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jueves, 10 de abril de 2014

.- EL INFIERNO DE TOM.- 21 (PARTE 1,2 y 3)

CAP 21 (PARTE 1)
Mientras ______ esperaba en su piso, Tom trataba de mimetizarse con su entorno, como un camaleón. Se mostraba encantador con sus colegas, aunque tenía las entrañas revueltas y la mente desbocada. Se obligó a comer y rechazó una copa tras otra. Estaba convencido de que, cuando llegara a casa, ______ ya no estaría allí. Habría salido huyendo. No es que eso lo pillara por sorpresa. Sabía que pasaría tarde o temprano. Lo que no se había imaginado era que sería precisamente ése el secreto que los separaría. Tom sabía que no se merecía a _______ por muchas razones, razones que se había callado como un cobarde. No era una cuestión de amor, no creía que ella pudiera llegar a amarlo nunca. No era posible amar a alguien como él. Pero había esperado poder cortejarla el tiempo suficiente para que el afecto y la amistad los unieran, a pesar de algunos de sus oscuros secretos. Pero ya era demasiado tarde. Cuando por fin llegó a casa, se sorprendió al encontrarla durmiendo en el sofá. Su rostro era la imagen de la serenidad. Trató de no tocarla, pero no lo logró. Alargó la mano y le acarició el pelo, murmurando unas palabras tristes en italiano. Necesitaba música. En esos momentos necesitaba una melodía que lo ayudara a calmar la agonía, pero en la única canción que podía pensar era en Mad World, de Gary Jules. Y no quería estar oyendo esa canción cuando _______ lo abandonara. Ella abrió los ojos de repente. Vio que Tom se había quitado la americana y la corbata y que se había desabrochado tres botones de la camisa. También se había quitado los gemelos y se había remangado. Él sonrió con cautela.
—No quería despertarte.
—No pasa nada, sólo había cerrado los ojos un momento. 
_______ bostezó y se incorporó lentamente.
—Puedes seguir durmiendo.
—No creo que sea buena idea.
—¿Has comido algo? 
Ella negó con la cabeza.
—¿Te apetece hacerlo ahora? Puedo prepararte una tortilla.
—No, tengo el estómago encogido.
A él le molestaba que se negara a comer, pero prefirió no discutir con ella, consciente de que una discusión más grave se acercaba por el horizonte.
—Tengo un regalo para ti.
—Tom, un regalo es lo último que necesito en este momento.
—No estoy de acuerdo, pero puede esperar. —Se removió incómodo en el sofá, sin apartar los ojos de ella—. Llevas un chal y estás sentada al lado del fuego, pero sigues estando muy pálida. ¿Tienes frío?
—No.
______ empezó a quitarse la pashmina, pero los largos dedos de él le sujetaron la mano.
—¿Puedo?
Ella retiró la mano y asintió recelosa. Tom se acercó y _______ cerró los ojos cuando su aroma la envolvió. Con delicadeza, él le desenrolló el chal con las dos manos y lo dejó entre los dos, en el sofá. Luego le acarició el cuello con los nudillos.
—Eres preciosa —murmuró—. No me extraña que todos los ojos estuvieran clavados en ti esta noche.
Ella se tensó al oírlo y Tom se echó hacia atrás, maldiciéndose entre dientes.
Al bajar la vista, ________ se dio cuenta de que no había llegado a quitarse las botas, pero a él no parecía molestarle.
—Siento haber puesto las botas sobre el sofá. Me las quitaré. 
Cuando empezó a bajarse una de las cremalleras, Tom se puso de rodillas en el suelo.
—¿Qué haces? —preguntó ella, mirándolo sorprendida.
—Admirar tus botas. Me gustan mucho —respondió él, acariciando el tacón de una de ellas.
—Rachel me ayudó a elegirlas, pero los tacones son demasiado altos.
—Los tacones nunca son demasiado altos. Pero deja que te ayude.
La voz de él, ronca y cargada de adoración, le aceleró el pulso. Con las manos suspendidas en el aire por encima de sus rodillas, repitió:
—¿Puedo?
_______ asintió, conteniendo el aliento. Reverentemente, Tom le acabó de desabrochar la bota y, con delicadeza, le recorrió la pierna con los dedos, desde la pantorrilla hasta el tobillo antes de quitársela. Tras repetir el proceso con la otra bota, las dejó ambas junto al sofá. Luego le levantó el pie derecho y empezó a masajearlo ligeramente con ambas manos. ________ gimió sin poder evitarlo y luego se mordió el labio, avergonzada.
—No hay nada malo en demostrar que sientes placer, _______ —la tranquilizó él—. Me anima mucho comprobar que no te resulto del todo repulsivo.
—No me resultas repulsivo en absoluto. Pero no me gusta verte de rodillas —susurró ella.
La expresión satisfecha de Tom se ensombreció.
