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miércoles, 30 de abril de 2014

.- EL INFIERNO DE TOM .- 31 (PARTE 1, 2 y 3)

CAP 31 (PARTE 1)
El viernes, el profesor Kaulitz estaba de mal humor. Llevaba casi una semana sin ver a ________ y el miércoles había tenido que verla marcharse con Paul al acabar la clase, sin tan siquiera una mirada en su dirección. Tenía que mantenerse a distancia cuando lo que más deseaba en el mundo era tocarla y gritar a los cuatro vientos que era suya. Mientras dormía desnudo en la oscuridad, los demonios habían ido a visitarlo y lo habían torturado con pesadillas, pesadillas que sólo ________ lograba mantener a raya con su luz; una luz más brillante que la de cualquier estrella. Una estrella de la que pronto iba a tener que prescindir.
Sabía que iba a tener que confesarle sus secretos antes de viajar a Florencia. Por eso le molestaba especialmente haber pasado solo la que probablemente sería su última semana juntos. Había hecho reservas para dos personas, pero no estaba muy seguro de que _________ finalmente lo acompañara. Por eso había contratado un seguro de cancelación. Temía el momento en que sus grandes e inocentes ojos se oscurecieran y le dijeran que no era digno de ella. Pero por mucho que lo temiera, no iba a permitir que le entregara su inocencia a un demonio sin conocer todos los datos. No sería Cupido ni permitiría que ella fuera su Psique.
Eso sí sería auténticamente demoníaco.
Por consiguiente, cuando el viernes por la noche ella fue a cenar a su casa, la recibió con frialdad, le dio un fraternal beso en la frente y se hizo a un lado, indicándole que pasara.
«Abandonad toda esperanza», pensó.
_________ se dio cuenta en seguida de que algo iba mal y no sólo por las notas de Madama Butterfly que le llegaron desde el salón. Normalmente, Tom la recibía con un abrazo y varios besos apasionados antes de ayudarla a quitarse el abrigo. Pero esta vez permanecía inmóvil, esperando a que ella hablara, sin apenas mirarla.
—¿Tom? —_______ le tocó la mejilla—. ¿Pasa algo?
—No —mintió él, apartando la cara—. ¿Te sirvo una copa? 
Resistiendo el impulso de insistir, le pidió una copa de vino.
Esperaba que estuviera más hablador durante la cena.
Pero no fue así. Le sirvió la cena en silencio y, cuando ________ trató de sacar algún tema de conversación mientras comían el rosbif, respondió con monosílabos. Ella le contó que había acabado todos los trabajos del semestre y que Katherine Picton le había confirmado que le daría la nota antes del 8 de diciembre, pero Tom se limitó a asentir, sin apartar la vista de la copa de vino, que pronto estaría vacía.
_________ nunca lo había visto beber tanto. La noche que lo rescató de Lobby ya estaba borracho cuando ella llegó. Esa noche era muy distinto. No estaba contento ni coqueteaba, se lo veía atormentado. Con cada nueva copa de vino que vaciaba, _________ se preocupaba más. Pero cada vez que abría la boca para decirle algo, él la miraba con tanta tristeza que no se atrevía. Estaba más frío y distante por momentos y, cuando le sirvió la tarta de manzana casera que había preparado la asistenta, _________ la apartó bruscamente y le exigió que hiciera callar a Maria Callas para que pudieran hablar.
Tom la miró sorprendido ya que la tarta —y la Butterfly— eran la culminación de la cena. De su Última Cena.
—¿Por qué? No pasa nada —refunfuñó, acercándose al equipo de música para quitar la ópera.
—Tom, no me mientas. Es obvio que estás disgustado. Dime lo que pasa, por favor.
Ver a _________, a la inocente _________, mirarlo con sus enormes ojos castaños y el cejo fruncido, era más de lo que podía soportar.
«¿Por qué tiene que ser tan dulce y generosa? ¿Por qué tiene que ser tan compasiva? ¿Era obligatorio que tuviera una alma tan hermosa?»
La culpabilidad que sentía aumentó. Era una suerte que no la hubiera seducido. El corazón de _________ se curaría antes así que si hubieran tenido relaciones. Sólo llevaban unas cuantas semanas juntos. Las lágrimas pronto se le secarían y podría encontrar un hombre bueno y constante, como Paul.
La idea le provocó náuseas.
Sin una palabra, se acercó al bufet en busca de una licorera y un vaso de cristal. Se sentó y se sirvió dos dedos de whisky escocés. Se bebió la mitad de un sorbo y dejó el vaso en la mesa bruscamente. Esperó a que se aplacara el fuego que le quemaba la garganta. Confiaba en que se le contagiara algo del valor líquido del licor, pero le iba a hacer falta mucho más que eso para calmar el dolor en su corazón.
