamos juntos en la cama, eres amable conmigo. Me siento... segura.
—No sé si estar acostados juntos es muy seguro, _______, pero te prometo que trataré de ser amable contigo siempre. Especialmente en la cama.
Ella lo abrazó y asintió contra su pecho, como si entendiera las implicaciones de lo que le estaba diciendo. Pero no podía entenderlas. ¿O sí?
—¿Vas a ir a casa en Acción de Gracias?
—Sí, tengo que llamar a mi padre para darle las buenas noticias.
—Yo le prometí a Richard que iría. ¿Te... te apetecería viajar conmigo?
—Me encantaría.
—Bien. —Tom suspiró y se frotó los ojos—. Entonces será una fiesta mucho más agradable.
—Nunca me ha gustado Acción de Gracias. Sólo Grace la hacía tolerable.
—¿No lo pasabas bien con tu familia? 
_______ cambió de postura, inquieta.
—No lo celebrábamos.
—¿Por qué no?
—Yo siempre me encargaba de cocinar, a menos que mi madre estuviera fuera de casa, en rehabilitación. Pero cuando trataba de preparar algo especial... —______ negó con la cabeza. No podía continuar.
Tom la abrazó con más fuerza.
—Cuéntamelo —susurró.
—No quieres saberlo.
Ella trató de liberarse, pero él se mantuvo firme.
—No quería que te disgustaras. Sólo quiero conocerte mejor.
El tono de voz de Tom, más que sus palabras o sus gestos, le llegó al corazón. Respiró hondo antes de seguir hablando.
—Durante mi último día de Acción de Gracias, en San Luis, mi madre llevaba varios días de borrachera en casa con uno de sus novios. Pero, estúpida de mí, decidí preparar un pollo relleno asado con patatas doblemente horneadas y verduras como acompañamiento.
—Seguro que quedó delicioso —la animó él.
—Nunca lo averigüé.
—¿Por qué?
—Tuve una especie de accidente.
—_______... —Tom trató de levantarle la barbilla para que lo mirara a los ojos, pero ella se resistió—. ¿Qué pasó?
—No teníamos mesa en la cocina. Así que monté una mesa plegable en el salón y puse tres cubiertos. Fue una auténtica estupidez. No tenía que haberme molestado. Coloqué la comida en una bandeja para llevarla a la mesa, pero el novio de mi madre me puso la zancadilla y me caí.
—¿A propósito?
—Sí, me vio venir.
Tom se enfureció inmediatamente y apretó los puños.
—Salí volando. Los platos se rompieron. Había comida por todas partes.
—¿Te hiciste daño? —preguntó él, con los dientes apretados.
—No me acuerdo.
—¿Tu madre te ayudó? 
______ negó con la cabeza.
Tom gruñó.
—Se echaron a reír. Debía de tener un aspecto patético, de rodillas, llorando, bañada en salsa. El pollo salió disparado y se deslizó por el suelo hasta quedar debajo de una silla. —Permaneció un rato en silencio, reflexionando—. Pasé un buen rato de rodillas. Te habría dado un ataque si me hubieras visto.
Él reprimió el impulso de dar un puñetazo a la pared.
—No me habría dado ningún ataque. A él le habría dado una paliza y me habría tenido que contener mucho para no dársela también a ella.
_______ le acarició el puño con un dedo.
—Pronto se aburrieron del espectáculo y se fueron a la habitación a follar. Ni siquiera se molestaron en cerrar la puerta. Ése fue el último día de Acción de Gracias que pasé con Sharon.
—Tu madre me recuerda a Anne Sexton.
—Pero mi madre nunca escribió poesía.
—Dios mío, _______. —Tom abrió los puños y la abrazó.
—Lo recogí todo para que no se enfadaran conmigo y me subí a un autobús. Fui dando vueltas sin rumbo hasta que vi a un grupo del Ejército de Salvación. Anunciaban una cena de Acción de Gracias para los sin techo. Les pregunté si aceptaban voluntarios y me enviaron a la cocina.
—¿Así pasaste la noche de Acción de Gracias? 
Ella se encogió de hombros.
—No podía volver a casa. Los del Ejército de Salvación fueron muy amables conmigo. Cuando acabamos de servir la cena, comí pavo con el resto de los voluntarios. Incluso me llevé un poco que había sobrado a casa. Y un trozo de tarta. Nadie me había preparado tarta antes.
Tom se aclaró la garganta.
—________, ¿por qué no fuiste a vivir antes con tu padre?
—No todos los días eran tan malos —contestó y empezó a juguetear con la camiseta de Tom, enroscándosela alrededor del dedo y tirando de ella.
—¡Eh, cuidado! —Él se echó a reír—. Me estás arrancando los cuatro pelos que tengo.