—Cuando un hombre se arrodilla ante una mujer es un gesto de caballerosidad. Cuando una mujer se arrodilla ante un hombre, es indecente.
________ volvió a gemir.
—¿Dónde aprendiste a hacer eso?
Él la miró sin comprender.
—¿Dónde aprendiste a dar masajes en los pies? —insistió ella, ruborizándose.
Él suspiró.
—Una amiga me enseñó.
«Una de sus amigas merecedoras de una foto en blanco y negro, seguro», pensó______.
—Sí —dijo Tom, como si la hubiera oído—. Me gustaría ampliar el masaje al resto del cuerpo, pero no creo que sea una buena idea, al menos de momento.
Los ojos se le habían oscurecido mientras hablaba. Cambiando de pie, bajó la vista.
—Tengo hambre de tu cuerpo, ________. No soy lo suficientemente fuerte como para tocarte de manera casta. No si estuvieras tumbada ante mí, cubierta sólo por una sábana.
Permanecieron en silencio unos instantes, mientras Tom le masajeaba el pie. Luego, él se echó hacia atrás y, sentado sobre los talones, le pasó un dedo arriba y abajo por las medias.
—Si quieres, puedo llevarte a tu casa y hablamos mañana. O puedes quedarte aquí. Duerme en mi habitación y yo lo haré en la de invitados —le ofreció, inseguro.
—No quiero alargar las cosas innecesariamente. Me gustaría que habláramos, si no te importa.
—No me importa. ¿Quieres algo de beber? —Tom señaló hacia la cocina—. Puedo abrir una botella de vino. O prepararte un cóctel. —La miró fijamente—. Por favor, deja que haga algo por ti.
Una llama prendió en el vientre de _______, creciendo y envolviéndola, pero luchó contra ella.
—Agua, por favor. Necesito tener la cabeza clara.
Él se levantó y fue a la cocina. ______ oyó que se lavaba las manos y luego el ruido de varios cajones de la nevera abriéndose y cerrándose. Regresó con un vaso alto lleno de agua Perrier, hielo y varios trozos de lima.
—¿Me disculpas un momento?
—Todos los que necesites. Regresa al fuego cuando estés lista. —Trató de sonreír, pero estaba demasiado tenso para que la sonrisa resultara sincera.
Ella desapareció con su bebida. Tom supuso que necesitaba armarse de valor para enfrentarse a la siguiente revelación sobre su maldita y miserable existencia. O tal vez pensaba encerrarse en el baño y exigirle que hablaran a través de la puerta. No podría culparla.
La mente de _____ funcionaba a la velocidad de la luz. No sabía lo que Tom iba a decirle, ni cómo respondería ella. Era muy posible que se enterara de cosas que hicieran imposible que su relación continuara. La idea la destrozaba. No importaba lo que él hubiera hecho o con quién; lo amaba. La idea de perderlo otra vez, después de la felicidad de haberlo reencontrado, era una tortura. Tom se había sentado en su butaca roja y estaba contemplando la chimenea. Al verlo tan melancólico y con chaleco, le recordó a un personaje de una novela de las hermanas Brontë. Mientras se acercaba a él, le rogó a Charlotte que fuera un personaje de una de las suyas, no de su hermana Emily.
«Lo siento, pero es que Heathcliff me aterroriza. Por favor, que Tom no sea un Heathcliff. (No se ofenda, señorita Emily.) Por favor.»
Desde donde estaba, él no la veía. Carraspeó para advertirlo de su presencia. Tom le hizo un gesto con el brazo para que se acercara al fuego.
—Ven a calentarte.
_______ hizo amago de sentarse en el suelo, pero él se lo impidió con un gesto de la mano.
—Por favor —le dijo con una sonrisa—, siéntate en mi regazo. O en la otomana. O en el sofá.
A _______ no le importaba en absoluto sentarse en el suelo frente al fuego, pero a él parecía molestarle y no valía la pena discutir por algo así. Se decantó por la otomana y tomó asiento, contemplando las llamas azules y naranja. En su mente ya no era El Profesor; sino Tom, su profesor, su amado. Él cambio de postura, preguntándose por qué ________ se habría sentado tan lejos.
«Porque ahora sabe lo que eres y te tiene miedo.»
—¿Por qué no te gusta verme de rodillas? —preguntó ella finalmente, rompiendo el silencio.
—Tal vez después de la charla que hemos tenido antes, puedas adivinar la razón. Una razón que cobra más peso si tienes en cuenta lo que me contaste en tu apartamento. —Hizo una breve pausa—. Eres demasiado humilde y la gente se aprovecha de tu dulzura y amabilidad.
—Los estudiantes universitarios no lo tienen fácil. Tienen que ganárselo todo con esfuerzo.
—Ser una estudiante no tiene nada que ver con esto.