Respiró hondo.
—Tengo que contarte algunas cosas... cosas desagradables. Sé que cuando haya terminado, te perderé.
—Tom, por favor, yo...
—Déjame hablar —la interrumpió él, pasándose la mano por el pelo—, antes de que pierda el valor.
Cerrando los ojos, volvió a tomar aire. Cuando los abrió, su mirada era la de un dragón herido.
—Estás viendo a un asesino.
_________ oyó las palabras, pero le costó procesarlas. Pensó que lo había entendido mal.
—Y no un asesino cualquiera. Acabé con la vida de un ser inocente. Si puedes soportar estar en la misma habitación que yo durante unos minutos, te contaré cómo pasó. —Como ella no se movió, siguió hablando—: Como sabes, fui a hacer el doctorado a Oxford, al Magdalen College. Lo que no sabes es que allí conocí a una chica americana llamada Paulina.
_________ inspiró bruscamente y Tom hizo una pausa. Cada vez que ella había tratado de sacar el tema, él le había dado largas, diciéndole que no suponía una amenaza para ellos, aunque _________ no se lo había creído. Por supuesto que era una amenaza. Paulina se lo había arrebatado en medio de una cena en octubre. Y, antes de salir corriendo, Tom, ojeroso y demacrado, había citado a lady Macbeth. ________ sintió un escalofrío.
—Paulina todavía no había acabado la carrera. Era rubia, alta, guapa y majestuosa. Le gustaba contar que estaba emparentada con la aristocracia rusa, como una especie de Anastasia. Nos hicimos amigos y nos veíamos de vez en cuando. No había nada físico entre nosotros. Yo salía con otras chicas y ella estaba enamorada de otro hombre. —Carraspeó nervioso—. Al acabar el curso me trasladé a Harvard. Seguimos en contacto vía correo electrónico durante un año más o menos. Un día me dijo que la habían admitido en Harvard para hacer un curso de posgrado. Quería especializarse en Dostoievski. Estaba buscando un sitio para vivir y le hablé de un apartamento que se alquilaba en mi edificio. En agosto se instaló allí.
Tom miró a________, que asintió para darle ánimos.
—Ese año fue muy duro para mí. Estaba haciendo la tesis y, además, era ayudante de un profesor muy exigente. Trabajaba muchas horas y apenas podía dormir.
Bajó la vista y empezó a tamborilear en la mesa. Al cabo de un momento, continuó:
—Algunos fines de semana salía con algunos compañeros. A veces nos metíamos en líos y acabábamos en peleas. —Se rió sin ganas—. No era un modelo de conducta, pero al menos con Simon me sirvió de algo el entrenamiento.
Se echó hacia adelante en la silla y apoyó los codos en las rodillas. ________ se fijó en que movía las piernas nervioso. Con cada nueva frase que decía se inquietaba más, como si se estuviera acercando al abismo en el fondo del cual había escondido su secreto.
—Una noche, alguien me ofreció cocaína. Me pregunté si eso me ayudaría a mantenerme despierto para poder acabar el trabajo pendiente que tenía. Así empezó todo. La usé como estimulante y la alternaba con alcohol. Creí que estar en Harvard me convertía en un consumidor de drogas ocasional y respetable. Creí que sería capaz de controlarlo. —Suspiró y bajó el tono de voz—. Me equivoqué.
»Paulina venía mucho a mi casa. Llamaba sin importarle la hora, porque sabía que siempre estaba despierto. Mientras yo escribía, ella se sentaba en el sofá o preparaba té ruso. Empezó a cocinar para mí. Con el tiempo, le di una llave. La cocaína me quitaba el hambre. Gracias a Paulina, me alimentaba de vez en cuando.
Tom siguió hablando, angustiado. La culpabilidad lo arañaba por dentro, tratando de salir al exterior. Al alzar la vista un momento, leyó una pregunta en los ojos de ________ y la respondió:
—Sí, ella sabía que me drogaba. Al principio se lo oculté, pero siempre estaba por allí, así que al final ya lo hacía abiertamente. No le importaba.
Bajó la vista. Parecía avergonzado.
—Paulina se había criado entre algodones. No sabía nada sobre drogas ni muchas otras cosas. Yo la corrompí. Una noche, se desnudó y me propuso que la esnifáramos el uno en el cuerpo del otro. Obviamente, yo no pensaba con claridad y ella... estaba desnuda.