—Lo siento. —_______ le alisó la camiseta, nerviosa—. Mi padre vivió con nosotras hasta que mi madre lo echó de casa. Yo tenía cuatro años. Regresó a Selinsgrove, su pueblo natal. Solía llamarme los domingos. Un día, mientras hablaba con él, se me escapó decirle que uno de los novios de mi madre se había colado en mi cuarto la noche anterior, desnudo, creyendo que mi habitación era el baño. —Se aclaró la garganta y empezó a hablar más de prisa, para que Tom no pudiera hacerle la pregunta—. Papá se asustó y me preguntó si ese hombre me había tocado. No lo había hecho. Entonces, mi padre quiso hablar con mi madre. Cuando le expliqué que no podía molestarla cuando estaba con alguno de sus novios, me dijo que me metiera en mi habitación y que cerrara la puerta por dentro. Por supuesto, no tenía cerradura ni cerrojo. A la mañana siguiente, a primera hora, mi padre se plantó en casa y me llevó con él a Selinsgrove. Menos mal que el novio ya se había ido. Creo que papá lo habría matado.
—¿Te marchaste?
—Sí. Papá le dijo a mi madre que si no dejaba el alcohol y los hombres, se quedaría conmigo permanentemente. Ella aceptó ir a rehabilitación y yo me fui a vivir con él.
—¿Cuántos años tenías?
—Ocho.
—¿Por qué no te quedaste luego con tu padre?
—Porque nunca estaba en casa. Tenía un trabajo que le ocupaba muchas horas. A veces, también tenía que trabajar los fines de semana. Y encima era bombero voluntario. Al acabar el curso, me mandó de nuevo a San Luis. Mi madre acababa de salir de rehabilitación y estaba trabajando en un salón de manicura. Pensó que estaría mejor con ella.
—Pero más tarde volviste a vivir con él. ¿Qué pasó? 
_______ titubeó.
—Puedes contármelo, ______—la animó, abrazándola con fuerza.
Luego esperó, acariciándole la cabeza. Ella tragó saliva.
—El verano antes de cumplir los diecisiete años, papá me fue a buscar otra vez.
—¿Por qué?
—Mamá me pegó. Me caí y me golpeé la cabeza contra el mármol de la cocina. Desde el hospital, llamé a mi padre y le dije que si no venía a buscarme me iría de casa. Y eso fue todo. No volví a ver a mi madre.
—¿Te quedó cicatriz?
______ le cogió la mano y se la llevó a la nuca. Los dedos de Tom resiguieron una línea de piel más gruesa en la que no crecía pelo.
—Lo siento —dijo, acariciándosela con los dedos y luego con los labios—. Siento mucho que te pasaran todas esas cosas. Si pudiera, les daría una paliza a todos... empezando por tu padre.
—No me quejo. Tuve suerte. Podría haber sido mucho peor. Mi madre sólo me pegó una vez.
—No veo la suerte por ningún lado.
—Tengo suerte ahora. Aquí nadie me pega. Y tengo un amigo que se preocupa de que coma bien.
Tom negó con la cabeza, maldiciendo entre dientes.
—Deberías haber sido adorada, malcriada, tratada como una princesa. Como Rachel.
—No creo en los cuentos de hadas —susurró ella.
—Me gustaría lograr que volvieras a creer. —Se inclinó y le besó la frente.
—La realidad es mejor que la fantasía, Tom.
—No si convertimos la fantasía en nuestra realidad. 
______ negó con la cabeza, pero sonrió.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Por supuesto —respondió él.
—¿Y tú? —La sonrisa había desaparecido de su rostro—. ¿Tienes alguna cicatriz?
Tom permaneció impasible.
—No puedes pegar a alguien cuya existencia ignoras. 
______ le apoyó la cabeza en el hombro.
—Lo siento.
—No sé qué es peor, que te peguen o que te ignoren. Supongo que depende del tipo de dolor que prefieras.
—Lo siento mucho, Tom. No lo sabía.
Entrelazando los dedos con los suyos, _____ preguntó:
—¿Vas a volver a casa ahora?
—No, a no ser que tú quieras que me vaya. —Volvió a acariciarle el pelo, evitando la zona de la cicatriz.
—Quiero que te quedes conmigo —respondió ella, suspirando.
—Entonces, no voy a ninguna parte.
_______ se durmió, mientras Tom reflexionaba sobre las cicatrices que le había mostrado y sobre las que permanecían ocultas.
La llamó en voz baja, pero su respiración y falta de respuesta le indicaron que había vuelto a dormirse.
—No dejaré que nadie te haga daño. —Le besó la mejilla con delicadeza—. Yo menos que nadie.

4 comentarios:

  1. INCREÍBLE♡ sube pronto por favorrrrr

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  2. DIOS !!! estos caps fueron hermosos !!! *-* ese amor de Tom *-* <3 <33 <3 espero mucho este cap y valio la pena !!!! *-* espero que puedas subir pronto :) *-* me encaaantaaaa

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  3. Tom es muy astutoo!! Le ha dado mucha tarea a Paul para que no este penfiente de (tn)..

    Pobre (tn) .. Siguelaa Virgii. Me rncanta.. No sabes cuanto :)

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  4. :O Tom es demasiado lindo con (Tn) se nota q esta super interasado en ella y no para hacerla sufrir mas bien el dice q el no permitirá q nadie le haga daño a ella.. q romántico es Tom y ps astuto xq le dejo mucho trabajo a Paul para q no llamara a (Tn), me encantooooo amo este cap sube prontooo pleaseee y ojala muy pronto haya un cap ardiente entre ellos!!!!

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