—Tú siempre serás el profesor brillante y yo siempre seré tu alumna —dijo ella en voz baja.
—Te olvidas de que te conocí antes de que fueras mi alumna. Y no serás estudiante eternamente. Estaré sentado en primera fila cuando des tu primera conferencia. Y respecto a tus prejuicios contra los profesores, sólo puedo decir: «Si nos pincháis, ¿no sangramos?».
—«Y si nos atacáis, ¿no tenemos derecho a vengarnos?» —replicó ella, siguiendo con el monólogo de El Mercader de Venecia.
Tom se echó hacia atrás en la butaca y la miró complacido.
—¿Quién es ahora la maestra, profesora Mitchell? Yo sólo te supero en edad y en experiencia.
—La edad no lo vuelve a uno sabio necesariamente.
—Por supuesto que no. Y aunque tú eres joven, eres trabajadora y estás comenzando lo que promete ser una larga y brillante carrera. Tal vez no he dejado lo bastante claro lo mucho que te admiro.
______ no dijo nada y mantuvo la vista clavada en las llamas. Tom  se aclaró la garganta.
—Ann no me hizo daño, ________. Apenas pienso en ella y, cuando lo hago, es para lamentar lo que pasó. No me dejó cicatrices.
______ se volvió para mirarlo con preocupación.
—No todas las cicatrices dejan marcas en la piel. ¿Por qué tuviste que elegirla a ella, de entre tanta gente?
Él se encogió de hombros y clavó la mirada en las llamas.
—¿Por qué hacen las cosas los seres humanos? Todos buscan la felicidad. Me prometió un placer intenso y en ese momento necesitaba distraerme con algo.
—¿Dejaste que te hiciera daño porque estabas aburrido?
________ sintió náuseas. La expresión de Tom se endureció.
—No espero que lo entiendas, pero en ese momento necesitaba quitarme una cosa de la cabeza. Podía elegir entre el dolor o el alcohol y no quería hacer nada que pudiera perjudicar a Grace o a Richard. Traté de mantener relaciones con varias mujeres, pero en seguida perdía el interés. Los orgasmos fáciles pero sin sentido acaban cansando, _________.
«Trataré de recordarlo», pensó ella.
—La actitud de la profesora Singer, tanto en la conferencia como durante la cena, no era la de una mujer despechada.
—Ella desprecia la debilidad y por tanto no reconoce el fracaso. Fue un duro golpe para su reputación y su enorme ego cuando trató de dominarme y fracasó. No quiere que se sepa.
—¿La querías?
—No. Es un súcubo sin alma ni corazón.
_______ volvió a mirar hacia la chimenea y apretó los labios.
—En realidad, fue una especie de prueba. Y no la superamos. En otras palabras, aunque... nos relacionamos, nunca existió nada entre nosotros.
—Me disculparás, pero carezco de vocabulario específico para descifrar lo que tratas de decirme.
—Estoy tratando de explicártelo sin manchar tu inocencia más de lo necesario. No me pidas que sea más explícito —dijo con frialdad.
—¿Todavía deseas lo que ella te ofrecía?
—No, fue una experiencia desastrosa.
—¿Y con otra persona?
—No.
—¿Y qué harás la próxima vez que te envuelva la oscuridad?
—Pensaba que lo había dejado claro. Cuando tú estás a mi lado, la oscuridad desaparece, Beatriz. —Carraspeó—. ________.
—Dime que no era ella la que aparecía en las fotografías.
—No, en absoluto. Las mujeres que fotografié me gustaban.
—¿Por qué te echó de su casa?
Tom apretó los dientes antes de responder.
CAP 21 (PARTE 2)
—Hice algo que en su mundo es absolutamente inaceptable. No te mentiré diciendo que no disfruté al ver la expresión de su cara cuando le di a probar su propia medicina. Aunque al hacerlo violé una de mis reglas sagradas.
________ se estremeció.
—Entonces, ¿por qué sigue acosándote?
—Represento su fracaso, sigue deseando dominarme. Aparte de que poseo algunas habilidades...
Ella se ruborizó, incómoda.
—Me refiero a mis habilidades pugilísticas. Cuando se enteró de que había boxeado y de que era miembro del Club de Esgrima de Oxford, no pude quitármela de encima. Por desgracia, tenemos esas aficiones en común.
_______ se pasó un dedo por la cicatriz de la cabeza.
—No puedo estar con alguien que pega, Tom. Ni por enfado, ni por placer, ni por ninguna otra razón.
—Y haces bien. Lo apoyo. No está en mi naturaleza ser violento con las mujeres. Me gusta seducirlas. Ann fue una excepción. Si conocieras las circunstancias, creo que me darías la razón y me perdonarías.
—Pero tampoco puedo estar con alguien que desea que le peguen. La violencia me da mucho miedo. Por favor, entiéndelo.