Soltó el aire con fuerza y mantuvo los ojos clavados en las manos, mientras negaba con la cabeza.
—No estoy buscando excusas. Fue culpa mía. Ella era una buena chica, acostumbrada a conseguir lo que quería. Y lo que quería en aquel momento era a mí, el vecino drogadicto.
Al frotarse la barbilla con la mano, __________ se fijó en que no se había afeitado.
Tom cambió de postura.
CAP 31 (PARTE 2)
—A la mañana siguiente le dije que había sido un error, que no estaba interesado en tener una relación monógama. La cocaína me hacía desear más sexo que nunca, aunque a veces me provocaba impotencia. Cosas del karma, supongo. Estaba acostumbrado a estar con una mujer distinta cada fin de semana. Pero cuando le conté todo esto, Paulina me dijo que no le importaba. Daba igual lo que le dijera, o cómo me portara con ella, siempre regresaba. Y las cosas siguieron su camino. Ella se comportaba como si fuera mi novia y yo la usaba para desahogarme cuando no tenía a nadie más a mano. No la quería. Lo único que me importaba en aquella época era yo mismo, las drogas y la maldita tesis.
A ________ se le encogió el corazón. Sabía que a Tom nunca le había faltado compañía femenina. Era un hombre guapo y extremadamente sensual. Las mujeres se desvivían tratando de llamar su atención. No es que le hiciera gracia, pero lo había aceptado como parte de su pasado.
Sin embargo, lo de Paulina era distinto. Su intuición se lo dijo la primera vez que oyó su nombre. Aunque no creía que siguieran juntos, lo que le estaba contando no era una aventura de una noche. El espectro de los celos hizo su aparición, cercando el corazón de __________ y estrujándolo con fuerza.
Tom se levantó y empezó a caminar por el comedor.
—Las cosas se aceleraron cuando me dijo que estaba embarazada. La acusé de querer atraparme y le dije que se deshiciera del bebé. —La cara se le contrajo de dolor—. Ella se echó a llorar. Me suplicó, me dijo que estaba enamorada de mí desde Oxford y que quería tener a mi hijo. No la escuché. Le tiré dinero a la cara para que pagara el aborto y la eché de casa a patadas.
Tom gruñó, pero su gruñido se transformó en un gemido desgarrado que surgía de las profundidades torturadas de su alma. Se frotó los ojos con fuerza.
_________ se cubrió la boca con la mano. No había esperado esa confesión. Pero mientras su mente trataba de procesar todo lo que iba oyendo, las piezas del rompecabezas que era el profesor Kaulitz empezaron a encajar.
—Durante un tiempo no volví a verla. Supuse que habría abortado. En aquella época estaba tan jodido que ni me molesté en averiguarlo. Un par de meses más tarde, entré en la cocina y me encontré una ecografía pegada en la nevera, con una nota.
Tom, echándose hacia atrás en la silla, se sostuvo la cabeza con las manos.
—Había escrito: «Ésta es tu hija, Maia. ¿A que es preciosa?». 
No pudo acabar la frase, porque un sollozo se lo impidió.
—Reconocí la línea de su cabeza, la naricita, los brazos y las piernas. Era preciosa. Un bebé diminuto y frágil. Mi niñita. Maia. —Volvió a sollozar—. No lo sabía. No era real. Hasta que vi la ecografía no existió realmente para mí.
No podía parar de llorar.
Al ver las lágrimas que le caían por las mejillas, a _________ se le encogió el corazón. Con los ojos llenos de lágrimas, se levantó para consolarlo, pero él se lo impidió levantando la mano.
—Le dije a Paulina que la ayudaría con el bebé, pero no tenía dinero. Me lo había gastado todo en drogas. De hecho, en aquella época ya estaba endeudado con mi camello. Aun sabiendo todo eso, ella seguía queriéndome. Volvió a instalarse en casa y se pasaba las horas leyendo en mi sofá mientras yo trabajaba en la tesis. Dejó de tomar drogas por el bebé. Yo también lo intenté, pero no lo conseguí. —Levantó la cabeza—. ¿Quieres oír el resto o ya has tenido bastante? ¿Quieres irte ya?
__________ no tuvo que pensarlo. Se levantó y lo abrazó.
—Por supuesto que quiero oír el resto.
Él la abrazó con fuerza durante un instante, pero luego la apartó y se secó las lágrimas. Ella permaneció a su lado, incómoda, mientras Tom continuaba su confesión.