—Lo entiendo. Pensé que lo que Ann me ofrecía me ayudaría a superar mis problemas. —Negó con la cabeza con tristeza—.________, lo auténticamente doloroso ha sido tener que mirarte a la cara y admitir mi sórdida relación con ella. Por ti, desearía no tener pasado. Desearía ser tan bueno como tú.
_______ bajó la vista hasta sus manos, que se estaba retorciendo sobre el regazo.
—La sola idea de que alguien te golpee... y te trate como a un animal... —La voz le empezó a temblar y los ojos se le llenaron de lágrimas—. No me importa que mantuvierais relaciones sexuales. No me importa que no te dejara marcas. Lo que no soporto es la idea de que alguien te haga daño porque tú lo desees.
Tom apretó los labios y guardó silencio.
—La idea de alguien golpeándote me pone enferma.
Él apretó los dientes al ver dos lágrimas cayendo por sus mejillas.
—Debes estar con alguien que te trate con amabilidad —dijo _______, secándose la mejilla con el dorso de la mano—. Prométeme que nunca volverás con ella. O con alguien como ella.
Tom le dirigió una dura mirada.
—Te dije que no tendrías que compartirme con nadie. Cumplo mis promesas.
Ella negó con la cabeza.
—Digo nunca más. Ni siquiera después de mí. Prométemelo. 
Tom gruñó.
—Lo dices como si fuera inevitable que vaya a haber un después.
________ se secó otra lágrima.
—Prométeme que no dejarás que nadie te maltrate para castigarte a ti mismo. Pase lo que pase.
Él apretó los dientes con más fuerza.
—Prométemelo, Tom. No volveré a pedirte nada, pero prométeme esto.
Entornando los ojos, él la observó en silencio unos instantes antes de asentir.
—Te lo prometo.
_______ se relajó y dejó caer la cabeza hacia adelante, física y emocionalmente exhausta. Tom no se había perdido detalle de las emociones que habían batallado en su rostro, tan pronto pálido como sofocado, o del modo de retorcerse la tela del vestido. Le dolía mucho verla tan disgustada. Y verla llorar era desesperante.
«El ángel de ojos castaños estaba llorando por el demonio. El ángel lloraba porque le dolía que alguien le hiciera daño a él.»
Sin una palabra, la agarró y la sentó sobre su regazo. Apoyó su cabeza delicadamente en su pecho y la abrazó.
—No más lágrimas. Ya has derramado demasiadas lágrimas por mí —le susurró al oído— y te aseguro que no me merezco ni una. —Suspiró pesaroso—. He sido muy egoísta queriendo estar contigo, _______. Deberías estar con alguien de tu edad, alguien bueno, como tú. No con un retorcido Calibán, que merece estar en la isla de La tempestad y no a tu lado.
—A veces eres tan inocente como yo.
—¿Cuándo? Dímelo.
—Cuando me abrazas. Cuando me acaricias el pelo —susurró ella—. Cuando estamos en la cama juntos.
Tom la miró con expresión torturada.
—Si no me quieres en tu vida, sólo tienes que decirlo y desapareceré para siempre. No quiero que tengas miedo de mi reacción. Si me rechazas, te prometo que no trataré de retenerte. Si es lo que deseas, te dejaré marchar.
_______ guardó silencio, sin saber qué decir.
—Sé que tengo una personalidad controladora y admito que, como tú misma dijiste, soy un mandón —continuó, con la voz baja y crispada—. Pero nunca te trataría como a ella. No te haré daño, ______. Sería incapaz de hacerte daño.
Le acarició el brazo con un dedo y a ______ se le erizó el vello, tanto por su caricia como por sus palabras.
—No me preocupa lo que puedas hacerme, sino lo que Ann pueda hacerte a ti.
—Hacía mucho tiempo que nadie se preocupaba por mí.
—Tu familia lo hace. Y yo también antes de mudarme a Toronto. Me preocupaba por ti cada día.
Tom le dio un suave beso en los labios, que ella le devolvió.
—A pesar de mis pasadas indiscreciones, me gusta mucho más dar a mis amantes un placer loco y apasionado que dolor, te lo aseguro. Algún día me gustará mostrarte esa faceta mía. Despacio, por supuesto.
_______ se mordió la mejilla por dentro, buscando las palabras adecuadas para lo que tenía que decir.
—Tengo que decirte algo.
—¿Sí?
—No soy... tan inocente como crees.
—¿Y qué se supone que quiere decir eso? —preguntó él, bruscamente.
________ se mordisqueó el labio superior, nerviosa.
—Lo siento. Me has pillado por sorpresa. —Tom se frotó los ojos.
—He tenido un novio. 
Él frunció el cejo.
—Ya lo sabía.
—Y nosotros... hicimos cosas.
—¿Qué clase de cosas? —preguntó Tom, levantando las cejas. Las palabras habían salido de su boca sin pensar, pero en seguida cambió de idea—. No respondas. No quiero saberlo.
—No soy tan inocente como lo era cuando tú y yo nos conocimos, lo que significa que tienes una visión falsa e idealizada de mí.
Tom reflexionó un instante sobre lo que estaba oyendo. Quería saber los detalles, pero al mismo tiempo tenía miedo de lo que ________ pudiera decir. La idea de que otra persona —él— la hubiera tocado, le hubiera dado placer, lo ponía furioso. Se daba cuenta de que ella necesitaba contarlo, pero no estaba seguro de poder reaccionar correctamente.
—Tú fuiste el primero en besarme. El primero que me cogió la mano —dijo _______.
—Me alegro. —Tom le levantó una mano y le besó el dorso—. Ojalá hubiera podido ser el primero en todo.
—No me arrebató todas las primeras veces. —______ cerró la boca rápidamente. No había querido decir eso.
El uso de la palabra «arrebatar» despertó en Tom instintos asesinos. Si alguna vez se encontraba a ese hombre, le partiría el cuello con sus propias manos.
—Al ver que no regresabas, empecé a salir con alguien. En Filadelfia. Y... bueno... empezaron a pasar cosas.
—¿Cosas que tú deseabas que pasaran? 
_______ se removió en el asiento, incómoda.
—Era mi novio. A veces... perdía la paciencia.
—Justo lo que me temía. Era un manipulador hijo de puta que te sedujo.
—Tengo voluntad propia. No tenía por qué ceder. 
Tom permaneció en silencio.
«No puedo soportarlo. Estos celos me matan. Pensar en sus manos y sus labios con los de otra persona... No.»
—Sé qué no tengo derecho a preguntarte esto —dijo finalmente—, pero ¿lo amabas?
—No.
Él trató de ocultar la satisfacción que sintió al oír su respuesta levantando la barbilla.
—No me toques nunca, ni permitas que yo lo haga, a no ser que lo desees. Quiero que me hagas esta promesa ahora mismo.
Ella parpadeó sorprendida.
—Me conozco. Hasta ahora he mantenido mis pasiones a raya, pero más de una vez he sido demasiado directo y te he hecho sentir incómoda. Me disgustaría mucho saber que nuestra relación había avanzado sólo porque te sentías coaccionada.
—Te lo prometo, Tom.
Él asintió y la besó en la frente.
—_______, ¿por qué no quieres que te llame Beatriz?
—Me entristeció mucho que no quisieras saber mi nombre cuando nos conocimos.
Él la miró intensamente.
—Quiero saber mucho más que eso. Quiero conocer tu auténtico yo.
________ sonrió.
—¿Todavía quieres estar conmigo? —preguntó él—. ¿O quieres dejarme?
—Claro que quiero estar contigo.
Tom la besó con dulzura antes de ayudarla a levantarse y guiarla hasta la cocina. Cuando _______ estuvo cómodamente sentada en uno de los taburetes, él cogió algo de una encimera, cubierto por una tapadera en forma de cúpula plateada. Mientras le dejaba la bandeja delante, sus ojos brillaban traviesos.
—Tarta de manzana casera —anunció, retirando la tapa con gran efecto.
—¿Tarta?
—Dijiste que nadie te había preparado una tarta. Ya no podrás decirlo.
_______ se quedó mirando el dulce sin dar crédito a lo que veía.
—¿La has hecho tú?
—No exactamente. La hizo mi asistenta. ¿Te gusta?
—¿Le pediste a alguien que hiciera una tarta para mí?
—Bueno, la verdad es que esperaba que la compartieras conmigo, pero ya que insistes en comértela toda tú sola... —bromeó él.
________ cerró los ojos y se cubrió la boca con la mano.
—¿_______?
Al ver que no respondía, Tom empezó a hablar muy de prisa:
—Dijiste que te gustaba. Cuando me contaste lo de San Luis, dijiste que nadie te había preparado nunca una tarta y pensé... —Se detuvo, súbitamente inseguro.
Los hombros de ella temblaban mientras lloraba en silencio.
—¿_______? ¿Qué pasa? —le preguntó frenético. No soportaba verla llorar. Y menos por su culpa. Rodeó la barra y la abrazó—. ¿Qué he hecho?
—Lo siento —se disculpó cuando por fin fue capaz de hablar.
—Cariño, no lo sientas. Sólo explícame qué he hecho mal para no repetirlo.
—No has hecho nada mal. —_______ se secó las lágrimas—. Es que nadie había hecho algo así por mí antes. —Sonrió melancólica.
—No quería disgustarte. Quería hacerte feliz.
—Son lágrimas de felicidad. Más o menos —contestó ella, riendo y llorando a la vez.