—Los padres de Paulina vivían en Minnesota. No eran ricos, pero de vez en cuando le enviaban dinero. Grace también me mandaba dinero cuando se lo pedía. Como podíamos, íbamos saliendo adelante. O, al menos, íbamos retrasando lo inevitable. Pero yo casi todo me lo gastaba en la droga. —Se echó a reír amargamente—. ¿Qué clase de hombre le quita el dinero a una mujer embarazada y se lo gasta en cocaína?
»Una noche de setiembre, salí de marcha. Estuve fuera un par de días y, cuando volví, me desplomé en el sofá. Ni siquiera llegué al dormitorio. Cuando me desperté, con una resaca espantosa, vi sangre en el suelo.
Se cubrió los ojos con las manos, como si tratara de borrar esas imágenes de su mente. __________ contuvo el aliento, a la espera de la siguiente revelación.
—Siguiendo el rastro llegué hasta Paulina, que estaba en medio de un charco de sangre en el suelo del lavabo. Le busqué el pulso, pero no se lo encontré. Pensé que estaba muerta.
Guardó silencio unos minutos.
—Si hubiera ido a verla cuando llegué a casa, habría podido llamar a una ambulancia. Pero no lo hice. Estaba borracho y colocado y me desplomé en el sofá sin preocuparme de nada ni de nadie. Cuando me dijeron que había perdido el bebé, supe que era culpa mía. Su muerte se habría podido evitar. Era como si lo hubiera matado con mis propias manos.
Levantó las manos y se las miró por delante y por detrás, como si las viera por primera vez.
—Soy un asesino, __________. Un adicto y un asesino.
Ella abrió la boca para contradecirlo, pero Tom la interrumpió:
—Paulina pasó varias semanas en el hospital, primero con problemas físicos, luego por la depresión. Yo tuve que pedir la baja. Estaba constantemente borracho o colocado y no podía trabajar. Debía miles de dólares a gente muy peligrosa y no sabía de dónde sacar el dinero. Paulina había tratado de suicidarse en el hospital y quería llevarla a una clínica psiquiátrica privada, un lugar donde la trataran bien. Cuando llamé a sus padres para pedirles ayuda, me dijeron que era un desgraciado, que había llevado la deshonra a su familia. Que primero me casara con ella y luego ya hablaríamos.
Tom hizo una nueva pausa.
—Lo habría hecho, pero Paulina estaba demasiado alterada como para hablar de nada. Decidí buscar un lugar donde cuidaran de ella y luego suicidarme. Eso solucionaría los problemas de todos.
Le dirigió una mirada fría, muerta.
—Ya ves, _________, soy uno de los condenados. Mi depravación y mi indiferencia supusieron la muerte de un bebé inocente y la destrucción de una mujer con un brillante porvenir. Habría sido preferible que me ataran una piedra al cuello y me echaran al mar. 
—Fue un accidente —susurró ___________—. No fue culpa tuya. 
Él se echó a reír amargamente.
—¿No fue culpa mía acostarme con Paulina y engendrar una hija con ella? ¿No fue culpa mía tratarla como a una puta, engancharla a las drogas y presionarla para que abortara? ¿No fue culpa mía llegar tan colocado a casa que ni me di cuenta de que estaba allí?
__________ le agarró las manos y se las apretó con fuerza.
—Tom, escúchame. Tú tuviste mucho que ver, sí, pero no fue culpa tuya. Fue un accidente. Si había mucha sangre es que algo no iba bien en el embarazo. Si no hubieras llamado a la ambulancia cuando lo hiciste, Paulina habría muerto. Tú la salvaste.
Él permaneció con la cabeza baja, pero __________ le sujetó la barbilla y lo obligó a mirarla.
—La salvaste, Tom. Y me acabas de decir que querías al bebé. No querías que muriera.
Él se encogió, pero ella no lo soltó.
—No eres un asesino. Fue un trágico accidente.
—No lo entiendes —replicó él, con apatía—. Soy igual que Simon. Él te usó y yo la usé a ella. Hice algo peor que usarla. La traté como si fuera un juguete. Le di drogas cuando debería haber estado cuidándola. ¿Qué clase de demonio soy?
—No te pareces en nada a Simon —exclamó _________ con los dientes apretados—. Él no se arrepiente de nada de lo que me hizo. Si pudiera, volvería a hacer lo mismo. O algo peor.
Respiró hondo y contuvo el aire, que fue expulsando poco a poco.
—Tom, has cometido errores y has hecho cosas terribles, pero te has arrepentido. Llevas años pagando por tus errores. ¿No crees que eso es importante?
—Ni todo el oro del mundo puede compensar la pérdida de una vida.
—Una vida que tú no arrebataste —replicó ella, con los ojos encendidos.