Tom la abrazó una vez más antes de soltarla. Retirándole el pelo por detrás de los hombros, dijo:
—Creo que alguien de por aquí necesita un trozo de tarta.
Cortó una generosa porción, de la que partió un trozo con el tenedor, sosteniéndolo delante de ella.
—Me gustaría dártelo yo, pero entenderé si no quieres que lo haga.
_______ abrió la boca inmediatamente y Tom le metió la tarta en la boca.
—Hum, está buenísima —dijo, con la boca llena.
Mientras se quitaba unas cuantas migas de los labios, sonrió.
—Me alegro.
—No sabía que tuvieses asistenta.
—Sólo viene dos veces a la semana.
—¿Y también cocina?
—A veces. Funciono a rachas. O tal vez debería decir por obsesiones, ya sabes —respondió, dándole un golpecito en la nariz—. Esta receta era de su abuela. No puedo decirte lo que puso en la masa del hojaldre. Es un secreto —añadió, guiñando un ojo.
—¿Y tú? ¿No vas a comer?
—Prefiero ver cómo disfrutas. Aunque esto no es una cena en condiciones. Me quedaría más tranquilo si me dejaras prepararte algo caliente.
—Mi padre siempre come un trozo de queso con la tarta de manzana. Si tienes queso, tomaré un poco.

CAP 21 (PARTE 3)

Al principio, Tom pareció sorprendido por la petición, pero en seguida reaccionó y fue a la nevera a buscar un trozo de queso cheddar blanco curado.
—Perfecto —murmuró ella.
Cuando acabó de comer, permaneció unos segundos en silencio, preguntándose si debería volver a su casa. No le apetecía, pero tal vez después de tantas lágrimas y tanto drama, Tom no quisiera que se quedara.
—No respondiste a mi nota —comentó él, rompiendo el silencio—, la que te envié con las gardenias.
—Te envié un correo electrónico.
—Pero te olvidaste de una cosa.
_______ tardó unos segundos en contestar.
—No sabía cómo responder a lo de la domesticación.
—Me dijiste que ese diálogo entre el Principito y el zorro era tu favorito. Pensé que te quedaría claro.
Ella negó con la cabeza.
—Sé lo que quería decir el zorro, pero no tengo tan claro lo que significa para ti.
—Entonces te lo aclararé. No espero que confíes en mí, pero me gustaría ganarme tu confianza. Tal vez cuando logre que confíes en mí con la mente, puedas confiarme también tu cuerpo. Ése era el tipo de domesticación al que me refería. Quiero estar pendiente de ti... de tus necesidades y tus deseos... y quiero dedicarles todo el tiempo que se merecen.
—¿Cómo me domesticarás?
—Mostrándote con mis actos que soy digno de confianza. Y así.
Le sujetó la cara entre las manos y acercó su boca a la de ella hasta que estuvieron casi rozándose. _______cerró los ojos y aguardó, conteniendo el aliento, a que sus labios se tocaran. Pero no lo hicieron.
El aire cálido que salía de los labios entreabiertos de Tom le acariciaba la boca. Con la punta de la lengua, ______ se humedeció el labio inferior. Al sentir el aliento de él sobre la humedad de sus labios, un escalofrío le recorrió la espalda.
—Estás temblando —susurró Tom, enviándole una nueva oleada de aliento cálido junto con sus palabras.
______ se ruborizó entre sus manos. El calor se extendió por su rostro y descendió por su cuello.
—Noto cómo te ruborizas. Tu piel florece y se llena de color.
Le acarició las cejas. Al abrir los ojos, ______ se encontró con dos ojos cafeces oscuro.
—Tienes las pupilas dilatadas —siguió describiendo Tom, con una sonrisa— y tu respiración se ha acelerado. ¿Sabes lo que eso significa?
—Él decía que era frígida —confesó _______, avergonzada—. Fría como la nieve. Y eso lo enfurecía.
—Sólo un niñato que no sabe nada de mujeres puede estar tan ciego y decir algo tan ridículo. No lo creas ni por un momento, _______. Sé que no es verdad. —Esbozó una sonrisa seductora—. Sé perfectamente cuándo estás excitada. Lo veo en tus ojos. Lo noto en tu piel. Puedo... sentirlo.
Volvió a pasarle los dedos por las cejas para relajarla.
—Por favor, no te sientas mal. No hay nada vergonzoso en ello. Es excitante y muy erótico.
______ cerró los ojos y aspiró hondo.
—Aramis, menta y el bendito Tom. 
Él se echó a reír.
—¿Es tu manera de decirme que te gusta mi colonia? — Se inclinó un poco hacia ella para que pudiera olerle mejor el cuello, donde el aroma de la colonia era más intenso.
—¿Qué haces?
—Alimentar el deseo, ______. Dime qué deseas. Estás sofocada, tu corazón late rápidamente y la respiración se te ha acelerado. ¿Qué deseas, ______? —repitió, volviendo a sujetarle la cara entre las manos y acercándole la boca a los labios, sin tocarla.
—Quiero besarte —susurró ella.
—Yo también quiero besarte —replicó él, sonriendo. _______ aguardó, pero Tom permaneció quieto.
—_______—murmuró él contra su boca. Ella abrió los ojos.
—Toma lo que deseas. 
______ inspiró hondo.
—Si no inicias tú el beso de vez en cuando, pensaré que no me deseas. Que te estoy obligando. Y después de una noche como ésta, la única que debes exigir algo eres tú.
Tom la estaba mirando con los ojos muy abiertos y cargados de intención.
Ella no necesitó más. Sorprendiéndolos a ambos, le rodeó el cuello con los brazos y lo atrajo hacia sí. Cuando sus labios se encontraron, las manos de Tom se desplazaron hasta la espalda de _______. Se imaginó acariciando su piel desnuda. Ella le mordisqueó el labio inferior antes de succionárselo y metérselo en la boca, imitando lo que él le había hecho en una ocasión anterior. Aunque le faltaba experiencia, a Tom le encantó. Su calmada pasión lo enardecía. En pocos segundos, le había subido la temperatura y su corazón se había disparado. Mientras le exploraba la boca con la lengua, deseaba separarle las castas rodillas con una mano y apretarse contra ella. Y llevarla en brazos hasta el dormitorio para... Se separó bruscamente y la sujetó por los antebrazos desnudos.
—Tengo que parar. —Apoyando la frente en la suya, soltó el aire ruidosamente.
—Lo siento.
Tom le besó la frente.
—No te disculpes por seguir el dictado de tus deseos. Eres hermosa y sensual. Y me excitas muchísimo. Puedo disfrutar de ti sin llevar esto más lejos, pero no seré capaz de contenerme si te sigo besando.
Permanecieron inmóviles, abrazados, hasta que él abrió los ojos y le acarició la mejilla.
—Dime que deseas, _______. Esta noche soy tuyo. ¿Quieres que te lleve a casa? ¿Quieres quedarte?
Ella le acarició la mandíbula con la nariz.
—Me gustaría quedarme.
—En ese caso, creo que es hora de que nos vayamos a la cama.
Le ofreció la mano para ayudarla a bajar del taburete.
—¿No te resulta raro compartir la cama conmigo?
—Te quiero en mi cama y entre mis brazos todas las noches. 
_______ guardó silencio mientras iba en busca del maletín.
—¿Te molesta? —preguntó él, frunciendo el cejo.
—No, aunque tal vez debería.
—Te he echado de menos esta semana.
—Yo también te he echado de menos.
—Duermo mejor cuando estás entre mis brazos —confesó Tom con una cálida sonrisa—, pero puedes elegir donde prefieres dormir.
—Me gustaría compartir la cama contigo —admitió ella, con timidez—, si no te importa.
—Nunca te negaría algo así —dijo él, guiándola hacia el dormitorio.
Cuando _______ se sentó en la cama, Tom cogió la foto de la cómoda.
—Tú tienes una foto mía debajo de la almohada. Pensé que no te importaría que yo tuviera una foto tuya —bromeó, ofreciéndosela.
_______ se devanó los sesos tratando averiguar cómo habría encontrado él la fotografía.
—¿De dónde la has sacado?
—Soy yo el que debería preguntarte de dónde sacaste tú una foto de mis tiempos en el equipo de remo de Princeton —replicó él, mientras se sacaba la camisa del pantalón y se desabrochaba los botones del chaleco y la camisa, dejando al descubierto la ceñida camiseta que llevaba debajo. ________ apartó la vista, maldiciendo en silencio el día en que alguien decidió que los hombres llevaran camisetas debajo de la camisa. Ver cómo se desnudaba era todavía más sexy que verlo cubierto por una toalla lila demasiado pequeña.
— Bueno... Rachel la tenía colgada en un corcho, en su habitación. La primera vez que la vi, no pude resistirme y me la llevé.
Tom se inclinó sobre ella para mirarla a la cara.
—¿Te la llevaste? ¿Quieres decir que la robaste?
—Ya sé que no hice bien. Pero tenías una sonrisa tan maravillosa. Yo tenía diecisiete años y era muy tonta, Tom.
—¿Tonta o enamorada?
_______ bajó la vista.
—Creo que ya lo sabes.
—Rachel tomó unas cuantas fotos con su teléfono cuando fuimos a Lobby. Ésta es mi favorita, por eso la enmarqué. —La observó más de cerca—. ¿No te gusta?
Ella se puso nerviosa.
—Estás muy guapo.
Tom le quitó la foto de las manos y la dejó en su sitio.
—¿Qué piensas? Cuéntamelo.
—Tu manera de mirarme mientras bailábamos... no la entiendo.