Él hundió la cara entre las manos. No era ésa la reacción que había esperado.
«¿Por qué sigue aquí? ¿Por qué no me ha abandonado todavía?»
__________ dio un paso atrás, sin dejar de observarlo. Las oleadas de desesperación que brotaban de Tom eran casi visibles. Se devanó los sesos buscando la manera de alcanzarlo, de llegar a su corazón.
—¿Conoces Los miserables, de Victor Hugo?
—Por supuesto —murmuró él—. ¿Qué tiene que ver con todo esto?
—El héroe deja de pecar y hace penitencia. Cuida de una niña como si fuera su hija. Pero durante todo ese tiempo, un policía no deja de perseguirlo, convencido de que no se ha reformado. ¿No preferirías ser el hombre que hace penitencia en vez del policía?
Tom no respondió.
—Porque eso es lo que estás diciendo. Que no puedes darte permiso para ser feliz. Que no puedes darte permiso para tener hijos. Crees que has perdido el alma, Tom, pero ¿qué me dices de la redención? ¿Y del perdón?
—No los merezco.
—¿Qué pecador los merece? —________ negó con la cabeza—. Cuando te conté lo que me había pasado a mí, me dijiste que me perdonara y me diera permiso para ser feliz. ¿Por qué no puedes predicar con el ejemplo?
Él bajó la cara.
—Porque tú fuiste la víctima. Yo soy el asesino.
—Aceptemos que sea así. ¿Cuál sería la penitencia adecuada en ese caso? ¿Cómo crees que se haría justicia?
—Ojo por ojo —murmuró.
—Bien. Entiendo que «ojo por ojo» quiere decir que debes salvar la vida de un niño. Si eres responsable de la muerte de un bebé, la justicia reclama que devuelvas una vida. Un donativo en metálico no sirve. Debe ser una vida.
Tom permanecía inmóvil, pero _________ sabía que la estaba escuchando.
—Salvaste la vida de Paulina, pero sé que no vas a darte por satisfecho con eso. Así que necesitas salvar la vida de la hija de otro hombre. ¿Te ayudaría eso?
—No devolvería la vida a Maia, pero sería algo. Me convertiría en una persona menos... mala —respondió él, con los hombros hundidos y los brazos apoyados en las rodillas.
El dolor que impregnaba su voz encogió el corazón a _________, pero no le impidió continuar.
—Vas a tener que encontrar a una niña cuya vida esté en peligro y salvarla. ¿Te serviría eso de expiación?
Tom asintió con un gruñido.
Ella se dejó caer de rodillas delante de él y le cogió las manos.
—¿No lo ves, Tom? Yo soy esa niña.
Él levantó la cabeza y la miró con los ojos inundados de lágrimas, como si estuviera loca.
—Simon me habría matado. Cuando le pegué, se enfureció tanto que rompió la puerta para vengarse. Aunque hubiera llamado a la policía, no habrían llegado a tiempo. Me habría matado antes de que llegaran.
»Pero tú me salvaste. Lo arrancaste de mi puerta y lo sacaste de la casa. Estoy viva gracias a ti. Soy la niñita de John, como él te dijo, y me salvaste la vida.
Tom permaneció mudo, se había quedado sin palabras.
—Una vida por una vida, ¿no? Estás convencido de que acabaste con una vida, pero ahora has salvado otra. Tienes que perdonarte. Tienes que pedirle perdón a Paulina y a Dios, pero, sobre todo, tienes que perdonarte tú.
—No es suficiente —murmuró, con sus grandes ojos tristes, todavía llenos de lágrimas.
—Es verdad que eso no te devolverá a tu hija, pero piensa en el regalo que le has hecho a John: le has devuelto a su única hija. Convierte tu deuda en penitencia. No eres un demonio. Eres un ángel. Mi ángel.
Tom se la quedó mirando, observando sus ojos, sus labios, su expresión. Luego, le tendió la mano y la sentó en su regazo. La abrazó durante largo rato. Sus lágrimas caían en el hombro de _________.
—Lo siento —susurró—. Siento haber tardado tanto en decírtelo. Siento que mi historia sea cierta. He matado tu fe en mí. Lo sé.
—Todavía te quiero.
CAP 31 (PARTE 3)

__________ trató de calmarlo murmurándole al oído y dejando que se desahogara. Cuando dejó de llorar, le desabrochó los botones de la camisa rápidamente, antes de que pudiera preguntarle qué estaba haciendo. Abriéndosela, le acarició el tatuaje con los dedos. Luego, muy lentamente, acercó los labios a la boca del dragón y lo besó.