—Eres una mujer muy hermosa, _______. ¿Por qué no iba a mirarte?
—Pero me miras de una manera muy especial.
—Siempre te miro así —confesó él, dándole un beso suave—. Te estoy mirando así ahora mismo. —Le echó el pelo hacia atrás—. En seguida vuelvo.
Ella se quitó el vestido y se puso lo que sería su pijama de aquella noche. Luego se acercó a la puerta del cuarto de baño, de donde salía una luz blanquecina.
—Quieta —dijo Tom, que había regresado a la cama y estaba tumbado, observándola.
_______ se miró, inquieta. Había dudado mucho. Casi todos sus pijamas eran demasiado infantiles para ponérselos estando con él y no tenía lencería bonita. Y, aunque tuviera, no se habría atrevido a ponérsela. Así que, finalmente, se había decidido por una camiseta amplia y oscura y unos pantalones cortos con el logo de la universidad de Saint Joseph.
—Eres exquisita.
Ella hizo una mueca y alargó la mano para apagar la luz.
—Espera. Ahí, recortada contra la luz, pareces un ángel.
_______ asintió para que supiera que lo había oído, antes de apagar la luz y volver a la cama. Él la acogió en un cálido abrazo. ________ se dio cuenta de que iba vestido de un modo muy similar. ¡Menudo par estaban hechos! Pero al menos sus piernas desnudas podían unirse felizmente bajo las sábanas. Tom la besó con ternura y se reclinó en la almohada, suspirando de satisfacción cuando ella apoyó la cara en su pecho y le rodeó la cintura con un brazo.
—Lamento que te sientas sola, _______.
Ella se sorprendió por el brusco cambio de tema.
—Hace unos días, me dijiste que te sentías muy sola. Que no tienes amigos.
________ hizo una mueca al recordarlo.
—¿Quieres que te compre un gato o un conejo para que te hagan compañía?
—Tom, te lo agradezco mucho, pero no puedes tratar de solucionar todos mis problemas comprándome cosas.
—Lo sé, pero puedo comprarte cosas para hacerte sonreír. 
Volvió a besarla.
—La amabilidad vale mucho más que todo el dinero del mundo.
—La tendrás. Entre otras cosas.
—No quiero nada más.
—Quédate conmigo este fin de semana. 
Ella sólo dudó un instante.
—De acuerdo —susurró.
Tom pareció aliviado.
—¿Qué me dices de un pez? Son la nueva moda en mascotas. 
_______ se echó a reír.
—Mejor no. Bastante me cuesta ya cuidar de mí misma, como para tener que cuidar de una pobre criatura que no tiene ninguna culpa.
Él se incorporó un poco para poder mirarla a la cara.
—En ese caso, deja que yo cuide de ti —susurró, con los ojos brillantes.
—Podrías tener a cualquier mujer que quisieras, Tom. 
Él frunció el cejo.
—Sólo te quiero a ti.
Ella apoyó la cabeza en su pecho y sonrió.
—Estar sin ti es como vivir en una eterna noche sin estrellas.





HEYYYYYYY!!! HOLAP :P JAJJAJA COMO ESTAN?? ESPERO QUE BIEN ... QUE TAL? LA RAYA SABE LO QUE HACE ^^ LA ENVIDIO -.-´ YA QUISIERA TENER UN CHICO ASI A MI LADO,EN MI CAMUCHA xD ... OK NO .-. ESPERO QUE LES GUSTEN EL CAPS .. SIN MAS QUE DECIR ME DESPIDO, QUE ESTEN BIEN, MAÑANA SI VEO COMENTARIOS (mas de 1) LES PUBLICO SI NO ... DEMORARE HASTA EL SABADO ... ADIOS :))

5 comentarios:

  1. :O me encantoooooooo virgiiiii jejejeje hay tan lindo Tom se nota q esta enamorado de (Tn) y ojala muy pronto pase algo muy ardiente entre ellos me muero x leer un cap así entre ellos.. entiendo cuando Tom le dice q no quiere llegar muy lejos con ella xq no seria capaz de controlarse pero ojala pase muy prontoooo!!! amooo tu fiiic es super buena e interesante, pásate x mi fic ya publique un nuevo cap darknesslight-fanfic.blogspot.com

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  2. Genial es simplemente genial!!
    aww ya quiero mas *-*

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  3. aaaawww !! sabia que Tom iba a estar nervioso :DDD !! me encantooo !!! *-* es tan lindo todo ! como se prometen cosas y eso :DDD !! me encantaaaa !!!!!

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  4. Awww me encantaa!! Esta buenizima..

    Quienno quisiera tener a un hombre asii. Ufff..
    Sighuelaa. Subeee porfa hay 4 comentarios!! :)

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  5. Me encaaaaaaaaaanta, siguela por fisssss

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