Cuando se echó hacia atrás, Tom la estaba mirando asombrado.
Luego, se quitó el pañuelo que le cubría el mordisco y levantándole la mano, se la colocó sobre la marca, que se había curado un poco, pero no del todo.
—Los dos tenemos cicatrices. Y tal vez tengas razón, tal vez nunca desaparezcan. Pero soy tu expiación, Tom. Mi vida es tu regalo a un padre que podría haber perdido a su única hija para siempre. Gracias.
—Soy un hipócrita —se lamentó él, con voz ronca—. Le dije a John que era un padre terrible. ¿Y yo? ¿Qué clase de padre soy?
—Uno joven e inexperto que no debería haber tomado drogas, pero que quería a Maia. Me lo has dicho.
Sin dejar de abrazarla, Tom se estremeció.
—Nada de lo que pueda decir te la devolverá. Pero creo sinceramente que tu hija está en el paraíso con los bienaventurados. Y con Grace. —________ le secó las lágrimas—. Y estoy segura de que ambas querrían que encontraras el amor y el perdón. Creo que rezan por tu redención. Y que no creen que seas malo.
—¿Cómo puedes estar segura? —susurró él.
—Lo aprendí de ti. El canto treinta y dos de El Paraíso de Dante describe el lugar especial que Dios reserva a los niños. «De los que son como ellos es el reino de los cielos.» Y en el paraíso sólo hay amor y perdón. No hay odio ni maldad. Sólo paz.
Tom la atrajo hacia sí y permanecieron así abrazados largo rato. _________ nunca se habría imaginado que ése fuera su secreto. Aunque le dolía verlo tan triste y melancólico, su sufrimiento era real y no podían obviarlo.
Ella nunca había amado a un niño que hubiera muerto. No podía hacerse una idea exacta de su dolor, pero igualmente se sentía llena de compasión hacia él. Tenía una gran necesidad de ayudarlo a reconocer si valía. Ayudarlo a aceptar que era un ser digno de ser amado, a pesar de los pecados que hubiera cometido en el pasado. Sentada en su regazo, con la blusa aún húmeda por sus lágrimas, Tom Kaulitz se le presentó con mucha más claridad. En muchos aspectos, seguía siendo un niño pequeño, un niño que tenía miedo de que no le perdonaran sus errores. Y de que no lo amaran por culpa de éstos.
Pero ella lo seguía amando.
—Tom, no puedes estar cómodo en esta silla.
Él le dio la razón, asintiendo contra su hombro.
—Ven. —Levantándose, le dio la mano para que la siguiera. Lo condujo hasta el sofá y lo animó a sentarse, mientras ella encendía la chimenea a gas.
Tom se quitó los zapatos y ________ le dijo que se tumbara, apoyándole la cabeza en su regazo. Tras acariciarle las cejas con un dedo, le pasó los dedos por el pelo hasta que él cerró los ojos.
—¿Dónde está Paulina ahora?
—En Boston. Cuando cobré la herencia, abrí un fondo de inversión a su nombre y le compré un piso. Ha estado en un centro de rehabilitación un par de veces, pero básicamente está bien cuidada. Volvió a Harvard hace un par de años, aunque se lo está tomando con calma.
—¿Qué pasó la noche que llamó mientras cenábamos?
Tom la miró confuso, hasta que recordó la noche en cuestión.
—Me había olvidado de que oíste esa conversación. Había bebido y tuvo un accidente de coche. Estaba histérica y pensé que iba a tener que coger un avión hasta allí. Sólo me llama cuando se mete en líos. O cuando quiere algo.
—¿Y qué pasó?
—Hice la maleta, pero antes de salir hacia el aeropuerto, llamé a mi abogado en Boston. Fue a verla al hospital y me dijo que no estaba tan grave como me había hecho creer. Pero un par de días más tarde la acusaron de conducción temeraria y tuve que contratar a un abogado especialista para que la defendiera. Últimamente ha estado bastante tranquila, pero de vez en cuando tiene alguna crisis.
Tal vez fue el brillo de las llamas, o la tensión de haberle revelado su secreto más oscuro, pero en ese momento Tom le pareció viejo y cansado para tener sólo treinta y pocos años.
—¿La amas?
Él negó con la cabeza.
—Siento algo por ella, pero no lo definiría como amor. Por mucho que me avergüence admitirlo, su presencia y su contacto nunca me resultaron familiares. Pero no podía abandonarla. Y menos aún cuando su familia le dio la espalda. Yo fui el causante de sus problemas. Por mi culpa, tal vez no pueda volver a tener hijos.
Tom se estremeció.
—¿Por eso decidiste no tenerlos tú?
—Ojo por ojo, ¿recuerdas? Cuando me lo confesó entre lágrimas, tomé la decisión. Me costó encontrar a un médico que accediera a hacer la operación. Todos me decían que era muy joven y que cambiaría de idea. Pero finalmente encontré a uno. Curiosamente, en aquel momento fue un consuelo.
Levantando el brazo, Tom le acarició la mejilla.
—Le hablé a Paulina de ti. Siempre ha sido una mujer celosa, pero sabe que no puedo darle lo que quiere. Nuestra relación es... complicada. Siempre formará parte de mi vida, ________. Quiero que te quede claro. Siempre y cuando sigamos...
Ella lo besó en los labios.
—Por supuesto que seguiremos juntos. La ayudas cuando tiene problemas. Es lo correcto. Me parece muy noble por tu parte.
—Créeme, ________, yo no me definiría como una persona noble.
—¿Me... me puedes contar lo del tatuaje?
Él se sentó en el sofá y acabó de quitarse la camisa, que tiró sobre la alfombra persa. Volviendo a apoyar la cabeza en el regazo de ________, la miró a los ojos, los suyos llenos de preocupación y resignados.
—Me lo hice en Boston, cuando salí de rehabilitación.
________ volvió a besar el dragón con delicadeza.
Tom inspiró hondo al notar el contacto de sus labios contra la piel desnuda.
Ella le acarició el pelo para que se relajara.
—¿Qué representa el dragón?
—Soy yo, o las drogas. O las dos cosas. El corazón es el mío y está roto, obviamente. Maia siempre estará en mi corazón. Me imagino que te parecerá horrible que tenga algo tan macabro y feo en mi cuerpo de manera permanente.
—No, Tom, no me lo parece. Es... un memorial.
—Paulina estaba embarazada de unos cinco meses cuando perdió el bebé. Estaba destrozada, igual que yo, y no celebramos ningún funeral. Hace un par de años, mandé erigir una lapida en Boston en memoria de la niña. —Llevándose la mano de ________ a la boca, la besó—. Pero no está enterrada allí —añadió, con voz torturada.
—No lo estaría aunque las cosas hubieran sido distintas. Está con Grace, Tom.
Él la miró con agradecimiento, mientras los ojos volvían a llenársele de lágrimas.
—Muchas gracias —susurró, besándole la mano una vez más—. Mandé colocar un ángel de piedra a cada lado de la lápida. Quería que fuera bonita.
—Estoy segura de que es preciosa.
—Tú has recibido parte de su legado. 
________ lo miró sin comprender.
—La beca de estudios lleva su nombre: Maia Paulina Kaulitz( M.P.K) (he aqi la duda que tenian sobre esas letras, era el nombre de su hija). _______ se secó una lágrima.
—Siento haber tratado de devolverla. No lo sabía. 
Tom se incorporó y le besó la nariz.
—Lo sé, amor mío. En aquel momento no me sentía preparado para explicarte su trascendencia. Sólo quería que la tuvieras. No había encontrado a nadie que fuera digno de ella —añadió, con otro beso suave.
—Le pregunté a Rachel por la beca. Ella no sabía nada.
—Nadie sabe nada de Maia ni de Paulina, excepto Richard. Grace también lo sabía. Me sentía tan avergonzado... Pensamos que Rachel y Scott ya tenían bastante con estar enterados de lo de las drogas. Tampoco saben lo del tatuaje. Tú eres la única que me lo ha visto.
_________ le hundió los dedos en el pelo.
—Oír a Puccini al entrar me ha asustado —susurró.
—Me ha parecido una música adecuada.
Ella negó con la cabeza.
—Por la manera en que traté a Paulina. Ella me amó durante años y yo no pude devolverle ese amor. —Tom se encogió de hombros y la miró ardientemente—. Nunca te trataría como a una mariposa, ni como a un juguete. Nunca te clavaría en un corcho ni te arrancaría las alas.
Ella lo miró con tristeza.
—Tom, por favor. Confío en ti. No eres Pinkerton, lo sé.
Como si quisiera recalcar sus palabras, lo besó. Tom retuvo su boca hasta que ella tuvo que apartarse para respirar.
—No te merezco —susurró él.
—Tal vez. Tal vez no nos merezcamos el uno al otro. Pero puedo elegir a quien quiero amar. Y te he elegido a ti.
Tom frunció el cejo, como si le costara creerlo.
—Por favor, deja que te ame. —La voz de ________ se quebró al decir las últimas palabras.
—Como si pudiera plantearme una vida sin ti.
Tom la atrajo hacia él, uniéndolos con la fuerza de la desesperación de su alma torturada.
_________ le devolvió su pasión con la misma intensidad, dando y recibiendo amor del hombre que descansaba la cabeza en su regazo. Tom le sujetó las muñecas y le besó las venas azuladas con la boca abierta, succionándolas con delicadeza.
—Perdóname ________, pero te necesito. Mi dulce, dulce, _________. Te necesito tanto... —le suplicó con voz ronca y los ojos como hogueras cafés.
Sin darse cuenta de lo que estaba pasando, ________se encontró con que Tom se había sentado en el sofá y que ella estaba sentada encima de él, a horcajadas. Tenían los torsos muy juntos y las manos de él la acariciaban, resiguiendo las curvas de su trasero por encima de los pantalones de lana.
De algún lugar de su mente le llegó el recuerdo de una de las fotografías en blanco y negro que decoraban la habitación de Tom. En ese instante, reconoció la belleza de la pasión que retrataban, desde la óptica no del espectador, sino de los protagonistas.
Lo que sentía era la fuerza del deseo, de la necesidad, de la desesperación y de un amor incondicional y muy profundo, que se había liberado al contarse sus secretos más ocultos y oscuros.
Tom sintió el amor de _________ en sus besos, en sus abrazos, en cómo le acariciaba la nuca, la superficie del tatuaje y le besaba el pecho con la boca abierta. Sabía que se lo daría todo. Haría cualquier cosa para librarlo del dolor, incluso ofrecerle su cuerpo.
«El sacrificio de Isaac.»
Con dedos temblorosos, ella se desabrochó los botones de la blusa y la dejó caer por los brazos. El grito ahogado de Tom fue un eco del sonido de la seda deslizándose hacia el suelo.
___________ era su redención.







HOLA!! BUENO ... AQUI ESTA UNO DE LOS CAPITULOS MAS IMPORTANTES DEL PRIMER LIBRO, MAIA ERA HIJA DE TOM Y ESTA MURIO, EL SE CULPA DE SU MUERTE, ESE ERA SU PECADO, EL INFIERNO DE EL. PAULINA ES LA MAMA DE MAIA Y ELLA ESTA ENAMORADA DE EL, LAS INICIALES DE LA BECA SON EN NOMBRE DE LA BEBE DE TOM, LA RAYA NO LO DEJO, ES MAS, CREO QUE LO AMA MAS, AHORA, SOLO QUEDAN 3 CAPS PARA QUE ACABE EL PRIMER LIBRO Y SIGUE EL SEGUNDO. BUENO ME DESPIDO, SI VEO 4 COMENTARIOS O MAS LES AGREGO SI NO ... NO, ADIOS :))

4 comentarios:

  1. se vale si yo comento 4 veces?!?!?! DIOS MIO !!!!! este capitulo me dejo ... yo ni se !! DIOS MIO !!!!! va a pasar? *-* ojala que si !! oh Dios !! necesito que subas mas pronto que de costumbre !! no me puedes dejar asi!!! D: DIOS DIOS DIOS !!! pobre Tom :( que pena me da toda su historia !! espero que en algun momento pueda estar feliz sin tantas preocupaciones !! DIIIIIIIIIIIIIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOSSSSSS !! sube prontito plz !!! te lo suplico *-* ME ENCANTAAA !!!

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  2. :O:O este cap me dejo así Dios mio es una tragedia el pasado de Tom yo me imaginaba otra cosa y no eso q terrible de verdad pobre Tom y ps si suponía q Maia era su hija pero no con Paulina, ella sigue enamorada de el y ps me alegro mucho q (Tn) no lo haya dejado se nota q de verdad lo ama profundamente y ahora el la va a necesitar mas q nunca.. sube mañana pleaseeeeeeeeee quiero ver q pasara en el siguiente cap xq con este me dejaste asi :O me encantoo

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  3. Oh my.... Eh quedado O.O este cap fue intenzoooooo!
    Ow pobre tom todo lo que sufre yo pienso lo mismo ue rayita eza no fue culpa de el aw y ella aun asi lo sigue amando que hermoso y triste capi me ha encantado y ya he entendido muchas cosas ya quiero leer el siguiente ahhh estoy tan intrigada es genial saludos :D

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  4. Pobre Tom tener que cargar con algo asii.. Debe ser muy duroo!!
    Ya sospechaba de esoo..
    Pobre Tom.. Menos mal q la raya sigue con wl.
    Muero.por leer mas ;)

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